El Cercle, más frío que nunca con un Pedro Sánchez que dice tener cuerda para rato
El presidente no vino a despedirse. Jugaba en casa. Pero una casa un tanto más distante. Correcta, sí. Pero más despegada, ante un mensaje claro: el sanchismo no ha muerto
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega a la 40 reunión del Cercle d’Economia en Barcelona. (Europa Press/David Zorrakino)
Si ha habido una organización empresarial cercana a Pedro Sánchez y al actual PSOE esa ha sido el Cercle de Economía. El lobby catalán estuvo en plena sintonía con Moncloa con los indultos al independentismo. Y luego con la amnistía. Este año la recepción fue más fría, los aplausos más matizados. El Cercle no ha marcado distancia con el Ejecutivo socialista y Sánchez se comportó muy lejos de ser un político que esté en un final de ciclo. Pero el público fue más gélido. Antes, el independentismo unía a Sánchez con los empresarios catalanes. Ahora ni se refirió a ellos en su discurso. Todos los asistentes daban esta guerra por ganada. Eso sí, el presidente quiso dejar claro que de fin de ciclo nada, que al PSOE le queda cuerda para rato.
Si en Madrid dan el sanchismo por muerto, Pedro Sánchez se centró este lunes en Barcelona en que su obra de gobierno va a continuar. Para nada pareció que venía a despedirse, sino a decir a los empresarios catalanes que tenía proyectos, más allá de dificultar la opa sobre el Banco Sabadell.
Así, Sánchez se apoyó en los buenos datos macro de la economía española para plantear sus proyectos de futuro: desde reforzar la red eléctrica, motivado por el reciente apagón del que sólo hacía una semana, hasta mantener el calendario de cierre de las nucleares, el lanzamiento de un programa para integrar la inmigración o la medida que aprobará hoy de reducir la jornada laboral a 37,5 horas.
Para nada Pedro Sánchez dio la imagen de ser un presidente acorralado. Al contrario, se mostró lleno de proyectos. Así hizo un llamamiento a las fuerzas políticas del Congreso a las que se dirigió para pedirles que “no den la espalda a su país” y aprueben el Plan de Respuesta de 14.100 millones para empresas y trabajadores que puedan verse afectados por esta crisis arancelaria que desatado Trump. “Tenemos que anticiparnos a lo que pueda suceder dentro de 30 días. El Gobierno está trabajando para convalidar este paquete de ayudas”, destacó Sánchez.
Pedro Sánchez recalca la importància de la transició energètica verda, la necessitat de reduir la burocràcia i d’un full de ruta imprescindible per fer créixer les petites i mitjanes empreses, així com fer que les grans empreses puguin tenir un paper en el mercat internacional. pic.twitter.com/Y4ShiGALng
Sánchez, nada aplaudido al principio y poco al final, siguió sintiendo que el Cercle es para el PSOE lo que ahora se denomina “espacio seguro”. El lobby catalán tiene demasiado olfato para el poder para dar por muerto a Sánchez antes de tiempo. Pero muchas de las medidas que propuso, como la reducción de jornada, cayeron como un jarro de agua fría.
Temas evitados
Tan importante como de lo que habló Sánchez fue de lo que no habló. Nada sobre el mal funcionamiento de los trenes, cuando Cercanías es una crisis gravísima para su principal aliado, sentado en la sala, Salvador Illa. Tampoco habló de aprobar los Presupuestos Generales del Estado en 2026, ni de la falta de estabilidad política en el Congreso.
Sánchez evitó todos sus puntos débiles: de los trenes a la falta de Presupuestos
En otro momento, Sánchez anuncia una medida para torpedear la opa sobre el Banco de Sabadell, como la apertura de la consulta pública que anunció, y sale a hombros. No fue así. Todavía tiene crédito porque ha desactivado al independentismo. Pero es un crédito con reservas.
Promesas vagas
En lo demás, Sánchez lanzó un abanico de promesas vagas. “El Gobierno cumplirá con sus compromisos”, respondió cuando el presidente del Cercle le preguntó por una cuestión que preocupa mucho al auditorio: la nueva financiación autonómica. Incluso la reducción de la reforma laboral no cuenta con los votos de Junts, otra cuestión que Sánchez eludió comentar. De nada sirve aprobarla en el Consejo de Ministros, si luego se ahoga en el Congreso.
El gran avalista de las políticas de Sánchez fue otra vez la macroeconomía. “La previsión de crecimiento actualizada del Gobierno del 2,6% este año y del 2,2% en 2026 y siendo la única gran economía avanzada que no ha sufrido recorte de previsión del FMI, pese a la incertidumbre geopolítica”, presumió un presidente que se fue viniendo arriba durante su intervención.
Una vez encarrilada la situación de España, Pedro Sánchez dio el salto a Europa afirmando que “estos datos son el mejor aval para reforzar nuestro peso en Bruselas, lideramos los principales debates de esta década y estamos en el cuadro de mandos de la UE", proponiendo que la toma de decisiones debería ser por mayorías cualificadas y no por unanimidad. Y respaldando las políticas comunitarias del aumento del gasto en defensa. El mensaje a los empresarios fue claro: el sanchismo sigue vivo y coleando y disfruta de buena salud.
Si ha habido una organización empresarial cercana a Pedro Sánchez y al actual PSOE esa ha sido el Cercle de Economía. El lobby catalán estuvo en plena sintonía con Moncloa con los indultos al independentismo. Y luego con la amnistía. Este año la recepción fue más fría, los aplausos más matizados. El Cercle no ha marcado distancia con el Ejecutivo socialista y Sánchez se comportó muy lejos de ser un político que esté en un final de ciclo. Pero el público fue más gélido. Antes, el independentismo unía a Sánchez con los empresarios catalanes. Ahora ni se refirió a ellos en su discurso. Todos los asistentes daban esta guerra por ganada. Eso sí, el presidente quiso dejar claro que de fin de ciclo nada, que al PSOE le queda cuerda para rato.