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Sánchez y Aragonès pactan ganar tiempo y atan el destino de sus dos gobiernos
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Una negociación de futuro incierto

Sánchez y Aragonès pactan ganar tiempo y atan el destino de sus dos gobiernos

Los dos presidentes se amarran a la mesa de diálogo para un acuerdo hoy imposible, pero que aplaza un nuevo choque institucional. Moncloa confía en blindar el apoyo de ERC a los PGE

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, recibe al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, recibe al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Pere Aragonès entró en la reunión de la mesa de diálogo de ayer por la tarde en el Palau de la Generalitat como un presidente debilitado, abandonado por sus socios de gobierno y cuestionado en la calle, que siempre ha sido tan importante para el independentismo. Y salió de ella revitalizado: con cierta autoridad presidencial, que interlocutaba de tú a tú con el Gobierno de España y que exigía resultados más allá de los indultos. El milagro de esta transfiguración fue el presidente español, quien le regaló a Aragonès la foto que necesitaba. Como dijo el propio Pedro Sánchez, “un presidente español en el Palau de la Generalitat es una imagen muy potente”. Una foto que legitima al 'president', pero a cambio de aplazar un nuevo choque institucional. En ese mientras tanto, Sánchez se asegura estabilidad con el apoyo de los republicanos en el Congreso y unos nuevos Presupuestos que le permitan llegar al final de la legislatura. Sánchez gana tiempo, Aragonès autoridad.

Imagen y poco más, la escenificación fue el mensaje. Los comunicados posteriores aportaban escasos resultados. Ni siquiera se fijó una periodicidad para futuras reuniones, aparte de señalar que serían “periódicas y que continuarán con un trabajo discreto de los equipos de trabajo”, según la nota que hizo pública la Generalitat coincidiendo con lo expresado por la distribuida desde el Gobierno central. Poco bagaje para unas delegaciones que se reunieron durante dos horas, casi lo mismo que ambos presidentes. El otro gran punto de coincidencia en las conclusiones de ambos equipos, como previamente constataron Sánchez y Aragonès, fueron las discrepancias. La lejanía de las posiciones de las que parten. Aragonès mantiene el relato de presionar a favor de la autodeterminación y la amnistía, mientras que el presidente del Gobierno hace lo propio situándolas como una línea roja al sobrepasar el marco constitucional.

La calle, el termómetro de estas cosas en Cataluña, acató el dictamen que fijó Pedro Sánchez y la manifestación convocada por la CUP contra la mesa de diálogo pinchó de manera importante: apenas unas docenas de activistas. Mientras, Aragonès se investía de un aire presidencial, exigía resultados, pedía unidad del independentismo con él y sobre todo obtenía reconocimiento. El día después de que Jordi Sànchez le ningunease acusándole de ser un monigote de la Moncloa, el mismo día que su vicepresidente, Jordi Puigneró, le amenazase con que el diálogo fracasaría sin JxCAT, el mensaje fue claro: los contactos seguirán, Aragonès y ERC están dentro y los de Puigdemont están fuera. Punto y final.

Aragonès es tesonero. Es político de izquierdas, pero tiene el tesón de un Aznar, un Rajoy o un Pujol, todos políticos de derechas. A menudo, los rivales desprecian a este tipo de líderes. Y a menudo, también, se equivocan. Aragonès no es un adicto al riesgo como Pedro Sánchez, pero sigue ahí. Y puede que le falte carisma. No le importó tener que pasar por una investidura en tres tiempos. JxCAT se concentra en humillarle, en desgastarle y en desacreditarle. Pero había resistido. Solo necesitaba un salvavidas y Sánchez le ofreció uno.

Foto: El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters) Opinión
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Así que, poco a poco, van cayendo piezas en el zurrón de Aragonès, como cayeron los indultos, “un paso que reconocemos”, dijo el presidente catalán, para acto seguido pedir “concreciones”. Sí, Aragonès aceptó el planteamiento de Pedro Sánchez de una negociación de largo recorrido, que no esté marcada por fechas y calendarios. Pero quiere que mientras tanto sigan obteniéndose pequeños logros.

El precio del tiempo

El tiempo tiene un precio. Todas las partes han aparcado los temas polémicos para más adelante. Se puede hablar de todo, pero ahora no: el referéndum, la amnistía, el aeropuerto… Hasta los Presupuestos Generales del Estado no se tocaron, según afirmó Pedro Sánchez. Los aplazamientos eran tantos que una de las preguntas clave la hicieron los representantes de 'El País': entonces ¿de qué hablaron en dos horas? Parece obvio que de seguir hablando. Tal vez hasta 2030, la fecha fetiche que ambos han aceptado de manera tácita, al vincularla a los Juegos Olímpicos de Invierno.

Todos los temas delicados se han aparcado, desde el referéndum hasta el aeropuerto

Pedro Sánchez se beneficia en clave internacional. El eco en la prensa de fuera de España de esta nueva reunión para acercar posiciones en Cataluña es igual que el anuncio del Liceu. Pere Aragonès refuerza su sesgo presidencial en un momento en que está cuestionado y con buena parte del independentismo aferrado aún al lema de 'Puigdmeont, el nostre president'. Y por su parte, Pedro Sánchez exporta su imagen del pacificador de Cataluña. “Hay que ver cómo estaba Cataluña en 2017 o en 2019, después de las sentencias, y cómo está ahora”, planteó en su intervención tras verse con el presidente catalán.

Apoyo aéreo de Junqueras

La importancia de una reunión tan vacía de significado y tan llena de significante la da otro hecho. Mientras se producía la cumbre en el Palau de la Generalitat, Oriol Junqueras comparecía en una entrevista en TV3, para resaltar la importancia del momento: "Al Estado le estamos obligando a sentarse a una mesa de negociación, hemos forzado esta mesa. Todo el independentismo ha pedido durante años el 'sit and talk', deberíamos celebrar como un paso más del camino hacia la independencia de Cataluña". Y un mensaje más a JxCAT: "Nos jugamos mucho, nos lo jugamos todo. El presidente de la Generalitat debe tener el apoyo de todos".

Nadie cedió en sus posiciones. Pedro Sánchez no renunció al marco constitucional. Pero, como explicaba el comunicado de Moncloa: “La reunión de este miércoles se enmarca en la nueva etapa de diálogo y reencuentro para Cataluña que el Gobierno de España puso en marcha en el año 2018”. Una nueva etapa, nueva era. La era de Aragonès 'president', que por mucho que le duela a JxCAT ocupa el Palau y la presidencia. Pere Aragonès, el actor de reparto que está robando plano a plano toda la película a los posconvergentes. Lo dijo Pedro Sánchez: “Es una imagen muy potente”.

Pere Aragonès entró en la reunión de la mesa de diálogo de ayer por la tarde en el Palau de la Generalitat como un presidente debilitado, abandonado por sus socios de gobierno y cuestionado en la calle, que siempre ha sido tan importante para el independentismo. Y salió de ella revitalizado: con cierta autoridad presidencial, que interlocutaba de tú a tú con el Gobierno de España y que exigía resultados más allá de los indultos. El milagro de esta transfiguración fue el presidente español, quien le regaló a Aragonès la foto que necesitaba. Como dijo el propio Pedro Sánchez, “un presidente español en el Palau de la Generalitat es una imagen muy potente”. Una foto que legitima al 'president', pero a cambio de aplazar un nuevo choque institucional. En ese mientras tanto, Sánchez se asegura estabilidad con el apoyo de los republicanos en el Congreso y unos nuevos Presupuestos que le permitan llegar al final de la legislatura. Sánchez gana tiempo, Aragonès autoridad.

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