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Puigdemont se redefine como espejo y tortura de Pedro Sánchez
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ni 'president' ni jefe de la oposición

Puigdemont se redefine como espejo y tortura de Pedro Sánchez

El expresidente catalán está redefiniendo su papel político ahora que el el autodenominado exilio catalán pierde su significado. Necesita un nuevo rol pero no acaba de definirlo

Foto: Carles Puigdemont en Bruselas. (Europa Press/Enric Lalmand)
Carles Puigdemont en Bruselas. (Europa Press/Enric Lalmand)
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Carles Puigdemont se está redefiniendo como figura política. Al perder la idea de president legítimo, el líder de Junts está reconstruyendo su nuevo rol. Ahí está su vídeo del mensaje de Navidad, del todo vacuo en contenido, pero que refleja algo relevante: la ausencia de cabecera, de un kairon, de un título. Puigdemont se dirigió a Cataluña por YouTube, pero no se sabe en calidad de qué. Puigdemont evitó definirse. Ni como lo que es, ni como lo que fue, ni como lo que quiere evitar a toda costa: no como presidente de Junts, ni como expresidente del Consell de la República ni como el cargo de jefe de la oposición al que de manera voluntaria ha renunciado para ser sólo el reflejo, pero también la tortura, de Pedro Sánchez.

Si Pedro Sánchez escribió su Manual de resistencia, Puigdemont no es menos en su tarea de perseverar. Ambos están perdiendo base electoral, pero mientras que la identidad de Sánchez no está en duda, Puigdemont se reinventa a cada paso, como esos actores de la ya extinta compañía Comediants que en una obra hacen de pirata y en otra de dios griego, pero el público catalán los conoce como si fueran de la familia.

Puigdemont ha sido de todo en siete años: presidente de la Generalitat, declarador de la independencia, prófugo, fundador de La Crida, enterrador del PDeCAT, preso en Alemania, presidente del Consell de la República, líder in pectore de Junts, eurodiputado, candidato a la Generalitat, presidente de Junts y, al final, agitador activista con su espectacular fuga el 8 de agosto del pasado año.

Carles Puigdemont, como un héroe trágico: sabe lo que quiere, pero no quién es. Busca la independencia de Cataluña, pero haga lo que haga acaba siempre incómodo en sus zapatos. Sus constantes cambios y sus promesas incumplidas le han hecho perder votos y seguidores. Pero en ese tiempo no ha surgido nadie en el partido ni el movimiento de liberación nacional de Cataluña con su peso e influencia

Foto: El expresidente de Cataluña Carles Puigdemont. (Europa Press/David Zorrakino)

Su ocaso en las cifras de audiencia de su entrevista a TV3 es una prueba de que su número de funmabulista entre identidades cada vez funciona menos. Los 219.000 catalanes que siguieron a Puigdemont el 13 de diciembre palidecieron ante los 333.000 espectadores que logró el presidente catalán, Salvador Illa, en su discurso de Sant Esteve, dos semanas después. Illa, al que todo el mundo acusa de aburrido y previsible, obteniendo un 52% más de televidentes en la muy independentista TV3. Los tiempos están cambiando y eso es algo que no arreglará que Puigdemont se niegue a designar jefe de la oposición, por poner un ejemplo.

Se acumulan los fracasos

La crisis del Consell de la República sólo es el último de los números fracasos que va acumulando Puigdemont. Incluso cuando se apropia de victorias de ERC, como la amnistía, ésta se ha acabado volviendo contra él. Ni en su discurso de Navidad ni en la entrevista de TV3 habló ya de independencia. Puigdemont está virando, igual que ERC, pero procurando que se note menos.

En los últimos años las cartas han sido malas para el expresident Puigdemont y sus seguidores

Por ahora no le sirve para ganar. Las encuestas le son contrarias, perdió las elecciones catalanas, Toni Comín ha quedado fuera del Parlamento Europeo, el poder municipal de Junts se limita a Sant Cugat y una miríada de pueblos pequeños. El único rol activo de Junts es presionar a Sánchez en Madrid. De manera que, mientras construye su nuevo papel, Pedro Sánchez es el nuevo referente.

Elecciones en el Consell

El problema de haber cambiado tantas veces de gorro es que el pasado te persigue. Entre el 8 y el 12 de febrero habrá elecciones en el Consell de la República. En los consejos locales que operan desde Cataluña ya están preparando un candidato independiente, pero puede que también haya un candidato oficial. Puigdemont tendrá que decidir a quién apoya. El futuro papel del Consell está por definir. Y mientras Puigdemont ya no habla de independencia, la ANC está preparando una hoja de ruta para forzar una nueva confrontación con el Gobierno español.

Uno de los problemas es que se reconoce que se ha roto la cadena de transmisión entre la ANC con sus bases movilizadas y los partidos políticos. No se hacen excepciones. Ni siquiera por Puigdemont, por mucho que salte de un cargo a otro. Aunque la ANC está presidida por un afín al puigdemontismo, el cantautor Lluís Llach, hay una desconfianza hacia las fuerzas políticas, aunque se declaren independentistas. Bajar impuestos a las energéticas y votar igual que el PP en Madrid tampoco ayuda.

Carles Puigdemont se está redefiniendo como figura política. Al perder la idea de president legítimo, el líder de Junts está reconstruyendo su nuevo rol. Ahí está su vídeo del mensaje de Navidad, del todo vacuo en contenido, pero que refleja algo relevante: la ausencia de cabecera, de un kairon, de un título. Puigdemont se dirigió a Cataluña por YouTube, pero no se sabe en calidad de qué. Puigdemont evitó definirse. Ni como lo que es, ni como lo que fue, ni como lo que quiere evitar a toda costa: no como presidente de Junts, ni como expresidente del Consell de la República ni como el cargo de jefe de la oposición al que de manera voluntaria ha renunciado para ser sólo el reflejo, pero también la tortura, de Pedro Sánchez.

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