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Así fueron los viajes del hombre de Carles Puigdemont a Moscú para buscar aliados
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Habla el enlace ruso: Dimitrenko

Así fueron los viajes del hombre de Carles Puigdemont a Moscú para buscar aliados

Un documento implica a Josep Lluís Alay, jefe de la oficina del 'expresident', interesado en contactar con el servicio ruso de Inteligencia exterior, el SVR

Foto: Alexander Dimitrenko, en TV3. (CCMA)
Alexander Dimitrenko, en TV3. (CCMA)

En febrero de 2018, el jefe de la oficina del expresidente Carles Puigdemont, Josep Lluís Alay, aterrizaba en Moscú en compañía de Alexander Dimitrenko, un empresario ruso afincado en Barcelona y al que él consideraba un hombre clave para que le abriese puertas en Rusia. Los altos contactos de Dimitrenko con algunas instancias hacían prever que podría lograr éxito en conseguir apoyos internacionales para la independencia de Cataluña.

El interés de Alay era contactar con Evgeni Primakov, periodista relacionado con el diario ‘Pravda’. Alay le propuso una entrevista presencial con Puigdemont y Primakov luego le envió una reportera del segundo canal ruso a hacer una entrevista al ya 'expresident'. Esto fue la reunión con Primakov: para atar la entrevista en Bruselas. Primakov también es un personaje emblemático, puesto que su abuelo había sido ministro de Asuntos Exteriores y jefe del servicio de Inteligencia exterior, el SVR. En el móvil de Alay, la Guardia Civil encontró información sobre ese servicio: un documento que señala que es “parte integral de las fuerzas de seguridad y se diseñó para proteger la seguridad de las personas, la sociedad y el Estado de amenazas exteriores”.

Foto: El 'expresident' Carles Puigdemont. (EFE)

En ese documento, se detallan las actividades de inteligencia que realiza ese servicio. “Mientras se llevan a cabo actividades de inteligencia, el SVR puede hacer uso de métodos y medios encubiertos o clandestinos que no pongan en peligro vidas humanas, la salud y el medio ambiente”, dice el documento en poder de Alay. En el mismo texto, redactado en catalán, se indica que las actividades del servicio contribuirían a la toma de decisiones “en los campos político, económico, militar, estratégico, científico, tecnológico y medioambiental”.

En junio de 2020, Primakov fue nombrado director de Rossotrudnichestvo, la oficina de relaciones internacionales del Kremlin, lo que Alay comunica a Carles Puigdemont y al abogado de este, Gonzalo Boye, como una gran noticia. “Algunos dicen que tiene más poder que el ministro de Asuntos Exteriores”, se atreve a decir Alay a Boye en septiembre del año pasado. A Puigdemont le escribe un mensaje: “Una buena noticia de Moscú. El presidente ha nombrado al diputado Evgeni Primakov (y director del programa de TV que te entrevistó) como director de la Agencia Federal Rossotrudnischestvo, que depende de Exteriores y que se dedica a promover la presencia de Rusia en el mundo”. Semanas más tarde, le comenta al abogado Boye: “Necesitábamos oxígeno con Moscú. Cuando haya vuelos, vamos”. En ese momento, los viajes estaban limitados por culpa de la pandemia.

Reunión con Lukyanov y Sumin

En ese viaje, Alay mantuvo una reunión con dos supuestos agentes de los servicios secretos: Artyom Lukyanov y Sergei Sumin. En realidad, el primero es el hijo adoptivo de Vladislav Surkov, uno de los principales asesores de Vladimir Putin. Artyom es también socio de Dimitrenko en la empresa AA Plus, con sede en Londres, dedicada al recobro de deudas. Debido a que es considerado una persona que podría ser objeto de atentado, lleva siempre un guardaespaldas: Sergei Sumin, excoronel del FSB.

Fue Dimitrenko quien pagó de su bolsillo una cena para los cuatro. “Fue una cortesía. A Alay no le interesaba para nada mi socio Artyom. Pero estaba más interesado en el guardaespaldas. Además, Sergei es un tío superamable y culto. Lo conozco porque viaja siempre con mi socio. Es interesante hablar de política con él y se nota que conoce el tema a fondo. Sé que estuvo destinado en varios conflictos internacionales y tiene historias interesantísimas. En cuanto hablas con él, ya te das cuenta de que es exmilitar, es obvio. Yo tuve con él conversaciones sobre mi abuelo, porque mi bisabuelo era uno de los que transportaron en avión a los niños de la guerra de España, y él conoce muchas historias”.

Foto: Vladislav Surkov y Dmitry Medvedev en 2011. (Efe)

Según 'The New York Times', citando un informe de la UE, Alay se vio también con Oleg Syromolotov, uno de los directivos de los servicios secretos rusos. “Lo que no entiendo es que el 'New York Times' saque que tuvo un encuentro con el jefe de los servicios secretos. Yo estuve con él todo el tiempo en Moscú y no existió esa reunión. ¿Es posible que se hubiese escapado y hubiese tenido esa reunión? Es muy poco probable. Yo, sinceramente, no lo veo factible por los 'timmings' que teníamos. Era imposible”.

En aquel momento, además, Syromolotov era viceministro de Asuntos Exteriores, aunque sí es cierto que había sido el jefe de contrainteligencia de los servicios secretos. “Pero es imposible que yo no lo viera, porque siempre estuve con Alay. Además, si conoces Moscú, sabes que es muy difícil programar muchas reuniones en un día, porque es muy grande y tardas hora u hora y media en llegar de un lado a otro. No había tiempo material para hacer esa reunión”, insiste Dimitrenko.

“Una revolución sin sangre no es revolución”

La historia de espías se sustenta también en el hecho de que Lukyanov y Sumin igualmente viajaron a Barcelona en plena efervescencia del ‘procés’. “En cierta ocasión, cuando saqué el tema de Cataluña, Sergei me respondió: ‘Estos revolucionarios divaneros, que quieren hacer la revolución sin levantar el culo del sofá’. Esa es la percepción en Rusia de estos asuntos, que tanto le importan a Alay. Lo siento, pero Rusia no lo entiende. Sergei me dijo sobre Cataluña: ‘¿Qué revolución quieren montar con las sonrisas? ¡No han visto revoluciones estos! Una revolución sin sangre no es revolución. Artyom y Sergei vinieron a Cataluña cuando estaba Via Laietana cortada. Su hotel estaba precisamente en esa calle. Los dos vieron desde el hotel toda la manifestación y Sergei estaba emocionado pensando que estaba ‘pasando algo’. Pero luego, nada. Lo que trascendió, sin embargo, es que desde fuera eso se ve como que un espía o exespía ha venido aquí, a Barcelona. Y la verdad es que el supuesto espía es un señor que protege a Artyom”, relata Dimitrenko.

Foto: El abogado de Carles Puigdemont, Gonzalo Boyé (d), y el jefe de la oficina del expresidente, Josep Lluis Alay (i). (EFE)

Los informes de la Inteligencia europea —y española, por extensión— hablan de que una unidad especializada rusa, denominada Unidad 29155, relacionada con intentos de golpes de Estado y de asesinatos en medio mundo, se desplazó a Barcelona en septiembre de 2017 para asistir a la celebración del referéndum de independencia y supervisar la situación política. Pero poco se sabe de esas incursiones: ha trascendido que Sergei Fedotov (alias de Denis Serguéyev) viajó a Cataluña en noviembre de 2016 y en septiembre de 2017. Y que este agente, junto con Sergei Pavlov y Alexander Mishkin (alias Alexander Petrov), intervino en varias operaciones de desestabilización, como el intento de envenenamiento del traficante de armas búlgaro Emilian Gebrev y operaciones encubiertas en Montenegro y Moldavia. Pero no hay constancia de que el hombre de Puigdemont se hubiese acercado a ninguno de ellos. Es más: según Dimitrenko, “no existe constancia de que Alay se hubiese visto con ningún miembro en activo de los servicios secretos”.

Un debate en Moscú

En otoño de 2018, Alay y Dimitrenko volvieron a Moscú. El empresario ruso trabajaba también como traductor para la Mgimo University, la 'top' rusa en materia de relaciones internacionales. En esa institución da clases de dicha materia Andrei Bezrukov, un exespía arrestado en Estados Unidos junto a su esposa, Elena Vavilova, que serían canjeados por la también espía Ana Chapman en 2008. La historia del matrimonio espía en los Estados Unidos inspiró la serie ‘The Americans’. Los buenos oficios de Dimitrenko metieron a Alay en una mesa redonda donde intervenían Berzukov y otros expertos en relaciones internacionales y en conflictos, el círculo que le interesaba al hombre de confianza de Puigdemont.

Pero el resultado del viaje no fue el esperado. “Nos vimos con toda esta gente y fue un desastre para Alay. Él me dijo que quería hablar de conflictología. Yo lo ayudé porque no parecía una persona radical, un tío extremista, no parecía llevar ninguna maldad. Le dije que a Moscú no podía ir a hablar de separatismo porque ese es uno de los dolores más grandes de Rusia. Después de Chechenia, no puedes ir a explicarles el conflicto catalán. Le dije que si quería hablar de separatismo en Rusia, que no fuese, porque es no entender la política de Rusia. Nosotros mismos en Rusia no hablamos de Chechenia porque está mal visto. Es un tema tabú, que todo el mundo quiere olvidar. Pero como experto del tema de conflictología, me dijo que iba a hablar de Cachemira, del Tibet, de otras cosas y, obviamente, del tema catalán. En esta ponencia, lo pusieron a parir”, explica Dimitrenko a El Confidencial.

"Le dije que a Moscú no podía ir a hablar de separatismo porque ese es uno de los dolores más grandes de Rusia"

Al dirigente independentista le dijeron sus colegas de debate que el problema de Cataluña es un “problema de regionalismo”, el mismo que tiene también Rusia con algunos territorios. “Le dijeron que Cataluña se olvide de revoluciones, que a Rusia no le interesa Cataluña para nada”, subraya Dimitrenko.

“Al terminar aquel debate, se quedó hablando con Berzukov y quedaron para tomar un café con Evgeni Primakov”, recuerda Dimitrenko. La esposa de Berzukov, Elena Vavilova, escribió posteriormente un libro que Alay se encargó de traducir al español y al catalán, con ayuda de Dimitrenko. Su edición en España fue encargada a la empresa Símbol Editors, propiedad de Jaume Ciurana, ex alto cargo de Convergència, exconcejal de CiU en Barcelona y expresidente del grupo convergente en la Diputación de Barcelona. En agosto de 2020, se llegó a abonar a Vavilova una factura de 1.000 euros como adelanto de los derechos de publicación. Lo que sí sé es que Alay movió hilos e hizo que TV3 entrevistase a Bavilova en Moscú”, recuerda Dimitrenko. La intención era negociar también los derechos del libro para ser editado por Pinguin en otros países.

Solo un aliado en Moscú

¿Quién pagó los viajes de Alay y Dimitrenko a Moscú? “Yo no sé quién pagó los viajes de Alay —asegura Dimitrenko—. Yo pagué mi viaje y allí me alojé en casa de amigos, por lo que apenas gasté dinero. Él se alojó en un hotel céntrico, cerca de la Plaza Roja, donde los hoteles suelen costar unos 500 euros la noche. Y para gastos, a él le vi un sobre de la Generalitat lleno de dinero en metálico, de rublos. No sé si era del Govern o no. Eso no es lo usual, porque normalmente llevas euros y cambias allí porque te ahorras un buen porcentaje. Pero puedo asegurar que fuimos en el mismo avión y él no cambió dinero al llegar”.

El empresario reconoce que el movimiento independentista catalán no tiene muchos seguidores en Rusia. “El único apoyo que tuvo el independentismo en Moscú fue del de Zhirinovsky, que organizó una protesta frente a la embajada de España con el lema ‘Las manos fuera de Cataluña’, en la que estaba solo un puñado de personas. Pero ese señor siempre busca lo que es controvertido. Es como un 'showman”. Se refiere a Vladimir Zhirinovsky, líder del Partido Liberal Democrático, una formación de la que el fiscal anticorrupción español, José Grinda, dijo: “El crimen organizado en la Federación rusa se convierte en parte de la estructura de poder político, siendo especialmente manifiesto en el Partido Liberal Democrático de Vladímir Zhirinovski. Los criminales eran elegidos diputados al Parlamento ruso por el Partido Liberal y podían ampararse en su inmunidad parlamentaria, impidiendo la actuación de la policía y Justicia rusas. El último ejemplo de esta táctica podría haber sido el de Lugovói". Este último es el espía que presuntamente asesinó por envenenamiento a Alexander Litvinenko.

En febrero de 2018, el jefe de la oficina del expresidente Carles Puigdemont, Josep Lluís Alay, aterrizaba en Moscú en compañía de Alexander Dimitrenko, un empresario ruso afincado en Barcelona y al que él consideraba un hombre clave para que le abriese puertas en Rusia. Los altos contactos de Dimitrenko con algunas instancias hacían prever que podría lograr éxito en conseguir apoyos internacionales para la independencia de Cataluña.

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