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El soberanismo ultra catalán banaliza el uso de la violencia en su ruptura con España
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FOMENTO DE LA CRISPACIÓN

El soberanismo ultra catalán banaliza el uso de la violencia en su ruptura con España

No es una controversia nueva. La polémica ya saltó cuando en 2018 Torra apeló a la 'vía eslovena', pero el debate vuelve ahora con fuerza entre importantes estamentos del separatismo

Foto: Un hombre utiliza su teléfono móvil para tomar una foto de una barricada en Barcelona. (Reuters/Nacho Doce)
Un hombre utiliza su teléfono móvil para tomar una foto de una barricada en Barcelona. (Reuters/Nacho Doce)

El independentismo más radical eleva el tono para fomentar la crispación. En los últimos días, la posibilidad de emplear la violencia en la ruptura con el Estado ha ido adquiriendo forma en el discurso más extremista. Con el ‘procés’ como cadáver político y la falta de una hoja de ruta definida y clara en el futuro, el soberanismo ultra busca ahora subir un peldaño más en el enfrentamiento social, introduciendo en el debate colectivo una nueva derivada. No es una controversia nueva, la polémica ya saltó cuando en 2018 el entonces ‘president’, Quim Torra, y el exeurodiputado y exconsejero de Empresa Ramon Tremosa apelaron a la ‘vía eslovena’, poniendo como ejemplo para Cataluña la independencia del país, que costó un centenar de muertos. Entonces, el peligroso discurso fue aparcado ante el rechazo social y político que despertó incluso entre los partidarios de la ruptura, pero ahora vuelve con fuerza y con la aquiescencia de importantes estamentos del separatismo supremacista.

¿Existe un blanqueo de la violencia en Cataluña? ¿Se utilizarán esos postulados para dinamitar la ‘pax social’ que se ha instalado en la comunidad tras las últimas elecciones autonómicas? Algunos indicios apuntan a que activos colectivos soberanistas están en ese camino: se trata de ‘normalizar’ la opción de su uso ante los ‘ataques’ del Estado.

Foto: Una concentración convocada por los CDR en Barcelona. (EFE)

El actual debate tuvo una inflexión a finales de año: “Contradicciones independentistas: se admite resignadamente que mueran casi 25.000 personas de covid-19 y nos da un terror absoluto que muera alguien como consecuencia de un conflicto de emancipación nacional”, tuiteó Hèctor López Bofill, profesor de la UPF, actualmente concejal de JxCAT en Altafulla, pero antes militante de ERC, de Solidaritat Catalana per la Independència (SI) y uno de los impulsores de plataformas como Sobirania i Progrés o el Cercle d’Estudis Sobiranistes.

No es la primera vez que el destacado activista está en el ojo del huracán. En 2020, fue absuelto de lanzar unos mensajes de ‘advertencia’ a los no secesionistas: “Cuando seamos independientes, me acordaré de los jueces, fiscales y funcionarios varios que ahora contribuyen a extorsionar Cataluña”. Y también aludía, de nuevo, a la muerte: “El asesinato de Jo Cox [la diputada laborista británica que murió tras recibir varias puñaladas y disparos durante la campaña del Brexit] demuestra que, por desgracia, toda transformación constitucional pide muertes”. Los jueces a los que él decía que no iba a olvidar le absolvieron de un delito de odio al señalar que “el peligro abstracto ha de ser real, ha de tener capacidad potencial hipotética para minar significativamente las bases de la convivencia pacífica que debe poder medirse en términos de clima social”.

Un nuevo ciclo para un "nuevo orden nacional"

El clima social, no obstante, se ha visto agitado en esta ocasión. La UPF acaba de anunciar que abrirá una investigación sobre sus declaraciones públicas. El independentismo supremacista se lanzó contra la Pompeu Fabra, acusándola de censura, ya que las manifestaciones, argumentaron, fueron realizadas fuera del ámbito académico y en ellas no se hacía referencia a la universidad.

Pero la mecha está prendida. Un editorial de ‘Vilaweb’, el diario de referencia del extremismo independentista, echaba mano, el día 2 de enero, de Franz Fanon para justificar que “la violencia desintoxica al individuo, cosa que se vio claramente, y lo experimentamos, en la batalla de Urquinaona”. El supuesto acontecimiento al que hace referencia son los violentos encontronazos entre manifestantes y la Policía que se registraron en la plaza de Urquinaona en el otoño de 2019, con motivo de las protestas contra la sentencia del 1-O. Para el portal web, “no es una cuestión de violencia o no violencia, sino de sometimiento. Porque, para ganar, primero de todo has de querer ganar; y si quieres ganar, la primera necesidad es no sentirte jamás inferior a tu enemigo”. Y, además, subraya: “¿Dónde estaría el problema si un profesor universitario dijese o explicase que el conflicto nacional entre España y Cataluña puede implicar que haya muertos?”.

Foto: Atónitas, una decena de personas observan los disturbios desde el local de la pizzería. (A. V.)
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El propio López Bofill, en unas declaraciones a ‘Vilaweb’ este lunes, justificaba sus palabras afirmando: “No digo que tenga que haber muertos para convertirnos en república, pero sí que pensemos que por qué es un tabú”. Pero luego razonaba: “La democracia ya ha dado todo lo que tenía que dar de sí. Ya la hemos ejercido para convertirnos en un Estado (…) ¿Qué falta para ser independientes? Pues pasa que no tenemos elementos coactivos como un sistema de defensa, un sistema de orden público, un poder judicial o una estructura universitaria que impongan el nuevo orden nacional. Y pasar de la creencia de que lo haremos con la democracia, construir las estructuras de Estado que ejercen el monopolio de la violencia legítima es un paso que nadie está dispuesto a dar. Y si dicen que es preciso hacerlo, te sancionan”.

En otras palabras, el profesor da por sentado que hay un cambio de ciclo y que se han acabado los paños calientes. Por eso, lamenta la actual situación del secesionismo y abre las puertas a otras estrategias y hojas de ruta que superan la democracia. “Básicamente, en 2017 [tras el referéndum ilegal], todos vimos que no se podía ir más allá con la independencia a través del proceso democrático y pacífico que se había empleado hasta entonces. Lo que yo digo todos lo saben, pero nadie se atreve a verbalizarlo”, afirma.

El caso de Cuba

El debate sobre la violencia y su banalización está en el aire. El Centre d’Estudis Independentistas (CEI) también se ha subido al carro. “Una de las cosas interesantes de la Revolución cubana es que no recibió ayuda externa hasta que entró en La Habana. Una cosa que demuestra que hasta que no ganas, nadie corre a prestarte atención”, retuiteó para conmemorar el 63 aniversario del triunfo de Fidel Castro el 1 de enero. El mensaje original había sido publicado minutos antes por Guillem Pursals, politólogo de la Universidad Pompeu Fabra y director de seguridad, que acaba de inaugurar blog.

En una de las plataformas más seguidas por los círculos más extremistas del soberanismo, se expresaba este fin de semana: “Nadie queremos [sic] un Estado conseguido con violencia (…) Teniendo a Ñordia [España] al otro lado, dudo que sea sin violencia”.

Un debate impulsado en Twitter este domingo por la noche se apuntó a la ‘paradoja de la tolerancia’: “La tolerancia ilimitada puede conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada incluso a aquellos que son intolerantes; si no nos encontramos preparados para defender una sociedad tolerante contra las prisas de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, juntamente con ellos, de la tolerancia”. Por eso, se puso en duda durante el debate el respeto hacia el diferente, cuestionando los códigos éticos, los libros de estilo, las líneas editoriales y lo políticamente correcto. “¿Cuántas barreras y acotamientos pondremos diariamente a nuestra libertad de expresión y filiación a nuestro derecho? ¿Hemos de 'ceder' los derechos de forma acrítica o debatir?”, se preguntaba el moderador, Josep Maria Mas.

Foto: Una horda furiosa en Karachi, Pakistán. (EFE) Opinión

Se cargaban las tintas también sobre la ‘censura democrática’ que emana “del partidismo institucional”. “¿Quién es nadie para ‘catalogar’ a los rivales políticos de no-gratos en el juego electoral?”, añadía Mas. En pleno debate sobre los exabruptos hispanófobos que jalonan algunos programas de los medios públicos catalanes (TV3 y Catalunya Ràdio), se añadía leña al fuego. “¿La democracia y la libertad política necesita de un Tribunal [sic] ético o puede ser adulta definitivamente?”, se lanzaba en el debate al tiempo que se apuntaba a los antiindependentistas calificándolos de "perdonavidas".

En este debate participaron, entre otros, destacados representantes del universo independentista como Gerard Sesé, Anthony Sànchez (activista de JxCAT y creador de una plataforma con el título de ‘Nosaltres Sols’), Mireia Pujol, el economista Oriol Ges, Roger Evans (biógrafo de Xavier Montsalvatge), Josep M. Andreu, presidente del Cadci, o el politólogo Joan Gil, vinculado a la plataforma de Primàries, de la ANC. Ante el caso del profesor López Bofill y la intención de la UPF de abrir una investigación sobre su reflexión sobre la ausencia de muertos en el caso catalán, el moderador del debate pontificó: “¿Es censura la libertad de expresión? ¿Es ética? ¿Qué ética? ¿La suya? ¿O la de todos en una democracia?”.

El independentismo más radical eleva el tono para fomentar la crispación. En los últimos días, la posibilidad de emplear la violencia en la ruptura con el Estado ha ido adquiriendo forma en el discurso más extremista. Con el ‘procés’ como cadáver político y la falta de una hoja de ruta definida y clara en el futuro, el soberanismo ultra busca ahora subir un peldaño más en el enfrentamiento social, introduciendo en el debate colectivo una nueva derivada. No es una controversia nueva, la polémica ya saltó cuando en 2018 el entonces ‘president’, Quim Torra, y el exeurodiputado y exconsejero de Empresa Ramon Tremosa apelaron a la ‘vía eslovena’, poniendo como ejemplo para Cataluña la independencia del país, que costó un centenar de muertos. Entonces, el peligroso discurso fue aparcado ante el rechazo social y político que despertó incluso entre los partidarios de la ruptura, pero ahora vuelve con fuerza y con la aquiescencia de importantes estamentos del separatismo supremacista.

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