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Aragonès se perfila como 'president' pendiente del apoyo de JxCAT y la CUP
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Nadie se compromete a investirle

Aragonès se perfila como 'president' pendiente del apoyo de JxCAT y la CUP

Si ni Laura Borràs ni Pere Aragonès están dispuestos a que les envíen a la "papelera de la Historia", la presión de la CUP puede ser esquivada pactando con el PSC y los 'comunes'

Foto: Pere Aragonès, durante su comparecencia ayer para valorar los resultados. (EFE)
Pere Aragonès, durante su comparecencia ayer para valorar los resultados. (EFE)

El soberanismo queda condenado a repetir la misma coalición que colapsó hace un año, cuando Quim Torra dio por muerta la legislatura. Como auguraron las encuestas, el 'efecto Illa' se ha quedado corto y no le llega para gobernar. Pero ERC ha ganado las elecciones pese al empate de escaños con el PSC y que haya perdido en votos. Pere Aragonès será ahora 'president' si consigue el apoyo de JxCAT y dependiendo del aval de la CUP, que por ahora mantiene el misterio. Pere Aragonès, acusado de soso durante la campaña, le ha sacado cerca de 30.000 votos a JxCAT. De manera que el mejor plan es repetir la coalición que ya no funcionaba, pero al revés. Aragonès, actual vicepresidente de Economía de la Generalitat, heredero de ERC designado por Oriol Junqueras, será el hombre fuerte de la Generalitat.

Ganar no quiere decir gobernar. O lo que es lo mismo: para gobernar hay que pactar. Después de un año de tensiones, el independentismo catalán llega con la confianza minada. Nadie se ha comprometido a investir a nadie en la noche electoral. En este sentido, los comicios del 14-F han servido para poco. Todo seguirá igual, pero al revés. La misma moneda mostrada por la otra cara.

El independentismo mantiene su mayoría absoluta y su dependencia de la CUP. El fracaso del PDeCAT de Àngels Chacón deja en manos de la CUP su potestad para designar el 'president' y luego dedicarse a hacer oposición, uno de los factores que debilitaron a al Govern de Torra. Eso supondría calcar el Ejecutivo anterior, que ya fracasó, pero esta vez presidido por Pere Aragonès, que podrá explotar su ligera ventaja.

Pero la incertidumbre es máxima. JxCAT no ha querido garantizar su apoyo a Aragonès en la noche electoral. En palabras de Laura Borràs, “es una gran victoria del independentismo y al superar más del 50% de los votos ha de tener consecuencias políticas. Felicitamos a ERC y a la CUP por sus resultados y ya nos hemos emplazado a trabajar. La ciudadanía, que en Cataluña es tozuda, nos envía un mensaje de unidad, que vayamos juntos”.

Aragonès aseguró que la victoria de ERC era histórica. Pero hacer historia sirve de poco si dependes de terceros. Y él depende de JxCAT para cerrar su nuevo Gobierno y de la CUP para su investidura. Eso sí, le ha sacado 30.000 votos a la carismática Laura Borràs.

Foto: Salvador Illa, durante un momento del debate emitido en La Sexta. Opinión
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Con una participación 28 puntos más baja que en 2017, el independentismo sigue ganando en Cataluña. Aunque como no están unidos, vuelven a ganar, pero son incapaces de gobernar. La historia de la pasada legislatura. “Si es por nosotros, habrá un Govern independentista fuerte”, aseguró Borràs. Lo más cerca que estuvo de reconocer que, si quiere seguir manteniendo un numeroso 'sottogoverno' a sueldo en la Generalitat, necesita hacer a Aragonès 'president'.

Los 'comunes' de Jéssica Albiach se pasaron la noche electoral reclamando que era posible sumar una mayoría de izquierdas más amplia que la del independentismo. Pero con ERC habiendo firmado su compromiso contra el PSC, esta opción parece muerta antes de nacer. No hay mayoría alternativa, por una ERC atrapada en el marco mental que se impone desde Waterloo y los medios de comunicación independentistas. Aragonès, eso sí, ha abierto la puerta a pactar con los 'comunes' para que apoyen su investidura, con el anzuelo de que los de Albiach apoyan el "derecho a decidir".

La CUP ha logrado un gran resultado, teniendo en cuenta su pésima campaña. Sus nueve diputados tendrán la llave. Por tanto, eso convierte al secretariado nacional de los anticapitalistas en el árbitro. Y dentro de esta organización no hay acuerdo sobre si investir a Aragonès. Así que, si el independentismo quiere retener el poder, el coste puede implicar exigencias inasumibles. U otra tentación: nombrar un presidente que no sea ninguno de los cabeza de lista. Como Torra en 2018 o como Carles Puigdemont en 2016. A la CUP le encantan estos juegos de manos. Y así el votante independentista habría vuelto a votar a ciegas.

Riesgo real

El riesgo real ante esta maniobra sería una repetición electoral ante la incapacidad de acordar un nuevo 'president', ya que a lo mejor ni Laura Borràs ni Pere Aragonès están dispuestos a que les envíen a la “papelera de la Historia”, en palabras de Benet Salellas, el hombre que llevó a Puigdemont a la presidencia de la Generalitat. El Parlament está más polarizado, más dividido y más centrado en hacer los bloques más impermeables y aislados. El territorio perfecto para que la CUP siembre el caos. Solo que Aragonès tiene una ventaja: si los antisistema se ponen muy tercos, puede pactar con el PSC y gobernar en minoría con los 'comunes'. Jéssica Albiach ya se ofreció ayer para ello.

Por otro lado, las elecciones tenían que servir para aclarar qué estrategia se aplicaba en el independentismo. Si se apostaba por gestionar el 'mientras tanto' que proponía ERC, o la ruptura inmediata con España por la que abogaba Waterloo. Con ERC y JxCAT de nuevo empatados, nada queda claro. Las elecciones tampoco han servido para esto y sin una hoja de ruta común, formar Gobierno se muestra más difícil, excepto si logran cargos públicos. El independentismo no sabe dónde va y el constitucionalismo queda dinamitado por el gran resultado de Vox.

Todos los teóricos que auguraron que la pandemia tendría incidencia en el voto, pues no. Ha tenido incidencia en la participación, que solo ha sido del 51%. Pero no, el soberanismo mantiene su vigor en Cataluña, por mucho que sea incapaz de llegar a un entendimiento entre sus diversas facciones.

Noche de infarto

“Va a ser de infarto”, les confesaba Jordi Sànchez a sus colaboradores por los pasillos del Hotel Barceló Sants, donde JxCAT celebraba su noche electoral, ante lo ajustado del escrutinio. Pero, en votos, JxCAT siempre fue por detrás de ERC. Estaban lejos del empate de 2017. Solo el ruralismo de sus bases, en lugares donde los escaños son más baratos, les permitía mantener la apariencia. Sànchez ha sido el teórico del giro a la izquierda de JxCAT. Con los resultados en la mano, le ha costado dos escaños y la presidencia de la Generalitat. Puigdemont dio la cara desde Bruselas asegurando que “hemos vencido a las fuerzas del 155” y que “hemos superado el 50% de los votos y tenemos más escaños que hace tres años”. Dos medias verdades.

Por último, el PDeCAT se queda fuera del Parlament. No le ha quitado a Puigdemont ni 100.000 votos. Los alcaldes que se resistieron a pasarse a JxCAT empezarán a cambiar de chaqueta en los próximos días. Triste entierro para los restos del pujolismo.

El soberanismo queda condenado a repetir la misma coalición que colapsó hace un año, cuando Quim Torra dio por muerta la legislatura. Como auguraron las encuestas, el 'efecto Illa' se ha quedado corto y no le llega para gobernar. Pero ERC ha ganado las elecciones pese al empate de escaños con el PSC y que haya perdido en votos. Pere Aragonès será ahora 'president' si consigue el apoyo de JxCAT y dependiendo del aval de la CUP, que por ahora mantiene el misterio. Pere Aragonès, acusado de soso durante la campaña, le ha sacado cerca de 30.000 votos a JxCAT. De manera que el mejor plan es repetir la coalición que ya no funcionaba, pero al revés. Aragonès, actual vicepresidente de Economía de la Generalitat, heredero de ERC designado por Oriol Junqueras, será el hombre fuerte de la Generalitat.

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