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El independentismo ficha a un exterrorista para pedir la expulsión de la Policía de Barcelona
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El independentismo ficha a un exterrorista para pedir la expulsión de la Policía de Barcelona

Carles Sastre, fundador de Terra Lliure y asesino del empresario Josep Maria Bultó, da un discurso en plena calle de Barcelona ante activistas encabezados por un alto cargo de la ANC

Foto: Carles Sastre, durante el acto. (EC)
Carles Sastre, durante el acto. (EC)
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El independentismo da una vuelta de tuerca a su propia esencia: este pasado martes, apenas un centenar de viejos activistas se reunieron ante la sede de la Jefatura Superior de Policía de Cataluña, en plena Via Laietana, para denunciar torturas y pedir que la Policía Nacional desaloje el edificio para que el soberanismo pueda hacer en ese lugar un museo de la tortura y la represión. Para que el acto pudiera llevarse con normalidad, fue necesario cortar la Via Laietana al tráfico. La expulsión de la Policía Nacional de su sede es una foto fija que el soberanismo quiere conseguir para visualizar su supremacía y victoria sobre el Estado.

La sorpresa fue que el invitado estrella del acto es un antiguo terrorista, con las manos manchadas de sangre: Carles Sastre, condenado por haber matado al empresario Josep Maria Bultó, a quien adosó una bomba en el pecho y la hizo estallar. Curiosamente, sólo estuvo cinco meses en la cárcel porque se le aplicó la amnistía de 1977, puesto que aún no había sido juzgado.

El antiguo terrorista olvidó también que él fue el alma mater del Exèrcit Popular Català (EPOCA), grupo armado bajo el que cometió el atentado a Bultó, y que participó en la creación de Terra Lliure tras desaparecer EPOCA. Tras ser detenido en Puigcerdà en 1985, fue juzgado y condenado por la muerte de Bultó a 48 años de prisión. En 1986, fue absuelto de la muerte del exalcalde de Barcelona Joaquim Viola y de su esposa por el mismo procedimiento que Bultó. Fue absuelto por falta de pruebas, pese a que 8 años más tarde fue reconocido por el hijo del exalcalde como el hombre que entró en su casa y asesinó a sus padres.

El invitado estrella es un antiguo terrorista: Sastre, asesino del empresario Josep Maria Bultó a quien le adosó una bomba en el pecho

En 1987, fue condenado de nuevo a 18 años de prisión por pertenencia a banda armada y tenencia ilícita de armas. Pese a las duras condenas, salió en libertad en 1996. Tras esa etapa, se incorporó como dirigente del sindicato Intersindical, la central de referencia del independentismo extremista y desde 2013 a 2020 fue el secretario general del mismo. En el ínterin, concurrió a las elecciones autonómicas catalanas en la lista de la CUP en 2012.

Dramatismo ante Jefatura

Su atrabiliaria trayectoria le han hecho merecedor de un aura de gurú independentista que atrae a un sector extremista del soberanismo catalán que busca nuevos héroes. La memoria selectiva ayuda a encontrar un referente de estas características. Y Sastre dio un buen ejemplo de lo que es la (pequeña) memoria del independentismo. Con un relato en ocasiones sobrecargado de dramatismo, relató a los presentes presuntas torturas que padeció en las dependencias policiales que tenía a su espalda. Hay que decir que solo estuvo en calabozos tres días durante el franquismo y 10 días (porque se le aplicó la ley antiterrorista) en democracia. Pero en su relato esos 13 días parecían una eternidad.

Narró un escenario siniestro. “Recuerdo que los primeros días que me veía en el espejo, no sé si era un espejo o una chapa, es igual, tenía la cara toda sucia. Intentaba limpiar, pero se rieron de mí. Me dijeron ‘si no hace falta que limpies, si son morados. Al final, no sabes si son morados, si son de aquello… bueno…”.

Foto: comunes-desalojar-policia-nacional-sede-barcelona

Recordó con escalofríos dos cosas de las celdas: “Descansas entre cerrojo y cerrojo. Y lo que más recuerdo es el olor a Zotal. Mucho olor a Zotal. Habían de recurrir a Zotal porque si no eso sería un foco de infecciones, también es verdad. Y después los cerrojos. El Zotal entra por la nariz y el cerrojo entra por los oídos y acabas de crear una especie de tensión entre Zotal y cerrojos que se acaba cuando te llevan para hacer diligencias y luego vuelves a comenzar...”.

Y denunció que todo lo hacían por el relato. No el suyo, sino el de la Policía: “Lo que busca el interrogatorio, aparte de sacarte información, es un relato. Y si hay varias personas, han de cuadrar el relato. Es decir, es preciso hacer un relato y que cuadre, y cuando presentan la instrucción al juez, ha de tener un relato. Los datos no explican nada, no ayudan a hacer nada, no ayudan a entender, y el relato sí. Lo importante de esto es que es una destrucción sistemática de la persona. Y todo por el relato, que luego pasa al sumario, a los medios, etc, etc”.

El relato

Terminó con un alegato que trata de justificar su enfado con la democracia española: “Lo que me cabrea más no es esto que he contado, sino que es que hasta bien entrada la democracia hacen ver que no pasaba nada. Todos sabían que se iba torturando, pero políticos, instituciones, medios de comunicación miraban hacia otra parte. Es decir, que hasta bastante avanzada la democracia, como mínimo, todos sabían que se torturaba sistemáticamente, que no eran prácticas puntuales, sino sistemáticas, pero de una u otra manera ya les iba bien. O sea, no era una lacra del franquismo… durante años se vinculó la práctica de la tortura al franquismo, pero no, oiga, era del franquismo, pero ha perdurado durante muchos años y lo han ido tapando mirando hacia otro lado”.

Foto: otro-hueso-pedro-sanchez-erc-explusar-policia-nacional-barcelona

Este relato, con el edificio de la Jefatura a su espalda, caló en el público asistente, en cuya primera fila se encontraba Josep Cruanyes, expresidente de la Sociedad Catalana de Estudios Jurídicos, exsecretario de la Comisión de Lengua Catalana del Colegio de Abogados, el responsable de la llave de la caja de solidaridad (la que paga las fianzas de los condenados) y actual responsable de Gestión Jurídica y Seguridad de la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Cruanyes fue condecorado en 2018 por Quim Torra con la Cruz de Sant Jordi, el máximo galardón de la Generalitat. En aquella fecha, ocupaba el cargo de vicepresidente de la ANC.

Los reunidos ante Jefatura reclaman el edificio como propio, cuando hace 100 años era un inmueble de propiedad privada, de los Vidal-Quadras, que pasó después a los Milans y que acabó en manos del Gobierno español. Durante la República, fue cedido a la Generalitat, que instaló allí la sede de la siniestra dirección de Seguridad, controlada por el consejero parafascista Josep Dencàs y dirigida personalmente por el también parafascista Miquel Badia (abatido a tiros en 1938 por un comando de la FAI). Pero el independentismo ya ha anunciado que la época en que Badia torturaba impunemente durante la República no se puede tocar… ni recordar. El Museo de Memoria Histórica ha de tener la misma memoria que Sastre y el independentismo en general: selectiva.

El independentismo da una vuelta de tuerca a su propia esencia: este pasado martes, apenas un centenar de viejos activistas se reunieron ante la sede de la Jefatura Superior de Policía de Cataluña, en plena Via Laietana, para denunciar torturas y pedir que la Policía Nacional desaloje el edificio para que el soberanismo pueda hacer en ese lugar un museo de la tortura y la represión. Para que el acto pudiera llevarse con normalidad, fue necesario cortar la Via Laietana al tráfico. La expulsión de la Policía Nacional de su sede es una foto fija que el soberanismo quiere conseguir para visualizar su supremacía y victoria sobre el Estado.

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