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El año 2021 de Pere Aragonès: cuando ERC decidió dejar de vivir peligrosamente
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El año 2021 de Pere Aragonès: cuando ERC decidió dejar de vivir peligrosamente

El presidente catalán ya había empezado ese viraje cuando ocupó el cargo en funciones, pero ha sido bajo su presidencia cuando ha puesto el acento en la gestión del día a día

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)

2021 acaba para Pere Aragonès de manera curiosa. Ha sido el año en que los republicanos han decidido centrarse en lo que denominan “gestionar el mientras tanto”: dejar de lado el aventurerismo que tanto gusta en Waterloo, las desobediencias de postureo tipo Laura Borràs o los desafíos para desestabilizar el Gobierno español. Al contrario. ERC, se ha convertido en el socio más fiable de Pedro Sánchez con el objetivo a medio plazo de cerrar el paso a una alianza en España del PP y Vox, y los 'consellers' que más han brillado han sido los dedicados a tareas mundanas: Jaume Giró (Economía) por los presupuestos, Josep Maria Argimon (Salut) por la pandemia y Josep Gonzàlez-Cambray (Educación) por la defensa del catalán. Todo muy poco heroico. Digamos que ERC se ha cansado de vivir peligrosamente.

Aragonès ya había empezado ese viraje mientras era presidente en funciones, tras el cese de Quim Torra, pero ha sido bajo su presidencia, tras su toma de posesión en mayo, cuando esta tendencia se ha acentuado. Además, ERC ha funcionado como un bloque. Oriol Junqueras ha dejado margen a Aragonès, pero avalando desde la distancia esta política. Y en Madrid, Gabriel Rufián no ha dudado en apoyar los presupuestos generales del Estado. Todo como una cadena muy bien engrasada.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE/Enric Fontcuberta) Opinión
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En JxCAT proliferan las facciones, las tendencias y los estrambotes. Que el discurso más duro en el Parlament contra los presupuestos de Jaume Giró lo hiciese el diputado 'juntaire' Joan Canadell demuestra el nivel de esquizofrenia en que vive el partido. Mientras ERC está concentrada en reforzar el liderazgo de Aragonès, JxCAT no se sabe dónde está. Para empezar, su liderazgo es muy disperso, y más con las presiones de personas como Clara Ponsatí para que Carles Puigdemont deje la presidencia del partido y de encabezar las listas de la formación, a excepción de las que le garanticen un puesto como eurodiputado en Bruselas.

ERC va deslizando sus conceptos: la vía amplia, concretada a que en este momento su socio preeminente en Cataluña son los comunes, que salvaron las cuentas en el Parlament. La mesa de diálogo, que se ha puesto en marcha y, cuando JxCAT decidió que podía sabotearla enviando a presos indultados, a Aragonès no le tembló el pulso para dejar fuera a sus socios de gobierno y seguir adelante en solitario. La mesa solo se ha reunido una vez y ha arrojado escasos frutos, pero la verdad es que con la sexta ola de una pandemia devastadora no parece que los catalanes independentistas tengan esto como una prioridad.

Indultos y movilización

La estrategia la ha salido bien, aunque acentúa la imagen de división en el Ejecutivo catalán y también en el Parlament. JxCAT se ha mostrado a favor de la ampliación de aeropuerto de El Prat. O la CUP se ha opuesto al plan para potenciar las renovables. La mayoría del 52% en el Parlament, otro de los inventos de la legislatura para vender independentismo donde solo quedaba ya continuismo autonomista, se ha resquebrajado. Los comunes son el nuevo referente como socio estable. Y no son independentistas.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE/Quique García) Opinión
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Si en mayo Aragonès llegaba a la presidencia, en junio Pedro Sánchez indultaba a los presos del 'procés'. Aragonès no sacó pecho, como sí hicieron los presos, y la Generalitat fue muy discreta. Además, la reacción del soberanismo fue desmovilizarse. La manifestación en defensa del catalán con la pandemia ya en una fase crítica apenas convocó a 35.000 personas. La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, reconoce que hay “cansancio pandémico”. Y ni Lluís Llach llenó el Palau de Sant Jordi —reunió a 15.000 personas—.

El catalán como reserva espiritual

ERC sabe que una desmovilización mantenida en el tiempo le acabará pasando factura en término de votos. Por eso ha puesto toda la carne en el asador con el tema de la defensa del catalán, aunque de manera un tanto forzada. La idea de que el catalán esté a punto de desaparecer parece muy exagerada con 10 millones de hablantes. Pero sí que el actual entorno digital ha dispersado mucho la oferta y que eso ha favorecido al castellano.

En su discurso de Navidad, que se quiere trasladar al día de Sant Esteve como una nueva tradición, Pere Aragonès ya habló más del catalán que de la independencia. Incluso lo dio desde un aula escolar, lo que provocó una imagen un tanto extraña. Pero muestra cómo la Generalitat va buscando cómo volver a movilizar a las masas sin hablar ni de DUI ni de forzar la ley.

2021 acaba para Pere Aragonès de manera curiosa. Ha sido el año en que los republicanos han decidido centrarse en lo que denominan “gestionar el mientras tanto”: dejar de lado el aventurerismo que tanto gusta en Waterloo, las desobediencias de postureo tipo Laura Borràs o los desafíos para desestabilizar el Gobierno español. Al contrario. ERC, se ha convertido en el socio más fiable de Pedro Sánchez con el objetivo a medio plazo de cerrar el paso a una alianza en España del PP y Vox, y los 'consellers' que más han brillado han sido los dedicados a tareas mundanas: Jaume Giró (Economía) por los presupuestos, Josep Maria Argimon (Salut) por la pandemia y Josep Gonzàlez-Cambray (Educación) por la defensa del catalán. Todo muy poco heroico. Digamos que ERC se ha cansado de vivir peligrosamente.

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