El pueblo catalán que es un clon de Cadaqués pero pocos conocen: ambiente costero de ensueño y tranquilidad asegurada

En la escarpada y espectacular Costa Brava hay un rincón poco conocido que, sin embargo, guarda un parecido sorprendente con Cadaqués. Se trata de Llançà, un encantador pueblo de pescadores que combina la calma mediterránea con paisajes de postal. Aunque menos popular que su vecino ilustre, Llançà es olor a mar, paz, y ambiente playero y de bares pero sin demasiadas aglomeraciones.

A solo 30 kilómetros de Francia, esta localidad del Alt Empordà presume de más de 20 playas y calas rodeadas de montañas. Desde la playa de Grifeu hasta la cala Bramant —también conocida como la cala de los Enamorados—, Llançà regala a sus visitantes postales naturales dignas de cualquier portada de revista. En particular, Bramant, declarada Paisaje Pintoresco en 1972, es un lugar mágico donde practicar snorkel o simplemente dejarse maravillar por su entorno circular y rocoso.

Este pueblito rodeado por el Parque Natural del Cap de Creus y el Paraje Natural de la Albera, este destino también enamora a senderistas y ciclistas. Las rutas que atraviesan estos espacios protegidos permiten contemplar dólmenes prehistóricos, menhires y todo tipo de paisajes que conectan el mar con la montaña de forma casi poética.

El casco antiguo del pueblo guarda joyas de la época medieval como la iglesia de Sant Vicenç y su torre románica o la Capilla de Sant Silvestre. Caminar por sus calles es viajar al pasado sin perder la frescura de la brisa marina. Todo está salpicado de plazas tranquilas, fachadas blancas y detalles que remiten a su esencia marinera.

Además, los amantes de la buena mesa tienen una cita obligada con el restaurante Miramar, galardonado con dos estrellas Michelin y tres soles Repsol. Dirigido por el chef Paco Pérez, este templo gastronómico fusiona el mar y la montaña del Empordà con influencias andaluzas, todo ello en un enclave privilegiado frente al mar. La experiencia se completa con una tienda artesanal, “A mà”, donde el propio chef ofrece productos elaborados por él mismo.

Llançà es, sin duda, el destino perfecto para quienes buscan paz, naturaleza y autenticidad sin renunciar a la belleza y al buen comer. Es ese secreto bien guardado de la Costa Brava que aún resiste al turismo masivo, y que muchos, al descubrirlo, prefieren no contar para que conserve su magia.