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Un dirigente de Tsunami Democràtic se hacía pasar por detective para camuflar espionajes telefónicos
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Un dirigente de Tsunami Democràtic se hacía pasar por detective para camuflar espionajes telefónicos

Josep Campmajó, alias 'Canalla', recibía información confidencial de las fuerzas de seguridad gracias a los topos que tenía en Mossos y Guardia Urbana

Foto: Agentes de los Mossos controlan a los activistas de Tsunami que bloquearon El Prat. (EFE/Alejandro García)
Agentes de los Mossos controlan a los activistas de Tsunami que bloquearon El Prat. (EFE/Alejandro García)

El empresario gerundense Josep Campmajó, que se hacía llamar Canalla entre los activistas de la plataforma clandestina Tsunami Democràtic, monitorizaba movimientos policiales con datos confidenciales que le pasaban determinados topos que tenía tanto en los Mossos d’Esquadra como en la Guardia Urbana de Girona. Pero también se hacía pasar por detective para encargar trabajos, como reventar wifis o espiar teléfonos móviles, a un experto. Gracias a ese espionaje ilegal estaba al corriente del despliegue territorial que hacían las fuerzas de seguridad cuando Tsunami Democràtic realizaba acciones callejeras y conseguía burlar los controles o anticiparse a la Policía para crear tensión y caos en las calles.

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La Guardia Civil relata, en uno de sus informes, una intrincada red de colaboradores relacionada con la información confidencial. Entre las grabaciones que consiguió figuran conversaciones con B. P. J., al que Campmajó consideraba “de mi equipo” y que sería el encargado de “llevar a cabo acciones como realizar ataques de clonación y captura de un dispositivo móvil o analizar las vulnerabilidades del sistema wifi de una vivienda. Estas acciones se realizan por encargo y, atendiendo a las evidencias analizadas, Campmajó ofrece este servicio, recibiendo una contraprestación económica por el mismo”.

B. P. tiene una página web en la que se presenta como “experto en ciberseguridad y privacidad, perito judicial informático forense, buen comunicador y orador en juicios”. Afirma ser “autodidacta desde mis humildes orígenes hasta hoy en día, me importa más tener conocimientos y saber hacer las cosas que obtener titulaciones”. Asegura también que es “formador de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, empresas y colectivos especializados” y que tiene su propio laboratorio forense. Asimismo, colabora con algunos medios de comunicación y cada quince días tiene una aparición en un programa de TV3.

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B. P., tras revisar sus archivos, aseguró a El Confidencial: “Efectivamente, conozco a este señor. Se me presentó como detective y me encargó tres temas en total, lo mismo que otros muchos detectives”. Este especialista subraya que recibe muchos mensajes al día sobre temas de ciberseguridad, que el análisis de dispositivos móviles o vulnerabilidades de domicilios entra dentro de su trabajo. “Pero, como analista, alerté desde el principio que la gente no se fiase de la aplicación de Tsunami Democràtic, porque no debes fiarte nunca de una aplicación que no sabes quién ha creado y que te exige dar una serie de datos confidenciales”. Como detective, Campmajó sacó a relucir el tema político en algunas ocasiones y el analista, según sus propias palabras, le siguió “la corriente”, pero niega que trabajase para Tsunami o algo similar, puesto que los encargos realizados fueron similares a los trabajos que hacía para otros detectives y que ignoraba que pudieran haberse utilizado en cuestiones como la realización de acciones de Tsunami Democràtic.

Una red de topos

No era la única persona ligada a las fuerzas de seguridad que el empresario había tocado: los investigadores identificaron varios agentes en activo que le pasaban datos, “facilitándole información confidencial de bases de datos policiales o informando sobre técnicas o protocolos policiales de carácter restringido”. Al menos dos mossos y un sargento de la Policía Local de Girona estaban en su lista de colaboradores.

placeholder Acompañado de agentes de la Guardia Civil, el empresario Josep Campmajo (con gafas), sale de su domicilio en Girona, Catalunya (España), a 28 de octubre de 2020. (Europa Press/Glòria Sánchez)
Acompañado de agentes de la Guardia Civil, el empresario Josep Campmajo (con gafas), sale de su domicilio en Girona, Catalunya (España), a 28 de octubre de 2020. (Europa Press/Glòria Sánchez)

Raúl N. G., por ejemplo, era un miembro de la Policía autonómica “que procede al traspaso de titularidad de matrículas e información policial privilegiada sobre sucesos e implicados, traspaso de información sobre despliegues y procedimientos operativos de las Fuerzas y cuerpos de Seguridad, asesoramiento policial en materia de vigilancia operativa”. También Pau M. E. es otro mosso que le facilitó la titularidad de una matrícula. Y Josep M. R. es un cabo de la Guardia Urbana que “facilita información policial confidencial de tipo de funcionamiento de un señalamiento en el espacio Schengen o identifica a componentes de la Policía Municipal de Girona vestidos de paisano”. En otras palabras, Pau M. era un topo de los extremistas que delataba a sus propios compañeros de la Guardia Urbana cuando éstos actuaban de incógnito.

Campmajó guardaba, según los agentes que le siguieron la pista, “un excesivo celo por la seguridad no sólo de sus comunicaciones, sino en general, hallándose documentación que indican la asistencia de Josep Campmajó en cursos de seguridad que impartían formación sobre la instalación de medios de escucha y vídeo, escáneres de radiofrecuencia y detectores de semiconductores”. En relación con esta actividad, se le encontraron conversaciones con Jaume Cabaní, el contable de Carles Puigdemont y el hombre que diseñó la seguridad y los canales opacos de financiación del Consell de la República, así como la estructura financiera de Òmnium Cultural en Europa. Cabaní utilizaba el sobrenombre de Kanabo en la red de Tsunami. La compañía de Cabaní, Catalitza Oü, ubicada en Estonia, había realizado pagos a Campmajó conceptos como “análisis de oficinas y rastreo de señales” o “investigación riesgo potenciales clientes”.

Una cita con Puigdemont

La Guardia Civil halló también en su móvil conversaciones con Oleguer Serra, alias Pare Carbasser, dirigente de Tsunami perteneciente a la cúpula de Òmnium Cultural. El empresario gerundense le había pasado imágenes de “material técnico de seguridad como walkitalkies y tarjetas de telefonía de prepago”. También había una conversación donde hablaban de “walkitalkies encriptados y que funcionan fuera del rango de frecuencias estándar” que se podrían utilizar en “operaciones especiales”. En los registros informáticos realizados, los agentes encontraron abundantes rastros de búsquedas en Internet de páginas para la adquisición de “material de seguridad, defensa personal y policial o espionaje”.

Foto: Centenares de personas bloquean El Prat convocadas por Tsunami Democràtic. (EFE/Quique García)

En agosto de 2020, un amigo de Campmajó quería verse con Carles Puigdemont en Waterloo y el empresario gerundense llamó al jefe de la Oficina del expresident, Josep Lluís Alay, para concertar la reunión. “Buenas tardes, soy Josep Campmajó, de Girona. Nos hemos conocido de refilón en lugares extraños. El jefe me ha dado tu teléfono y me ha dicho que te lo pida a ti. Tengo un colaborador que el día 26 de septiembre viaja hacia el norte y quiere pasar a saludar al president. Son él y 7 más. ¿Se le puede dar hora? ¡Mil gracias!”, le dijo a Alay. Éste le respondió enseguida. “Necesitamos saber quiénes son, por favor. El colaborador y los 7. Miramos la hora”.

Pero, en realidad, el trabajo de Campmajó no se limitaba a dirigir un grupo de Tsunami Democràtic: también colaboraba con Xavier Vendrell, el jefe de Tsunami, en el pelotazo urbanístico que éste preparaba en Cabrera de Mar, donde había conseguido recalificar unos terrenos para que le permitiesen edificar una escuela, una residencia y un restaurante de alto copete. También, según los informes policiales, “colaboró estrechamente con Vendrell en la gestión de las residencias tras su contratación por Cinta Pascual”. El exdirigente de ERC fue contratado por la presidenta de la patronal de las residencias (Cinta Pascual es una persona cercana a Esquerra) para gestionar desde fuera ese tema en abril de 2020, justamente tras decretarse el estado de alarma. Vendrell percibió por su trabajo 5.000 euros netos mensuales. Las conversaciones de Vendrell con Pascual evidencian un descontrol absoluto de la situación, la confusión y la mezcla de ancianos enfermos de Covid con otros sanos y alarmantes casos de errores en la gestión.

El empresario gerundense Josep Campmajó, que se hacía llamar Canalla entre los activistas de la plataforma clandestina Tsunami Democràtic, monitorizaba movimientos policiales con datos confidenciales que le pasaban determinados topos que tenía tanto en los Mossos d’Esquadra como en la Guardia Urbana de Girona. Pero también se hacía pasar por detective para encargar trabajos, como reventar wifis o espiar teléfonos móviles, a un experto. Gracias a ese espionaje ilegal estaba al corriente del despliegue territorial que hacían las fuerzas de seguridad cuando Tsunami Democràtic realizaba acciones callejeras y conseguía burlar los controles o anticiparse a la Policía para crear tensión y caos en las calles.

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