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El sueño roto de Puigdemont: jamás le llegaron los 2 millones anuales de Moscú

Documentos incautados a su mano derecha, Josep Lluís Alay, muestran cómo iba a financiar el Kremlin la independencia de Cataluña

Foto: Alay, con Puigdemont en un acto en Berlín  en 2019. (EFE)
Alay, con Puigdemont en un acto en Berlín en 2019. (EFE)
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El fugado Carles Puigdemont abandonó el barco del Consell de la República hace pocos días, tras el escándalo económico que afecta a las finanzas del chiringuito, al descubrirse cómo el vicepresidente del mismo, Toni Comín, gastaba el dinero sin control en cuestiones privadas. La cúpula en pleno presentó la dimisión ante Puigdemont y él aprovechó para saltar del barco, desligándose del Consell aprovechando que era elegido presidente de Junts per Catalunya. Se acababa así el cuento de la lechera, porque el final previsto del Consell no era ese: era convertirlo en el organismo clave de la independencia de Cataluña con dinero que podría llegar directamente de Moscú, a razón de dos millones de euros al año.

Así figura en un documento incautado en el móvil de Josep Lluís Alay, que menciona que los agentes clave en la internacionalización del conflicto catalán en Rusia eran Evgeni Primakov, responsable de las oficinas internacionales de Exteriores de Rusia, y Oleg Syromolotov, viceministro de Exteriores y exdirector de contrainteligencia del FSB, la institución heredera del KGB. Alay es jefe de la Oficina de Carles Puigdemont y, como tal, alto cargo del Govern, con salario cienmileurista.

La inclusión de los dos peces gordos de Moscú en la libreta de Alay "hace deducir la intencionalidad de utilizar a estas dos personas en la estrategia de internacionalización, seguramente, debido a los puestos que ambos desempeñaban en ese momento en el Ministerio de Asuntos Exteriores". En la nota de la Policía, Alay había importado la biografía de Syromotolov y las relaciones personales y familiares de Primakov. El independentismo catalán, según los informes, accedió a desestabilizar las democracias occidentales de la UE a cambio de apoyo diplomático y económico.

Foto: Boye en un encuentro con los miembros de la organización de Sito Miñanco.

En esas mismas anotaciones figuraban las consignas de "neutralizar países españoles", "avalado por países terceros" y la palabra 'Unilateral' con una flecha hacia la palabra 'Básico'. En otra hoja, aparecían las siglas A.B. y SVR juntas, que se podrían corresponder con las iniciales del espía Andrei Bezrukov, mientras que el SVR es el Servicio de Inteligencia Exterior ruso. Bezrukov es un antiguo espía, detenido en Estados Unidos por el FBI junto a su esposa, Elena Vavilova, y luego canjeado por presos norteamericanos en Rusia. Alay se reunió con él en Moscú al menos en dos ocasiones. La primera fue en 2019, cuando asistió a una conferencia en la universidad Mgimo. Al día siguiente, Alay envió un mensaje a Primakov: "Querido Evgneni, como recordarás, hemos pasado una tarde juntos en Moscú con Andrei y otras personas, hablando sobre Cataluña y Europa…". La segunda, al año siguiente.

Los millones que no llegaron

Debajo de esa inscripción, aparecía la anotación Financiación CxR, con dos flechas apuntando a las palabras 'micro' y 'macro' y la anotación "1 año: 2M mínimo". "CxR son las siglas del Consell de la República (…) Ello podría indicar que la financiación se haría a través de este organismo", dice el documento policial.

También preveía articular estructuras de Estado a través de empresas de adeptos. En concreto, había anotaciones en los sectores de Energéticas, Comunicaciones y Aeroportuarias. En el ámbito de las energéticas, Alay había anotado a Petrolis de Catalunya (entonces propiedad de Joan Canadell y de Jordi Roset) y Som Energia, dos de las empresas que los independentistas han pretendido impulsar haciendo boicot a las "españolas". La primera de ellas es cotizante del Consell de la República y ha llegado a regalar viajes a Waterloo para ir a ver a Puigdemont.

Foto: El historiador Josep Lluis Alay (2i), a su llega a la Audiencia Nacional en 2018. (EFE)

El descubrimiento de los documentos en el teléfono de Alay añade un nuevo elemento a la trama rusa", dice el nuevo informe policial.

Una estructura jerarquizada

La Comisaría General de Información, (CGI) cita en varios informes que "se han obtenido indicios racionales y fundados de la existencia de un entramado ruso-catalán, formado por un grupo de independentistas catalanes y miembros de los servicios de inteligencia y de la Administración de la Federación de Rusia, que trabajaron de forma conjunta para la consecución de sus respectivos fines, para los catalanes conseguir la proclamación de una República Catalana por la vía de la unilateralidad para los rusos conseguir la desestabilización de la UE". Los informes, fechados el pasado verano, fueron enviados al juzgado de instrucción número 1 de Barcelona, que dirige el magistrado Joaquín Aguirre y que investiga la trama rusa del independentismo.

En uno de los informes se especifica que la estrategia de internacionalización y ruptura con España estaba controlada por una trama piramidal en la cúspide de la cual estaba Carles Puigdemont. "Los indicios obtenidos en el periodo de tiempo analizado (2014-2020) revelan la integración de los investigados en una estructura organizacional que estaba siendo dirigida por la propia administración pública catalana, controlada por la antigua Convergència Democràtica de Catalunya y sus sucesivas marcas políticas, el PDeCAT y JxCat". Destaca también que las acciones del procés, "aunque aparentaban responder a diferentes causas y motivaciones, en realidad fueron activadas, dirigidas y coordinadas por una única dirección y unidad de acción caracterizada por una cadena de mando centralizada y jerarquizada en cuya cúspide se encontraba el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont".

El fugado Carles Puigdemont abandonó el barco del Consell de la República hace pocos días, tras el escándalo económico que afecta a las finanzas del chiringuito, al descubrirse cómo el vicepresidente del mismo, Toni Comín, gastaba el dinero sin control en cuestiones privadas. La cúpula en pleno presentó la dimisión ante Puigdemont y él aprovechó para saltar del barco, desligándose del Consell aprovechando que era elegido presidente de Junts per Catalunya. Se acababa así el cuento de la lechera, porque el final previsto del Consell no era ese: era convertirlo en el organismo clave de la independencia de Cataluña con dinero que podría llegar directamente de Moscú, a razón de dos millones de euros al año.

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