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El octubrismo independentista se hace añicos en las guerras internas de Waterloo
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Crisis en el Consell de la República

El octubrismo independentista se hace añicos en las guerras internas de Waterloo

El Consell de la República tenía que lograr relanzar el independentismo en el exterior, pero su agónico final sólo está sirviendo para hundir a sus dirigentes ante sus propias bases

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, en un acto del Consell de la República. (Europa Press/Glòria Sánchez)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, en un acto del Consell de la República. (Europa Press/Glòria Sánchez)

El octubrismo era la rama del independentismo que considera que la consulta ilegal del 1 de octubre es un mandato político y que su resultado se puede activar en cualquier momento a través de una reedición de la Declaración Unilateral de Independencia. La crisis en el seno del Consell de la República, con candidatos perdedores como Toni Comín y Montserrat Duran, de “REvolucionemNos”, cuestionando el resultado electoral y la victoria del candidato de Junts, Jordi Domingo, demuestra que la idea de montar una Generalitat paralela no fue tan buena como parecía.

El octubrismo siempre estuvo muy presente en el Consell de la República. Su líder más significada, Laura Borràs (cuya condena fue ratificada ayer por el Supremo) fue miembro de la Asamblea de Representantes, el Parlament paralelo que Puigdemont liquidó de un plumazo. Aurora Madaula, fue miembro del Consell, hasta su caída en desgracia en el seno de Junts. Lluís Llach, que respaldó a Comín en las elecciones, y el exvicepresidente del Parlament, Josep Costa, que abrió una crisis en la ANC entre otras cuestiones por esta, también son fervientes octubristas. Ahora, esta rama, con un importante peso en Junts, se divide, todos enfrentados con todos. Y en el Consell de la República, el ente más octubrista de todos, el que reclamaba la legitimidad política del 1 de octubre de 2017.

Tanto Comín como Duran piden una auditoría sobre la votación, con lo que en la práctica no reconocen los resultados. La participación ha sido baja, con unas bases que se han acabado desentendiendo del Consell de la República que en su día tanto promocionó Quim Torra, otro octubrista, quien despachaba una vez a la semana por videoconferencia con Puigdemont durante su mandato.

Si Costa acusa a Llach de respaldar a Comín, Antoni Castellà, vicepresidente de Junts y ahora a la derecha de Puigdemont, denuncia en público a Comín por no haberse retirado cuando se lo solicitó el líder. Comín pasa de ser el más estrecho colaborador de Puigdemont a un apestado político. Y justo el mismo día Comín y Duran piden una auditoría electoral para supervisar el voto telemático mientras que a Laura Borràs el Tribunal Supremo condena a que la octubrista entre los octubristas tenga que ingresar en prisión porque su condena por prevaricación no puede incluirse en el marco de la amnistía.

Foto: El 'exconseller' Toni Comin y el expresidente catalán Carles Puigdemont, en Estrasburgo el pasado septiembre. (EFE/Ronald Wittek)

Los resultados han estado marcados por la baja participación: apenas el 9% del censo. En total, 8.108 votantes de los que Domingo obtuvo 5.340 votos (65,8%), Montserrat Duran, 1.846 votos (22,7%), Toni Comín 745 (9,19%) y, en último término, Antoni Walter con 161 votos, que suponen el 1,98% de los votos. Dieciséis adscritos han votado en blanco.

Domingo se repliega

La situación es tal que Domingo ha tendido la mano ofreciendo unidad, traducción, puestos en el Consell, que no tiene ni fondos, ni personal ni representará nada bajo su mando; y ha pedido no activar “el ventilador de mierda”. Literal. Como si hasta ahora estas elecciones internas no hubieran sido algo más que sucias.

El ganador de la votación interna pide no poner en marcha 'el ventilador de mierda'

Al final todo son salidas personales. La de Borràs para no ir a la cárcel. La de Comín porque su futuro político en Junts es más que dudoso ahora que ha desafiado a Puigdemont. La de todos los octubristas del Consell, que son un sector minoritario de Junts pero que siguen ocupando puestos de responsabilidad en el partido, como Antoni Castellà o Teresa Vallverdú o en entes como la ANC: ahí está la presidencia de Lluís Llach.

Organismo tóxico

El Consell de la República se ha demostrado un organismo tóxico. No se entiende que Puigdemont no lo cerrase y tirase las llaves al mar cuando liquidó la Asamblea, en 2023. Además, lo ha presidido él y él ha sido el principal estratega, ideólogo y beneficiario de un ente que costaba más de un millón de euros al año. El final del Consell de la República, que sólo hace que degradarse cada día que pasa, perjudica la causa del independentismo y abre una pregunta inquietante: ¿puede Puigdemont presidir la Generalitat si el organismo en el que estaba al frente ha terminado de este modo ignominioso? ERC no lo está aprovechando. Pero no hace falta. La realidad habla por sí sola y los republicanos nunca quisieron implicarse, pero ahora eso se ha demostrado un acierto.

Mientras, el efecto radiactivo de larga agonía del Consell se extiende a la ANC y a otros colectivos independentistas. Nadie parece a salvo. Y ahora, encima, se cuestiona el resultado electoral. Podría pensarse que ya nada puede empeorar, pero esa fase se superó hace tiempo en un Consell de la República con infinitas vías de agua abiertas.

El octubrismo era la rama del independentismo que considera que la consulta ilegal del 1 de octubre es un mandato político y que su resultado se puede activar en cualquier momento a través de una reedición de la Declaración Unilateral de Independencia. La crisis en el seno del Consell de la República, con candidatos perdedores como Toni Comín y Montserrat Duran, de “REvolucionemNos”, cuestionando el resultado electoral y la victoria del candidato de Junts, Jordi Domingo, demuestra que la idea de montar una Generalitat paralela no fue tan buena como parecía.

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