El independentismo se lame las heridas de la Diada con miedo a seguir la senda de Quebec
El independentismo asume que, tras el fracaso electoral del pasado 12 de mayo, tampoco cuenta ya con la fuerza en la calle que demostró antaño y busca culpar de ello a los partidos
El independentismo está de resaca tras la baja participación de la Diada de este 2024, algo más de 70.000 personas repartidas por cinco manifestaciones. Se quería que la calle fuera el fiel de la balanza que compensara la crisis que sufren los tres partidos independentistas, pero aunque la movilización fue de miles de personas, no ha servido para compensar la pérdida de la Generalitat y de la mayoría absoluta en el Parlament. En el independentismo temen un efecto parecido al de Quebec, en el que el separatismo cayó de manera paulatina después de los tres referendos sobre la independencia.
Junts, el partido que más se implicó en las movilizaciones de la Diada, ha rechazado la petición de autocrítica que se ha hecho desde organizaciones como Òmnium y que responsabilizan a las formaciones políticas del mal momento que se vive tras la intentona de hace siete años de romper con el resto de España.
Primera consideración: 70.000 personas son mucha gente. Mucha si se tiene en cuenta el fracaso de 2017, las promesas incumplidas por parte del independentismo y lo que ha retrocedido Cataluña en términos de autogobierno. Mucho también porque habría que preguntarse qué causa o qué partido podría movilizar a tanta gente en este momento entre los catalanes. Lo que pasa es que resulta escasa si se compara con la capacidad de arrastre que había tenido el movimiento en años anteriores.
La calle siempre ha sido una base muy importante del independentismo catalán. Las grandes manifestaciones servían para justificar una mayoría social que no se correspondía con la mayoría parlamentaria que había en el Parlament hasta que llegó Salvador Illa. Dos millones de personas tenían que ser suficientes para arrastrar a 7,4 millones de catalanes hacia la separación del resto de España. Y para eso había que apabullar en las marchas en la calle.
Ahora ese efecto de "els carrrers seran sempre nostres", se pierde, por mucho que la movilización siga siendo relevante en términos políticos. Y coinciden con las horas bajas en las que viven los tres partidos independentistas —Junts, ERC y la CUP— los tres sumidos en crisis internas de diversa intensidad.
El presidente de la ANC, el cantautor Lluís Llach, reconoce que "no estará satisfecho" hasta que las manifestaciones de la Diada vuelvan a alcanzar las cifras de antaño, según declaró a Catalunya Ràdio. Sin embargo, que la propia ANC se haya negado este año por primera vez a dar cifras refleja la preocupación con la que se vive el momento.
El portavoz de Junts, Josep Rius, se desmarcó de la petición que se hacía a los partidos de "autocrítica" por haber fallado al movimiento y no haber podido implementar la independencia. "La debe hacer todo el mundo. No es justo que nos metan a todos en el mismo saco", afirmó, con lo que su formación eludía cualquier responsabilidad en las horas bajas que vive el independentismo.
Incongruencias de las masas
Hay otros problemas de fondo, como la incongruencia de las masas. No puedes hacer manifestaciones masivas pidiendo unidad y que la mayoría de los carteles y pancartas sean contra ERC acusándoles de apoyar el 155 por haber investido a Illa. En ese clima, no hay unidad posible.
Dado el clima de la marcha en Barcelona, ERC rebajó su participación a lo mínimo
Así, la presencia de los republicanos se redujo a la mínima expresión, a una pequeña comitiva que encabezó la portavoz en el Parlament, Marta Vilalta. El expresident Pere Aragonès no asistió, su cara aparecía en numerosos carteles críticos. Tampoco fue Oriol Junqueras. Y la secretaria general Marta Rovira optó por volver a Suiza.
El problema de fondo
Pero el problema de fondo del independentismo no parece la baja movilización en la calle, muy alta teniendo en cuenta las circunstancias y un contexto global que ya no ayuda: la economía crece al 3 % y la guerra en Ucrania juega en contra de aventuras separatistas en el seno de Europa. La cuestión es la incapacidad para renovar los liderazgos.
Junts celebra un Congreso para echarse en brazos de Carles Puigdemont. Oriol Junqueras parece el mejor preparado para ganar la presidencia de ERC. Incluso Lluís Llach era diputado en el Parlament en 2017 y formaba parte de lo que se denominaba "Estado Mayor", el grupúsculo de políticos independentistas que fueron acompañando a Puigdemont hasta la declaración de independencia del 27 de octubre. Hasta que no cambien las caras, la autocrítica servirá de poco. Y sin hacer nada, Salvador Illa puede tener garantizados un par de mandatos.
El independentismo está de resaca tras la baja participación de la Diada de este 2024, algo más de 70.000 personas repartidas por cinco manifestaciones. Se quería que la calle fuera el fiel de la balanza que compensara la crisis que sufren los tres partidos independentistas, pero aunque la movilización fue de miles de personas, no ha servido para compensar la pérdida de la Generalitat y de la mayoría absoluta en el Parlament. En el independentismo temen un efecto parecido al de Quebec, en el que el separatismo cayó de manera paulatina después de los tres referendos sobre la independencia.
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