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El gallinero de JxCAT: las familias enfrentadas que pusieron contra las cuerdas al Govern
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El gallinero de JxCAT: las familias enfrentadas que pusieron contra las cuerdas al Govern

En la formación que fundó Carles Puigdemont anidan dos grandes corrientes que albergan a diferentes familias o clanes: una pragmática y moderada y otra radical que busca someter al resto de formaciones soberanistas

Foto: El secretario general de JxCAT, Jordi Turull (i), y la presidenta del partido, Laura Borràs. (EFE/Enric Fontcuberta)
El secretario general de JxCAT, Jordi Turull (i), y la presidenta del partido, Laura Borràs. (EFE/Enric Fontcuberta)

No solo el Govern ha sufrido las tensiones internas del soberanismo. Dentro de Junts per Catalunya (JxCAT) se hicieron visibles las contradicciones entre el llamado ‘independentismo mágico’ y el pragmatismo. Se debe a las variopintas familias que han ido llegando a las filas del partido creado por Carles Puigdemont y que trataron de buscar acomodo en la formación. La lucha por el equilibrio de poderes tuvo como consecuencia un pintoresco juego de tronos, que se visualizó en la ejecutiva de este jueves (que iba a durar media mañana, pero duró todo el día). Hubo pacto interno y una estrategia estudiadamente consensuada y maleable ante ERC.

La corta historia de JxCAT está llena de pactos internos y equilibrios para afrontar situaciones convulsas. Puigdemont fue el líder indiscutible (cada vez menos) de una formación cuyo principal ‘leitmotiv’ era mantenerse como referente del independentismo. Convencido de que necesitaba un revulsivo, para las elecciones de 2021 decidió realizar fichajes estrella, nuevos valores que no habían sido cargos de Convergència. Así llegó a personajes como Quim Torra, Laura Borràs, Joan Canadell, Aurora Madaula, Jaume Alonso-Cuevillas, Jami Matamala o Salvador Vergès. El 'expresident' supo captar algunos nombres propios e incorporar de otros partidos a dirigentes, lo que simulaba una inexistente transversalidad de su proyecto del PDeCAT primero, la Crida luego y JxCAT, finalmente.

Foto: Los diputados de JXCAT Elsa Artadi (2d) y Eduard Pujol (2i), junto a otros trabajadores del Parlament. (EFE)

Así, sumó a su compañero de fuga Toni Comín, de ERC (antes había estado en el PSC); a Toni Morral (a quien hizo nombrar secretario general de la Crida), de los comunes; a Josep Costa, también republicano, o a Jordi Sànchez. Todos, sin contar a la socialista Marina Geli, que no ocupó nunca cargos partidistas, eran activistas que fueron moldeando un grupo de allegados y a los que se conocía como el ‘grupo de amigos’ de Puigdemont.

Pudo incluir a varias de las familias que se habían cobijado en JxCAT: una parte de los exmandos de la antigua CDC, los que se habían pasado de otros partidos y los que él había colocado a dedo por proximidad personal. Su autoridad era tal, que mucha gente rechazaba a Jordi Sànchez como secretario general, pero gracias al apoyo de Puigdemont se le mantuvo hasta la pasada primavera. Incluso fue él quien se encargó de defenestrar a gente que había estado próxima a Puigdemont, pero que ya no era útil, como la exportavoz del Govern Elsa Artadi.

Foto: Josep Rull, nuevo presidente del consell nacional de JxCAT (i); la presidenta del partido, Laura Borràs, y el secretario general, Jordi Turull. (EFE/Toni Albir) Opinión
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Mientras Puigdemont estuvo al mando del partido (o de los sucesivos), Quim Torra nunca consiguió despegarse de la etiqueta de ‘president interino’ (apelativo que se autoimpuso) y él mismo decía, cuando ocupaba el Palau de la Generalitat, que el auténtico ‘president’ estaba en Waterloo. Solo al final de su mandato intentó volar por su cuenta, pero para entonces JxCAT ya le había cortado las alas y lo había declarado amortizado. Curiosamente, tanto Torra como Borràs compartían despacho cuando eran simples diputados en el Parlament, tras las elecciones de 2015. Y con ellos, en la ‘war room’, estaba Josep Costa, exvicepresidente del Parlament, el verdadero hombre de confianza que Puigdemont tenía en la Cámara catalana.

Puigdemont aplaude desde la distancia

Pero el 14 de febrero de 2021, la estrategia de Puigdemont saltó por los aires y ERC obtuvo más votos en las urnas. Se acabó una etapa histórica, en la que los republicanos siempre habían actuado de segundones. El 'president' fugado quedó tocado.

Foto: JxCAT se reúne con la ANC para abordar la situación política. (EFE/Alejandro García)

Cuando unos meses más tarde decidió retirarse de la primera fila, ese grupo de amigos cogió el relevo y dio forma al nuevo núcleo duro de JxCAT, liderado por Laura Borràs, que aprovechó su posición en la presidencia del Parlament para asaltar la presidencia del partido y blindarse ante las acusaciones de corrupción que la persiguen desde hace cinco años. Borràs es ahora la líder indiscutible, bajo la atenta mirada de Puigdemont, que no tiene mando en plaza, pero sí peso específico como líder nato de la formación.

Borràs detesta a los republicanos, especialmente después de que con su voto la desalojasen de la presidencia del Parlament. Desde ese momento, sus esfuerzos y los de su entorno más próximo se dirigieron a desgastar al Govern de Pere Aragonès. Fue una estrategia aplaudida en silencio por Puigdemont, que veía cómo la semilla que había plantado germinaba conforme a sus deseos. Borràs y su grupo se marcaron como objetivo hacer tambalear al Ejecutivo con un solo objetivo: si Aragonès no se convertía en una marioneta de JxCAT o marcaba perfil propio, había que defenestrarlo.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (i), y la expresidenta del Parlament Laura Borràs. (EFE/Archivo/Quique García)

El otro gran sector que anida en Junts es el encabezado por Jordi Turull, un veterano convergente que antes de llegar a la secretaría general, en 2021, ya había sido el presidente del grupo parlamentario de CiU en el Parlament. Es un hombre de ‘negocios políticos’, un dirigente curtido cuya principal especialidad es negociar. Ante los posicionamientos extremistas del sector ‘borrallista’, Turull trata de aglutinar las esencias de la antigua Convergència. En la primavera pasada, pactó con Laura Borràs repartirse el poder. “Hemos de hacer equipo, tándem. Tú eres la cara pública y yo me dedico a ser el malo, a hacer el trabajo sucio”. Borràs sabía que ganaría las primarias para dirigir el partido, pero no podía arriesgarse a un desgaste interno con el ‘clan de los posconvergentes’, por lo que aceptó la oferta. Así se convirtieron en presidenta y secretario general, respectivamente.

Las 'familias' de Turull

Bajo el manto de Turull, tienen cabida otras familias. La de los antiguos cuadros convergentes, la de los cargos institucionales y, muy importante, la de los cargos municipales, claves para asentar el poder local de Junts en las próximas elecciones municipales de 2023. Las últimas semanas, Turull ha sido la bisagra que intentó congraciar los intereses rupturistas de Laura Borràs con las posturas más pragmáticas de los cargos moderados de JxCAT, partidarios de blindar la estabilidad del Govern.

En el Ejecutivo, Puigdemont y Borràs contaban con el vicepresidente, Jordi Puigneró, para desgastar a Pere Aragonès. Puigneró, aunque proveniente de Convergència, está considerado un traidor por sus antiguos compañeros, por ofrecer su lealtad a Puigdemont cuando este dinamitó la herencia convergente. El 'expresident' defenestró a Damià Calvet, otro de los pragmáticos, para dar la vicepresidencia a Puigneró, que le había prometido lealtad hasta el final. Pero, a cambio, aceptó que entrase otro perfil: Jaume Giró, un hombre sin peso en la formación pero con mucho peso y contactos en el mundo financiero, económico y político.

Foto: El secretario general de JxCat, Jordi Turull (i), y la presidenta del partido, Laura Borràs (d), junto al destituido vicepresidente del Govern, Jordi Puineró (c). (EFE/Fontcuberta)

Giró es uno de los 'consellers' contrarios a romper el Govern. Proveniente de La Caixa, su interés es garantizar la estabilidad del Ejecutivo para poder hacer gestión. Era la principal baza de Junts tras la caída de Jordi Puigneró, pero sus veleidades independentistas son menos radicales que las del sector duro del partido. Junto a él, se sitúa Lourdes Ciuró, consejera de Justicia, una persona de la confianza de Turull que también abraza posicionamientos más pragmáticos que extremistas. Violant Cervera, consejera de Derechos Sociales, proviene también de las antiguas filas de CiU y es otra que cabría ubicar en el sector moderado.

De la misma manera, la consejera de Acción Exterior, Victoria Alsina, a pesar de no ser de la antigua Convergència, sí que goza de la confianza de Jordi Turull. Es más, en algunos círculos se afirma que su nombre fue una apuesta directa de Jordi Turull. La consejera de Investigación y Universidades, Gemma Geis, en cambio, fue un fichaje de Carles Puigdemont en 2017. El consejero de Salud, Josep Maria Argimon, es un hombre de gestión. De hecho, no tiene carné de Junts, pero es fiel a Toni Comín, el 'exconseller' de Salud fugado con el 'expresident' y que fue quien lo colocó en su actual puesto. De todos los 'consellers', podría ser el que más cercano está de los postulados de Puigneró y, por tanto, de la radicalidad de Borràs y Puigdemont.

Foto: Acto de JxCAT en Girona, con Puigdemont por videoconferencia. (EFE)

El sector pragmático, que podría incluirse sin problemas en un espectro liderado por el secretario general del partido, ha salido perjudicado en esta batalla, al menos a corto plazo. A JxCAT se le abre ahora una situación complicada: someterá su continuidad en el Govern a las bases, que decidirán en una semana qué hacer. Decidirán lo que les pida la cúpula. Y ahí, de momento, hay división de opiniones y estrategias. El sector de Borràs es partidario de dar una lección a Aragonès, aunque solo sea para responder con contundencia al cese del vicepresidente Puigneró. Pero los moderados han aguantado el tirón y han conseguido unos días de plazo para no llegar a un 1-O con el Ejecutivo roto. En consecuencia, darán una oportunidad a la coalición, preparándole al presidente un listado de temas que deben concretar para “dar cumplimiento a los acuerdos de gobierno firmados en mayo de 2021”.

Por otro lado, Turull ha estado negociando en secreto durante los últimos meses un acuerdo con el PDeCAT de cara a las elecciones municipales del año próximo. El partido tiene aún una potente estructura comarcal (heredada de Convergència) de la que carece Junts per Catalunya. Y Turull, fiel a su esencia, aplica su pragmatismo para conseguir un pacto que, 'a priori', parece contra natura, puesto que JxCAT nació de una escisión del PDeCAT y, además, le robó el nombre a esta formación. Dicen los que conocen las interioridades de los contactos que van por el buen camino, que será posible el pacto ‘imposible’ y que Junts consolidará su preeminencia municipal en 2023.

No solo el Govern ha sufrido las tensiones internas del soberanismo. Dentro de Junts per Catalunya (JxCAT) se hicieron visibles las contradicciones entre el llamado ‘independentismo mágico’ y el pragmatismo. Se debe a las variopintas familias que han ido llegando a las filas del partido creado por Carles Puigdemont y que trataron de buscar acomodo en la formación. La lucha por el equilibrio de poderes tuvo como consecuencia un pintoresco juego de tronos, que se visualizó en la ejecutiva de este jueves (que iba a durar media mañana, pero duró todo el día). Hubo pacto interno y una estrategia estudiadamente consensuada y maleable ante ERC.

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