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Incertidumbre y resignación: el adiós a las estufas de gas en las terrazas de BCN revuelve a los hosteleros
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Ordenanza De Terrazas aprobada en 2018

Incertidumbre y resignación: el adiós a las estufas de gas en las terrazas de BCN revuelve a los hosteleros

Desde el pasado 1 de enero, los bares y restaurantes de la capital catalana no pueden usar estufas de combustión. El objetivo es atajar las emisiones de CO2, pero el sector denuncia la falta de apoyos por parte del Ayuntamiento

Foto: Una terraza con estufas en una imagen de archivo (EFE/Kiko Huesca)
Una terraza con estufas en una imagen de archivo (EFE/Kiko Huesca)

La prohibición de las estufas de gas en las terrazas de los bares y restaurantes de Barcelona ya es una realidad. La medida, que entró en vigor el pasado 1 de enero, ha generado resignación y preocupación entre los hosteleros de la ciudad, que se ven obligados a adaptarse a un cambio significativo en plena temporada de invierno. La normativa, que forma parte de la Ordenanza de Terrazas aprobada en 2018, establece que todas las estufas de combustión de gas deberán ser retiradas de las terrazas, ya que emiten CO2, lo que contribuye a aumentar los niveles de contaminación en la capital catalana. En su lugar, los restauradores deberán utilizar estufas eléctricas, que tienen una potencia limitada a 150 W/m² y un uso únicamente autorizado entre el 1 de noviembre y el 30 de abril.

Desde que la normativa fue aprobada hace siete años, el Ayuntamiento de Barcelona ha trabajado con los restauradores para permitir una transición gradual hacia fuentes de calefacción más sostenibles. Sin embargo, son numerosos los hosteleros que defienden que la situación los ha pillado desprevenidos y en un período en el que estos aparatos son imprescindibles.

Una de las principales preocupaciones de los restauradores es el coste de la transición hacia las estufas eléctricas. Son muchos los que temen que la inversión necesaria afecte a sus márgenes de beneficio, especialmente en un sector ya golpeado por otros desafíos económicos. El coste de las nuevas instalaciones eléctricas no es solo significativo, sino que también es complicado a nivel operativo, sobre todo en terrazas que no están preparadas para instalar cableado de manera sencilla.

En la capital catalana, ya son varios los establecimientos que han decidido guardar en el almacén las estufas de gas, a pesar de que esto también implique un periodo de adaptación para los clientes. El sentimiento es común entre los profesionales del sector ante una situación que genera incertidumbre; el proceso de transición está siendo tan rápido que no todos los negocios cuentan con los recursos para realizar el cambio de manera eficaz.

placeholder Estufa de una terraza (Europa Press)
Estufa de una terraza (Europa Press)

Andrés, propietario del restaurante La Coral, en el barrio de Sants, es uno de los que se muestra en desacuerdo con el cambio. La instalación de estufas eléctricas en su terraza no es una tarea sencilla por los problemas logísticos, como las dificultades para pasar los cables necesarios. “El Ayuntamiento no ha ofrecido suficiente apoyo a los empresarios”, lamenta. Tenía previsto reunirse con el Gremio de Restauración de Barcelona para buscar una solución que permita un cambio progresivo, y no verse obligado a desechar todas las estufas de un día para otro. “Es muy radical”, zanja.

En el corazón de la ciudad está el restaurante Casa Candela, al principio de la Rambla de Catalunya, una de las calles más céntricas y emblemáticas. Jordi, el subdirector del local, también muestra su preocupación: “Aún tenemos bombonas de butano compradas, pero el Ayuntamiento no nos ha dado directrices claras sobre si debemos retirarlas ya”, comenta. En su caso, la inversión no solo implica la compra de nuevas estufas, sino también la contratación de personal para realizar las instalaciones necesarias. Aunque algunos compañeros han optado por no encender las estufas por miedo a las sanciones, la situación es confusa. “Nadie sabe qué hacer exactamente, los locales copian a los del lado para decidir si encienden las estufas o las apagan por miedo a que les pongan una multa”. Como alternativa, Jordi sugiere que “podrían dejar que encendiéramos las de gas y establecer un horario, así disminuiría la contaminación, pero el cambio sería más progresivo”.

Foto: Dos personas esperan fuera del Hospital Clínico de Barcelona (Europa Press)

En la misma zona, en La Rambla se encuentra Gallo Nero. Fabrizio, el encargado, también se muestra crítico con la medida. Para él, la idea de retirar las estufas en pleno enero no es más que una decisión “para molestar al gremio”. Aunque reconoce los aparatos son un foco de contaminación, considera que la retirada y prohibición de las estufas no tendrá un impacto significativo en la ciudad, dado que el butano también se utiliza en muchos hogares y en otros sectores. “No tiene mucho sentido”, censura.

Kashif, camarero de Ramblejant, vecino del Gallo Nero, se muestra resignado ante el cambio y matiza que las estufas eléctricas no ofrecen la misma potencia que las de gas. “Las vamos a quitar esta semana, pues acatamos lo que nos digan los políticos”, señala resignado. Está convencido de que las nuevas estufas no atraerán a la misma cantidad de clientes durante los fríos meses de invierno.

El desafío ambiental de Barcelona

El Ayuntamiento de Barcelona, que trabaja desde hace años en la reducción de las emisiones de CO2 y en la promoción de alternativas más ecológicas, justifica la medida y defiende que es un paso necesario hacia un modelo urbano más sostenible. Según la normativa, el uso de estufas de gas representa un problema ambiental por las emisiones de gases contaminantes, y la sustitución por estufas eléctricas forma parte de la estrategia para cumplir con sus objetivos climáticos a largo plazo.

Foto: Joaquim Marsans y Rosa Marta Maluquer (N.P)

Aunque el Ayuntamiento sostiene que lleva trabajando con los restauradores desde 2018 para facilitar una transición hacia alternativas más limpias, los empresarios se muestran reticentes por la falta, entre otros motivos, de apoyos tangibles. Para los hosteleros, el reto no es solo adaptarse a las nuevas tecnologías, sino poder afrontar los costos y la complejidad de realizar estos cambios a corto plazo. En un contexto económico incierto, muchos se sienten atrapados entre la necesidad de cumplir con la normativa y la falta de recursos para hacerlo de manera eficiente.

La prohibición de las estufas de gas en las terrazas de los bares y restaurantes de Barcelona ya es una realidad. La medida, que entró en vigor el pasado 1 de enero, ha generado resignación y preocupación entre los hosteleros de la ciudad, que se ven obligados a adaptarse a un cambio significativo en plena temporada de invierno. La normativa, que forma parte de la Ordenanza de Terrazas aprobada en 2018, establece que todas las estufas de combustión de gas deberán ser retiradas de las terrazas, ya que emiten CO2, lo que contribuye a aumentar los niveles de contaminación en la capital catalana. En su lugar, los restauradores deberán utilizar estufas eléctricas, que tienen una potencia limitada a 150 W/m² y un uso únicamente autorizado entre el 1 de noviembre y el 30 de abril.

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