"La revolución industrial nació en Cataluña": la delirante teoría de un diputado de Junts
El Institut Nova Història edita las reflexiones de Joan Canadell. La entidad está especializada en reinterpretar la historia y ha fraguado tesis como que Cervantes era catalán
En los últimos años, se han difundido en Cataluña todo tipo de teorías para reinterpretar la historia y construir un pasado de gloria. La última, que la región fue el lugar en el que se alumbró la Revolución Industrial. El autor es Joan Canadell, expresidente de la Cámara de Comercio de Barcelona. El ahora diputado de Junts, influido por el libro 'Los orígenes del milagro económico catalán', de Antoni Simon, fue desgranando sus reflexiones en redes sociales y el polémico Institut Nova Història (INH) acaba de recopilar todas sus tesis en un único texto. "Por medio de esta publicación, se puede entender por qué durante cinco siglos los catalanes hemos dominado la economía de la península y, puntualmente, y en sectores específicos, la de Europa", afirma Canadell sin atisbo de duda en sus comentarios.
El INH ya había adquirido fama por la difusión de estrambóticas teorías que aseguran que Miguel de Cervantes nunca existió, puesto que era Miquel Sirvent, o que Santa Teresa de Ávila era una monja de Barcelona. E incluso que Erasmo de Rotterdam no era tal, sino un hijo secreto de un tal Cristòfor Colom, un noble barcelonés que había descubierto América. Ahora suben otro peldaño: la Revolución Industrial no fue ni en Gran Bretaña ni en el siglo XVIII. Es en 1550 cuando cada ciudad de la comunidad se especializa en un tipo de industria y aparece "el espíritu emprendedor y capitalista" catalán, que ya provenía de antes. Según Canadell, a finales del siglo XVII, 100 años antes que en Gran Bretaña, la revolución industrial ya estaba en marcha en tierras catalanas. Antes del 1.700 "la fabricación de destilados o aguardientes, que se había consolidado durante el siglo XVI, fue clave para el equilibrio de la balanza comercial y supuso el inicio de la fase de industrialización generalizada. Una historia de éxito".
Según el texto de Canadell, "desde 1550 hasta 1640, Barcelona descentraliza su industria y la extiende por toda la corona metropolitana, de manera que la actividad industrial llega a Mataró, Ripoll, Igualada, Vilanova, Girona, Lleida, Reus o Sant Felíu de Guíxols. Vemos, pues, que el territorio catalán queda articulado económicamente y, además, se urbaniza en función de la gran metrópoli barcelonesa. Cada villa se especializa en un tipo de industria y el espíritu emprendedor y capitalista, que ya provenía de la tradición bajomedieval, mejora el nivel de renta y las fortunas de payeses y menestrales".
Faltaban casi 100 años para que en Gran Bretaña comenzase lo que se conoce como la Primera Revolución Industrial, pero Canadell explica que "en el siglo XVIII es solo en Cataluña y Lombardía —es decir, en Europa meridional— donde asistimos a la primera industrialización en lo que hace referencia al continente europeo. A mediados del siglo XVIII, la economía catalana se adentra hacia una economía capitalista de producción en masa no solo para el 'mercado interno', sino también para la exportación".
Comercio mundial del vino
Esa situación se debe al sector vitivinícola, que desde 1660 se había expandido y dominaba el comercio del mercado mediterráneo y atlántico. "El éxito de la exportación de los aguardientes sirvió de preludio para potenciar la venta de todo tipo de manufactura. En especial, la textil: tanto la lana como el algodón, las indianas, la seda… Barcelona era a finales del siglo XVIII la líder europea en producción de indianas".
Las indianas son telas de algodón estampadas cuyo origen es la India u otras zonas de Asia. Hacia mediados del siglo XVIII comenzaron a producirse en Cataluña, ayudadas por la política proteccionista precisamente de los Borbones, que prohibieron la entrada de prendas similares procedentes de Asia. Eran fábricas de pequeña dimensión. En 1756, había en España 25 talleres, de los que dos se ubicaron en Manresa y uno en Mataró. En 1780, había en todo el país un total de 62 fábricas de estas características. Para los historiadores, estas instalaciones no aportaron nada a la revolución industrial. Alejandro Sánchez, profesor de la UB, señala en su obra 'La indianería catalana: ¿mito o realidad?' que los estudiosos del tema reconocían "la aportación de la indianería al crecimiento económico del siglo XVIII, pero limitaban su alcance y le negaban relevancia como primera fase del proceso de industrialización. Se trataría, en definitiva, de una experiencia interesante pero fracasada".
El profesor Sánchez explica que la tesis de la aportación de la indianería a la industrialización surgió en los años 60 (del siglo XX) "como reacción, en gran medida, a los planteamientos entonces en boga que analizaban el sector algodonero del siglo XVIII en términos de industria moderna y su evolución como un simple proceso de continuo desarrollo. La revisión de esta interpretación ya la había iniciado parcialmente Jaime Vicens Vives (1958), pero quienes la profundizaron, bajo la influencia de la concepción rupturista de la revolución industrial, fueron sobre todo J. Nadal (1970), J. Fontana (1070), M. Izard (1969) y J. Maluquer de Motes (1976)". Lo que hace ahora el diputado de JxCAT es reescribir la historia para cimentar el sentimiento nacionalista.
La máquina de vapor catalana
Uno de los datos más llamativos que aporta Canadell es que en el siglo XVIII los catalanes inventaron una máquina de hilar denominada 'La Berguedana' "que llegó a desplazar a las inglesas porque era mucho más productiva. Fue el preludio de la adopción de la máquina de vapor, que se implantó por primera vez en Cataluña en 1833". Y añade: "en Cataluña se mejoró la máquina de vapor de Watt. Esta mejora vino a través de la 'Máquina de San Ponce', llamada de doble efecto, que perfeccionó la potencia de la máquina de vapor de Watt. La de san Ponce fue impulsada por la cátedra de mecánica y la Junta de Comercio".
El diputado reniega de los Borbones, de los que dice que crearon grandes manufactureras de carácter nacional, pero no viables económicamente. Tampoco las infraestructuras viarias que impulsaron, asegura, ayudaron a la economía catalana. Y denuncia, lo mismo que Josep Fontana, "posicionamientos antiindustriales de la mayor parte de las élites españolas durante la primera mitad del siglo XIX, una actitud retrógrada que supuso dificultades muy serias para el crecimiento económico".
La tesis de Canadell parte de la base de que Cataluña era superior al resto de España por su propia idiosincrasia: “Ayudó a la industria catalana naciente la forma de gobierno propia y anterior a la debacle de 1714. La favorecía una cultura civicopolítica altamente representativa y participativa: se practicaba la insaculación (la elección de cargos por sorteo, poniendo en un saco bolas con el nombre de un ciudadano u extrayendo una bola para nombrar al elegido), las rotaciones de cargos y la cultura deliberativa y se mantenían la inmunidad de los representantes, el secreto de las deliberaciones, la cultura negociadora y la pluralidad de intereses. Por todo ello, podemos decir que a finales del siglo XVIII las ciudades catalanas se situaron en la banda alta de las urbes europeas".
Todo ello gracias en parte a unos niveles de alfabetización comparables a los del norte de Italia, Holanda, sur de Alemania o Inglaterra, así como al "espíritu emprendedor y capitalista de muchos catalanes, que ya provenía de la tradición bajomedieval".
Para justificar estas afirmaciones, el diputado de Junts apela a "un general napoleónico que estuvo entre 1808 y 1814 entre nosotros". Ese general, asegura, "dice que Cataluña tiene otras costumbres, otra lengua y una organización social diferente a Castilla. Y existe una cultura política diferenciada: en ningún lugar de la península se tiene tanta libertad de independencia como en Cataluña".
Las reflexiones del expresidente de la Cámara de Comercio concluyen con la siguiente afirmación: "Ahora estamos en plena cuarta revolución industrial, la de la sociedad del conocimiento, y tenemos un Estado a la contra de nuevo. Estamos perdiendo el talante emprendedor, a las empresas familiares cada vez les cuesta más subsistir y tenemos unos partidos políticos de izquierdas 'contrarios' a la empresa (…) cuanto más interviene el Estado, menos catalanes somos y más complicado es todo". Y deja, por último, escapar un lamento: "Este resumen describe muy bien el éxito de nuestra economía, con más de cinco siglos de historia de duro trabajo. Nadie nos ha regalado nada y, encima, el Estado ha ido a menudo a la contra, como ahora".
En los últimos años, se han difundido en Cataluña todo tipo de teorías para reinterpretar la historia y construir un pasado de gloria. La última, que la región fue el lugar en el que se alumbró la Revolución Industrial. El autor es Joan Canadell, expresidente de la Cámara de Comercio de Barcelona. El ahora diputado de Junts, influido por el libro 'Los orígenes del milagro económico catalán', de Antoni Simon, fue desgranando sus reflexiones en redes sociales y el polémico Institut Nova Història (INH) acaba de recopilar todas sus tesis en un único texto. "Por medio de esta publicación, se puede entender por qué durante cinco siglos los catalanes hemos dominado la economía de la península y, puntualmente, y en sectores específicos, la de Europa", afirma Canadell sin atisbo de duda en sus comentarios.