Ruido de sables en Junts: Sànchez y Borràs pugnan por el control del partido
Los defensores del secretario general apuntan que la gente próxima a la presidenta del Parlament está detrás de una recogida de firmas para forzar su marcha
Las interioridades de Junts per Catalunya (JxCAT) están, literalmente, hechas unos zorros. La puesta en libertad de Jordi Sànchez, secretario general del partido, no ha calmado las turbulentas aguas de la formación que preside Carles Puigdemont. Las distintas facciones alientan una guerra interna que no hace presagiar nada bueno en un futuro próximo. Solo la necesidad de plantar cara a ERC y no perder fuelle mantiene a todas las familias unidas.
La confrontación más dura la protagonizan Sànchez y la actual presidenta del Parlament, Laura Borràs. Son dos pesos pesados del partido que pugnan por la hegemonía dentro de Junts. De cara a la galería, no se atisba una gran confrontación, pero de puertas adentro hay una guerra total. Incluso en 'petit comité', ambos dirigentes no escatiman críticas mutuas. Pero la gran batalla se está librando en el control del aparato del partido, que actualmente ya domina en gran medida el secretario general, considerado un estratega especialista en poner en marcha estructuras de esta naturaleza.
"Sànchez y Borràs representan dos mundos antagónicos. Sus relaciones son muy malas, nefastas. El secretario general ha mandado mucho, pero es pequeño para enfrentarse a tanta gente. Hoy por hoy, todos los sectores se lo quieren cargar y es posible que en el próximo congreso no revalide su mandato", explican a El Confidencial fuentes internas de Junts. Otro interlocutor recuerda una cita histórica: "Ya decía Churchill que hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido. Con eso está dicho todo".
En esa batalla, Borràs es la mejor posicionada para hacer frente a Sànchez, un hombre que no proviene de las estructuras de la extinta Convergència, sino de las filas del comunista PSUC. "Laura tiene la idea de politizar todo al máximo para hacer frente al proceso por corrupción que tiene abierto en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Y si puede afianzarse en el partido, mejor que mejor, porque nadie sabe si la resolución de su tema acabará en inhabilitación", añaden las fuentes.
Algunos militantes piden un congreso
JxCAT celebró su congreso fundacional el año pasado, pero ya existen tímidas peticiones para que se adelante el próximo cónclave. El objetivo es celebrarlo en 2022 y preparar Junts para "un nuevo ciclo político que comenzará en 2023". Ese año hay elecciones municipales y generales y también expira la tregua dada a Pere Aragonès para que el Govern inicie una carrera hacia la unilateralidad si la mesa de diálogo no da frutos. “Ya veremos incluso si se provocan autonómicas anticipadas”, auguran desde algunos sectores del partido.
En esa tensa espera, cada uno de los dos líderes trata de afianzar sus posiciones dentro de la estructura de la formación. Y ahí hay también una guerra sin cuartel. Las elecciones de cargos territoriales comarcales y locales son los últimos procesos internos que se han desarrollado. En esas votaciones, el equipo de Borràs partía con ventaja y realizó una campaña interna difundiendo vídeos explicativos y celebrando actos para dar a conocer su hoja de ruta y sus proyectos. La estrategia del sector de Sànchez, en cambio, fue más dura y directa: consistió, básicamente, en llamadas personales y 'mails' a los afiliados con críticas acerbas a los rivales, un movimiento que provocó el recrudecimiento de las tensiones internas.
Desde el sector de la presidenta del Parlament, se acusa a los partidarios de Sànchez de haber hecho una "campaña sucia" y de una utilización indebida de las bases de datos para desacreditar a los adversarios. Pero lo cierto es que la estrategia de este último fue mucho más efectiva y logró una amplia victoria en el proceso interno frente a la primera. En estos momentos, el secretario general está activando todos los resortes territoriales para controlar la estructura de Junts al cien por cien.
Con una situación ya muy delicada internamente, llegó el momento en que Sánchez se descolgó al afirmar que con el referéndum del 1 de octubre no se buscaba proclamar la independencia, sino forzar al Estado a sentarse a negociar. Esas palabras provocaron una pequeña rebelión interna que derivó en una recogida de firmas para pedir la dimisión del secretario general. Y aunque la revuelta duró poco, las heridas que produjo esa decisión son profundas. El sector próximo al expresidente de la ANC apunta a que la iniciativa para forzar su marcha fue propiciada por personas del círculo de Borràs, aunque el tema de la negociación del Govern aplazó la guerra momentáneamente.
“Fue una auténtica conspiración que tenía como objetivo decapitar a Sànchez y echarle del partido, pero no lo consiguieron”, reconoce un dirigente de Junts a El Confidencial. Sin embargo, desde otros sectores de la formación, niegan que sea la gente de la presidenta del Parlament la que se encuentra detrás de la estratagema: “No tiene suficiente fuerza aún ni una estructura que le permita una acción de esas características. Más bien, esa iniciativa provenía de círculos más cercanos al propio Puigdemont”.
El 'expresident' amenazó con abandonar
La distancia entre ambos sectores también se ensanchó recientemente tras el acuerdo al que llegaron ERC y JxCAT para conformar el Govern. Sànchez pilotó las negociaciones desde prisión. Algunas fuentes apuntan que siguió las indicaciones de David Madí, el antiguo oráculo de Convergència y hombre de confianza de Artur Mas, aunque otras voces minimizan su aportación. Lo cierto, sin embargo, es que los resultados de las conversaciones provocaron el descontento de prácticamente todas las familias del partido. Los del sector más cercano a Puigdemont mostraron su desencanto renunciando a entrar en el Ejecutivo catalán.
Prácticamente, estaba atado que Elsa Artadi, número dos de JxCAT y líder del partido en el Ayuntamiento de Barcelona, fuese la nueva vicepresidenta del Govern, pero renunció por sorpresa. El otro gran protegido de Puigdemont, Josep Rius, a quien se daba por nuevo consejero de Exterior, también se descolgó y se quedó como portavoz adjunto en el Parlament. Según algunas fuentes, la decepción sobre cómo se había negociado se saldó con su retirada.
El propio Puigdemont se mostró en privado decepcionado con el resultado de las conversaciones con sus rivales de Esquerra y llegó a comentar su intención de apartarse de la primera línea o de abandonar la vida política. Su círculo más próximo le convenció para seguir al mando del barco porque, de lo contrario, en la lógica soberanista, se habría acabado el ‘procés’, y significaría la muerte del 1-O y del mandato de las urnas. “Pero a Puigdemont no se le debe de tomar todo al pie de la letra. Ya amenazó varias veces con abandonar la política, la primera de ellas al día siguiente de haber llegado a Bruselas”, aduce una fuente de Junts. A la hora de valorar los resultados internamente, el sector de Borràs, con el diputado Francesc Dalmases a la cabeza, fue uno de los más duros. Ahora solo espera la hora propicia para sentenciar a Sànchez.
Las interioridades de Junts per Catalunya (JxCAT) están, literalmente, hechas unos zorros. La puesta en libertad de Jordi Sànchez, secretario general del partido, no ha calmado las turbulentas aguas de la formación que preside Carles Puigdemont. Las distintas facciones alientan una guerra interna que no hace presagiar nada bueno en un futuro próximo. Solo la necesidad de plantar cara a ERC y no perder fuelle mantiene a todas las familias unidas.