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Duelo Sánchez-Puigdemont, el trilerismo político de alto nivel marca la legislatura
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Crisis en la legislatura

Duelo Sánchez-Puigdemont, el trilerismo político de alto nivel marca la legislatura

Carles Puigdemont y Pedro Sánchez se parecen más de lo que podría decirse en un principio: apego al poder, gran capacidad de resistencia y tensa relación con la palabra dada

Foto: Carles Puigdemont en Bruselas. (EFE)
Carles Puigdemont en Bruselas. (EFE)
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Pedro Sánchez y Carles Puigdemont son animales políticos más parecidos de lo que ellos mismos creen. Cada uno se ha erigido como la referencia esencial en su espacio político. Y cuando más acorralados parecen, ambos se crecen y logran escapar y volver a empezar. Si Sánchez le ganó un pulso al aparato del PSOE, el expresident impulsó la declaración la independencia de Cataluña y luego se dio a la fuga. Fue en el mismo año, en el 2017 de los prodigios. En ambos casos su acción política es limitada, pero consiguen el apoyo de sus formaciones y votantes ganando tiempo y marcando la agenda con sus ocurrencias. Esta semana se ha visto como los dos se han centrado en su especialidad, regatear una y otra vez sin chutar nunca a puerta.

Este trilerismo político impide hacer política: aprobar unos presupuestos cuya negociación queda aplaza de manera indefinida. "Nosotros no nos sentaremos a negociar los Presupuestos", ha asegurado Puigdemont. Mientras se pierde el tiempo debatiendo sobre una cuestión de confianza fuera de lugar en tiempo y forma, no se aprueban las cuentas que han de servir para desplegar políticas sociales o de cualquier otro tipo.

El propio Puigdemont lo denunció en su rueda de prensa en Bruselas. Pero luego compró el marco y si Sánchez había driblado su emboscada con la cuestión de confianza, el líder independentista dobló la puesta. Si Sánchez ganaba tiempo, él también. Los dos tienen un doctorado en supervivencia política que desafía a analistas, tertulianos y rivales electorales.

El CIS publicado esta semana refleja que ambos tienen problemas similares: su enrocamiento ideológico no acaba de ser refrendado por los votantes. A pesar de las piruetas alrededor de sus respectivas posiciones, ni uno ni otro remonta en las encuestas.

Carles Puigdemont ha recordado a Pedro Sánchez que "un gobierno no puede continuar gobernando si no tiene una mayoría absoluta que le dé apoyo. Y para eso no hace falta una moción de censura". Pero con el CIS alertando de la subida de la ultraderecha, no parece muy probable que de manera inmediata Sánchez vaya a convocar nuevos comicios.

Fintas y amenazas

Así, Puigdemont y Sánchez se van poniendo a prueba y cada uno es hábil en lo que el otro es especialista. Si Puigdemont exige una amnistía, Sánchez se la otorga, pero la dilación de los tiempos hace que el logro se acabe volviendo contra el expresident en términos de apoyo electoral. Si el líder de Junts asegura que Pedro Sánchez le entregará las llaves a la Generalitat a cambio de sus siete votos en el Congreso, el resultado final es que Salvador Illa acaba de presidente catalán. Si el Parlament inviste a Illa president, Puigdemont lo eclipsa en los medios con su espectacular fuga de Barcelona el pasado 8 de agosto.

Puigdemont y Sánchez se van cruzando ataques que acaban en pirueta política del otro

La partida de póker entre ambos parecía que iba a acabar con la extravagante petición de la cuestión de confianza con la que Puigdemont pretendía humillar a Sánchez. Pero el presidente español ha optado por alargar los tiempos y cuando Junts ya estaba listo para romper tuvo que rectificar y comprar el marco mental que se había fijado desde Moncloa.

Titulares y nada más

Este tipo de política capta muchos titulares. En este sentido, Puigdemont anda algo falto de atención mediática, a medida que su espacio político se va reduciendo. Han perdido presencia en el Europarlamento y en el Parlament son irrelevantes. Todo su protagonismo depende del pulso enloquecido con Sánchez, que todavía durará un poco más.

Otra cosa es la utilidad para los ciudadanos. Volviendo al CIS, el principal problema de los ciudadanos es la falta de vivienda. No parece que los malabares de Sánchez y Puigdemont vayan a solventar algo sobre esa cuestión o sobre ninguna que en realidad implique a los servicios públicos o a la calidad de vida de los españoles. Solo sirve para que ambos mantengan en el cargo. En lo suyo los dos son correosos. Puigdemont acusa a Pedro Sánchez de incumplir sus acuerdos y promesas. Lo dice el hombre que en las últimas autonómicas aseguró que dejaría la política si no ganaba y luego se presentó a presidente de Junts. Los ejemplos son incontables. Al observador internacional, al que ahora Puigdemont espera acogerse, se le va a acumular el trabajo.

Pedro Sánchez y Carles Puigdemont son animales políticos más parecidos de lo que ellos mismos creen. Cada uno se ha erigido como la referencia esencial en su espacio político. Y cuando más acorralados parecen, ambos se crecen y logran escapar y volver a empezar. Si Sánchez le ganó un pulso al aparato del PSOE, el expresident impulsó la declaración la independencia de Cataluña y luego se dio a la fuga. Fue en el mismo año, en el 2017 de los prodigios. En ambos casos su acción política es limitada, pero consiguen el apoyo de sus formaciones y votantes ganando tiempo y marcando la agenda con sus ocurrencias. Esta semana se ha visto como los dos se han centrado en su especialidad, regatear una y otra vez sin chutar nunca a puerta.

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