El círculo de Puigdemont impulsa el derribo del Parlament y alienta la tensión en la calle
"¿Creíais que esto se había acabado? ¡Lo volveremos a hacer!". Círculos extremistas, con la mano derecha del fugado a la cabeza, echan mano de la hispanofobia para aumentar la crispación en Cataluña
De normalidad, nada de nada. El independentismo más montaraz no quiere la normalidad democrática. No está dispuesto a pasar página ni que sus rivales lo hagan. Ese ultranacionalismo está dispuesto a derribar las instituciones democráticas si no está en el poder. Una de las teorías puestas sobre la mesa para calentar el ambiente y, de paso, la próxima Diada del 11 de septiembre es el derribo del edificio neoclásico del propio Parlament, en el conocido parque de la Ciudadela. La propuesta no es broma y está alentada por Josep Lluís Alay, jefe de la Oficina de Carles Puigdemont (y, por tanto, alto cargo del Govern, con un salario público anual de más de 113.000 euros anuales).
Alay apuesta por crear otro Parlament en un edificio de nueva construcción que se ubique en la plaza de Glòries (lo que, previsiblemente, implicaría eliminar el centro comercial que existe en la actualidad o algunas de las edificaciones aledañas).
"Lo que se ha de hacer es un Parlamento nuevo, por ejemplo, en la plaza de las Glòries (lo que serviría para darle sentido a esta plaza-parque) y derribar de una vez este arsenal y cuartel de la ignominiosa Ciudadela borbónica, que arquitectónicamente no vale gran cosa", alienta Alay. La virulencia de la propuesta no puede sustraerse a la intención de borrar cualquier vestigio de la Monarquía, como recientemente ha sucedido en el Palau de la Generalitat.
Alay fue también el que más se significó para reactivar la teoría de la conspiración, según la cual los atentados islamistas de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils fueron orquestados por los servicios secretos españoles y no por una célula yihadista (que fue juzgada y condenada). El propio Alay calificaba el pasado 27 de agosto a algunos altos cargos socialistas del Govern de ser los de la "cal viva", tal y como se lanzaba por TV3 en algunos programas hispanófobos durante los últimos años.
Recuperar ética y estética
Esta campaña es paralela a los llamamientos de diferentes entidades y plataformas sociales para crispar el ambiente. Porque el independentismo necesita una cosa para sobrevivir: encender las calles. Por eso, ha puesto en marcha una estrategia de mensajes ultraextremistas para tensionar a la sociedad. Un escrito de la recién constituida plataforma Som 1 d’Octubre dice: "Nuestra capacidad de resistencia y adaptación a las circunstancias más adversas nos ha llevado, pese a los peores embates, a estar con capacidad de luchar de nuevo por nuestra independencia y así poder ser amos de nuestro futuro (…) No podemos permitir que un Estado casposo llene nuestros triunfos y recuerdos de naftalina".
Varios conocidos activistas, como Toni Strubell (exdiputado de Solidaritat Catalana per la Independència, partido hoy en la órbita de Puigdemont), rescataban esta semana una entrevista en 2015 con el hoy alcalde, Jaume Collboni. Era campaña electoral y el socialista rechazaba la conversión de una zona en el deteriorado barrio de la Barceloneta como un reducto para yates de lujo de las elites económicas del pujolismo, impulsada por Xavier Trias. En los mensajes independentistas obvian la finalidad de las críticas de Collboni y afirman que lo que rechazaba entonces era la Copa América. Todo iba de yates, pero el actual alcalde, que fue el que consiguió la llegada de la regata a Barcelona pese a la negativa de la alcaldesa Ada Colau, solo rechazaba el gueto de La Marina, un lugar ultraexclusivo para los yates de los megarricos catalanes.
Resurgir de la hispanofobia
El exdirigente y exconcejal de la CUP Otger Amatller, pregonero en la fiesta mayor de Vilafranca del Penedès condensa este nuevo espíritu del independentismo radical: "Celebremos la fiesta con música y folclore, con respeto (…) que la fiesta nos sirva de energía positiva para que todo el resto del año podamos soportar este capitalismo que nos estrangula. Buena fiesta mayor y puta España".
Tras la polémica por haber organizado cursillos para niños de lanzamiento de cócteles molotov y de contenedores de basura contra coches policiales en Granollers, los radicales se han envalentonado. "En Cardedeu, quemando 'estanqueras' [nombre despectivo de la bandera española], en Granollers, talleres de cócteles y, en Vilafranca finalizando el pregón con un 'puta España'… ¡Bienvenidos a las Fiestas Mayores del país! ¿Creíais que esto se había acabado? ¡Lo volveremos a hacer, hasta la victoria!".
El grupúsculo Nosaltres Sols, encuadrado en la extrema derecha y que apoya indistintamente los postulados más radicales de Junts o los de grupos extraparlamentarios, se ha mostrado particularmente activo este verano: ha pintado 33 localidades turísticas con el lema 'Ni Francis ni España, Països Catalans'. Este grupo está hoy cercano a los postulados de la Aliança Catalana de la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols. Después de que Jordi Turull explicase públicamente cómo se había vuelto a fugar Carles Puigdemont, Nosaltres Sols lo critica abiertamente: "Un principio básico en seguridad es no dar pistas a tu enemigo. Ni antes ni durante ni después. Porque el enemigo no es idiota y, si le das información, aprenderá y evitará que lo puedas hacer en el futuro. Están poniendo el peligro a todos los independentistas".
Como el propio grupo pregona en Instagram, "hemos venido para romper el ciclo. Hagamos renacer Cataluña". También tienen como referente al ultra Daniel Cardona, fundador del grupo en el siglo pasado, que perteneció a varias organizaciones terroristas, que escapó a Francia y que acabó sus días en la comarca del Baix Llobregat, donde murió sin problemas con el franquismo. Cardona es también el principal referente intelectual del expresident Quim Torra.
La tensión coincide con la celebración, del 6 al 8 de septiembre, de prácticas paramilitares en un campamento de la Societat d’Estudis Militars (SEM), que llevan haciéndose desde 2020. En la edición de 2024, aprovechan un cartel relativo a las oposiciones del Ejército español en el que se anima a alistarse con las promesas de conceder la nacionalidad española y de que las pruebas son fáciles. "Os podemos garantizar que la escuela de verano Zulú no es fácil", advierten sus responsables.
De normalidad, nada de nada. El independentismo más montaraz no quiere la normalidad democrática. No está dispuesto a pasar página ni que sus rivales lo hagan. Ese ultranacionalismo está dispuesto a derribar las instituciones democráticas si no está en el poder. Una de las teorías puestas sobre la mesa para calentar el ambiente y, de paso, la próxima Diada del 11 de septiembre es el derribo del edificio neoclásico del propio Parlament, en el conocido parque de la Ciudadela. La propuesta no es broma y está alentada por Josep Lluís Alay, jefe de la Oficina de Carles Puigdemont (y, por tanto, alto cargo del Govern, con un salario público anual de más de 113.000 euros anuales).
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