La misa semanal une a la élite catalana: de Illa a Puigdemont, Pujol, Junqueras, Rull o Garriga
Los máximos dirigentes catalanes, ya sean de derechas o izquierdas, están unidos por un invisible hilo: todos son católicos practicantes, siguiendo el camino marcado en su día por el expresident Jordi Pujol, gran devoto
¿Qué tienen en común Salvador Illa, Oriol Junqueras, Carles Puigdemont, el presidente del Parlament catalán, Josep Rull, el exconseller de Interior Joan Ignasi Elena, o Ignacio Garriga, líder de Vox en la comunidad? Que son católicos practicantes. Todos llevan su práctica religiosa con regularidad. Ya lo hacían Jordi Pujol y Artur Mas. Ni que decir tiene que la cúpula de UDC, por su propia condición de democristiana, estaba imbuida del sentimiento religioso (un ex de Unió, Ramon Espadaler, es hoy consejero de Justicia con Salvador Illa), pero la concepción de misa dominical parecía quedar lejos de otros líderes políticos. Sin embargo, hay un hilo invisible, religioso, que une a casi todos los principales dirigentes políticos catalanes en cuyas manos está, en este momento, la gobernabilidad de la comunidad.
El actual presidente de la Generalitat, Salvador Illa, es un ferviente devoto católico, tan practicante como reservado. Dicen quienes le conocen que incluso supera en religiosidad a su predecesor Artur Mas y que está a la altura de Jordi Pujol, el president que en los años 80 no faltaba al oficio dominical en la iglesia de Sant Gregori Taumaturgo, junto a su esposa Marta Ferrusola y al secretario general de Presidencia, Lluís Prenafeta.
A nadie se le escapa la profunda convicción religiosa del que fuera el jefe de uno de los clanes familiares más potentes de Cataluña: Pujol hizo alarde de su catolicismo desde el minuto uno. A sus sucesivos gabinetes los reunía una vez al mes en el monasterio de Poblet, una de las joyas cistercienses de la comunidad, el complejo donde están enterrados Jaime I El Conquistador, Alfonso II El Casto o Pedro IV El Ceremonioso. Pero que también alberga el monumental archivo documental legado por Josep Tarradellas. Los encuentros de Pujol eran llamados popularmente en los ambientes políticos "ejercicios espirituales".
Los ejercicios espirituales de Illa
¿Y qué hizo Salvador Illa tras nombrar a su gobierno? Reunirlos un fin de semana en Poblet para impartir instrucciones, definir su hoja de ruta y cambiar impresiones sobre la estrategia que ha de llevar el nuevo Govern en esta legislatura. Los ejercicios espirituales del nuevo líder catalán son una receta que en ocasiones practicaron dirigentes políticos: en 2019, cuando un grupo de exconvergentes intentaron reconducir la deriva extremista del PDeCAT liderado por Carles Puigdemont y del entonces president Quim Torra, se reunieron 250 descontentos en el monasterio de Poblet para intentar armar una organización posconvergente moderada. Allí estaban desde Carles Campuzano hasta Marta Pascal, pasando por Roger Montañola, Silvia Requena, Jordi Xuclà o Lluís Recoder.
Otra tradición instaurada por Pujol fue la obligada visita a Montserrat, el símbolo de la derecha nacionalista catalana. El peso de la Abadía de Montserrat en la memoria colectiva catalana es grande y trasciende el ambiente religioso para internarse en las turbulentas aguas de la política. Allí se celebraron secretas reuniones políticas desde los tiempos del franquismo, muchas de ellas vigiladas y controladas a distancia por el régimen.
El pasado 7 de septiembre, una semana después de sus ejercicios espirituales en Poblet, Illa acudió al Monasterio de Montserrat. Tuvo en esta ocasión una excusa oficial para ir: intervino en el acto institucional de la apertura del Milenario de la Abadía de Montserrat. Este enclave, dijo Illa en el acto, es clave para entender a Cataluña. "Montserrat se ha convertido en una referencia para el conjunto de catalanes y catalanas, pero también para los miles de personas de todo el mundo que cada año peregrinan hasta el monasterio. Y es aquí donde reside su gran valor: convertirse en una referencia universal de espiritualidad cristiana enraizada en nuestro país".
El hasta ahora presidente de ERC (que pretende ser reelegido en el congreso de noviembre, pese a llevar 13 años en el cargo), Oriol Junqueras, es otro de los políticos practicantes de misa dominical. Una fuente de ERC matiza a El Confidencial que esa afirmación no es del todo exacta y que va a misa solo cuando puede y le deja su actividad política."El buen pastor es aquel que huele a oveja", dijo Junqueras en una ocasión, en el tono clerical que suele utilizar en sus discursos. Así, se impregna semanalmente del olor a militante en las visitas que hace a las agrupaciones y los casales de ERC para recabar apoyos a su candidatura.
A Dios rogando…
El líder republicano tiene una larga y profunda trayectoria religiosa. Tras acabar la carrera de Historia Moderna y Contemporánea, realizó un stage de seis meses en el Vaticano, trabajando en el archivo secreto de la sede papal y en la Biblioteca Apostólica Vaticana. El sustrato católico acuñado en su juventud se solidificó hasta tal punto que cuando estuvo encarcelado pidió trabajo en el archivo del Monasterio de Poblet, pero la pandemia frustró sus planes.
Otro de sus fichajes fue Joan Ignasi Elena, exconsejero de Interior con Pere Aragonès (que curiosamente es ateo y está casado solo por lo civil) hasta hace mes y medio, que es otro católico de práctica periódica. Proveniente del PSC, donde encabezó una corriente crítica, se pasó finalmente a las filas de ERC, donde comulgaba religiosamente con Oriol Junqueras. Curiosamente, el alto mando de los mossos con más fama de católico es Miquel Esquius, recién nombrado por Salvador Illa. Esquius es apodado El Cura por sus subordinados, debido a que había iniciado estudios de Teología. El antecesor de Esquius, el comisario Eduard Sallent, al que había nombrado Elena, además de ser considerado el hombre de ERC en el Cuerpo era, además, otro católico practicante "en grado máximo", situado en la órbita del Opus Dei.
La religión llega al Parlament
Artur Mas, antecesor de Illa al frente de la Generalitat, se definió públicamente como católico practicante, asiduo a las misas de la parroquia de Sant Ildefons. Su sucesor, Carles Puigdemont, también es de tradición católica. Hay una anécdota que ilustra el carácter del fugado: durante su juventud, pasó algunos veranos en el monasterio de Poblet reflexionando. "De joven era muy inquieto, se lo preguntaba todo y en esa búsqueda personal, durante algunos veranos, vino a Poblet, sin ninguna pretensión de ser monje, pero sí a pasar unos días con la comunidad", rememoró al Diari de Tarragona el exalcalde de Montblanc Josep Andreu. En 2014, el abad de Poblet viajó a Girona cuyo alcalde era entonces Puigdemont. "Volvíamos de Girona a casa. En el coche, el abad estaba pensativo, callado, reflexionando, parecía como si estuviera rezando, cuando de repente me dijo: 'Carles sería un buen presidente de la Generalitat, ¿no crees?'(…) El abad Maur Esteva tenía cierta perspicacia".
De ahí que la relación entre Puigdemont y la Iglesia fuese siempre sobre ruedas. Incluso el arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella, intentó mediar entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont durante el otoño de 2017, tras el referéndum ilegal, pero sus gestiones no fructificaron.
El actual presidente del Parlament, Josep Rull (JxCat) es también un católico practicante de larga tradición. Su trato afable solo es comparable con su intransigencia política. Rull pasó del nacionalismo moderado pujolista al independentismo más montaraz que representa Puigdemont, pero su catolicismo practicante siguió intacto, indeleble, ante la transición ideológica del dirigente de JxCat.
Los ejemplos de Illa y Junqueras demuestran que el catolicismo practicante está también presente en la izquierda catalana. Alfonso Carlos Comín, uno de los políticos más carismáticos de la transición, era comunista. Pero también era un cristiano convencido. Llegó al comunismo a través de Dios (o viceversa, según se mire). Pero marcó un camino, desdemonizando la religión y separando la práctica religiosa del conservadurismo. Demostró que también había religión, Iglesia y misa más allá del franquismo. Su hijo, Toni Comín, hoy fugado en Waterloo junto a su amigo Puigdemont, heredó en parte el apego de su padre a las veleidades místicas, pero según quienes le conocen está lejos de la práctica religiosa de su progenitor. En el otro extremo de la balanza ideológica está el líder de Vox en Cataluña, Ignacio Garriga, católico practicante hasta la médula y supernumerario del Opus Dei.
¿Qué tienen en común Salvador Illa, Oriol Junqueras, Carles Puigdemont, el presidente del Parlament catalán, Josep Rull, el exconseller de Interior Joan Ignasi Elena, o Ignacio Garriga, líder de Vox en la comunidad? Que son católicos practicantes. Todos llevan su práctica religiosa con regularidad. Ya lo hacían Jordi Pujol y Artur Mas. Ni que decir tiene que la cúpula de UDC, por su propia condición de democristiana, estaba imbuida del sentimiento religioso (un ex de Unió, Ramon Espadaler, es hoy consejero de Justicia con Salvador Illa), pero la concepción de misa dominical parecía quedar lejos de otros líderes políticos. Sin embargo, hay un hilo invisible, religioso, que une a casi todos los principales dirigentes políticos catalanes en cuyas manos está, en este momento, la gobernabilidad de la comunidad.
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