El entorno más cercano a Puigdemont se radicaliza ante el auge de la ultra Aliança Catalana
El círculo más próximo al expresidente fugado, como Josep Lluis Alay o Jordi Castellà, han movido ficha para resituar el marco ideológico y atraer a los más moderados contra Silvia Orriols
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Algo se mueve en el independentismo. La necesidad de proyectos atractivos e incluso insolentes para un electorado ávido de situaciones épicas como las del procés arrastra a círculos aparentemente moderados hacia posiciones de extrema derecha. Esta realidad afecta directamente al entorno más próximo a Carles Puigdemont. La sangría de votos que le supone el partido ultra Aliança Catalana (AC), que lidera la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, ha provocado que los fieles peones del expresidente fugado muevan ficha y resitúen el marco ideológico.
El último barómetro del Centro de Estudios de Opinión (CEO, el CIS catalán) daba un importante bajón a Puigdemont y una subida a AC, que multiplicaba por cinco sus escaños y podía llegar a los 10 diputados, superando ampliamente a la CUP. Esa posibilidad ha puesto de los nervios a la cúpula de JxCAT, que busca desesperadamente una estrategia que tapone la sangría de votos hacia la extrema derecha.
Una de las medicinas que aplican los dirigentes de Junts es la adopción de postulados que compitan con la propia Orriols y sus delirios ultranacionalistas. Los últimos mensajes del círculo íntimo de Puigdemont evidencian esta deriva hacia posiciones más ultras. La gran campaña sobre competencias en inmigración (que era la gran baza de Orriols) fue solo el comienzo de una estrategia que busca enfrentarse a la líder de AC en sus propios terrenos ideológicos.
El jefe de la Oficina de Puigdemont, Josep Lluís Alay, es uno de los más radicales y no se corta en las redes sociales a la hora de impartir consignas. El alto cargo del Govern es uno de los más persistentes activistas de las redes sociales, denostando todo lo que no sea alabar al independentismo y aprovechando todas las circunstancias para atacar sin piedad a quien considera su enemigo.
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Alay ha dado pábulo en las redes a fake news, retuiteando noticias de dudosa veracidad, y alentado represalias presuntamente violentas para boicotear a un restaurante que el exconseller Miquel Buch denunció como anticatalán, El grupúsculo ultra Nosaltres Sols (seguidor de Orriols) amenazó al dueño del restaurante, tras llenarle las persianas de pegatinas acusándolo de no respetar el catalán: “Demostremos que los ataques a nuestra lengua y nación no salen gratis. Si nos respetan, nos haremos respetar. Lo que hoy han sido adhesivos, mañana pueden ser martillos”. Pero se encontró un aliado inesperado en la mano derecha de Puigdemont.
El principal asesor de Puigdemont en Bruselas y responsable de relaciones con los Països Catalans de Junts, Aleix Sarri, es otro de los puntales cercanos al expresident que reproduce noticias de veracidad difusa. Y el último en posicionarse ha sido el exdiputado de Junts y abogado de Puigdemont, Jaume Alonso-Cuevillas, fichado por el Memorial 1714, una plataforma ultranacionalista que alienta la vía guineana hacia la independencia. Esta guía es ahora la nueva estrategia del independentismo radical: se trata de llevar el tema a la ONU para que pida un “proceso de descolonización de Cataluña” por parte de España.
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El proyecto es avalado por el Consell de la República, que ha encargado a su principal promotor, Jordi Castellà, que sea el delegado del Consell ante la ONU para negociarlo. Castellà está embarcado en una apretada agenda de conferencias por toda Cataluña, patrocinadas por la Asamblea Nacional Catalana (ANC), para explicar el proceso. Junto a él interviene siempre Albert Pont, presidente del Cercle Català de Negocis (CCN), del que Castellà es vicepresidente. Pont es el líder del partido de extrema derecha Front Nacional de Catalunya (FNC).
Voto fanático
Según los extremistas, un grupo de catalanes reunidos bajo la denominación de Consell Nacional de Catalunya presentaron el documento ‘El caso de Cataluña: apelación a las Naciones Unidas’ ante la conferencia fundacional de la ONU en San Francisco el 14 de abril de 1945. El entonces presidente de la Generalitat, Josep Irla (ERC), no apoyó el documento ni reconoció el Consell, liderado por algunos de los catalanistas más extremistas de la época y el documento no fue tenido en cuenta.
La nueva teoría independentista, sin embargo, es que el documento es histórico y tiene vigencia. Todas las plataformas ultras intentan presentarlo ahora como un documento aprobado por una institución democrática cuando fue fruto de la iniciativa particular de un puñado de independentistas que decían hablar en nombre de los más de 40.000 catalanes que habían huido a América. La propia negativa del presidente de la Generalitat exiliado niega esa representatividad que se arrogaban los impulsores de la petición.
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Pero el hecho de que un exdiputado de la confianza de Puigdemont aparezca ahora junto a un extremista como Castellà no es pura coincidencia, sino un eslabón más de una estrategia que intenta captar los votos y voluntades de un sector independentista que se alimenta de la tensión, el conflicto, el extremismo y la épica de teorías fantásticas que calan profundamente en el electorado más fanatizado y acrítico del catalanismo. En esas aguas es donde Puigdemont pretende librar la última batalla contra la que considera en estos su principal rival electoral: Sílvia Orriols. Por eso, sus peones se mueven.
Algo se mueve en el independentismo. La necesidad de proyectos atractivos e incluso insolentes para un electorado ávido de situaciones épicas como las del procés arrastra a círculos aparentemente moderados hacia posiciones de extrema derecha. Esta realidad afecta directamente al entorno más próximo a Carles Puigdemont. La sangría de votos que le supone el partido ultra Aliança Catalana (AC), que lidera la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, ha provocado que los fieles peones del expresidente fugado muevan ficha y resitúen el marco ideológico.