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La 'pax política' catalana con la pandemia se muestra inútil para frenar el virus
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Irónicamente, la Madrid crispada mejora

La 'pax política' catalana con la pandemia se muestra inútil para frenar el virus

Madrid y Cataluña se han enfrentado a la segunda oleada del virus de maneras muy distintas. La bronca política madrileña contrasta con una política catalana que se ha calmado

Foto: El presidente en funciones de la Generalitat, Pere Aragonès, junto a Quim Torra. (EFE)
El presidente en funciones de la Generalitat, Pere Aragonès, junto a Quim Torra. (EFE)

Madrid y Cataluña se han enfrentado a la segunda oleada del virus de maneras muy distintas. La comunidad presidida por Isabel Díaz Ayuso se sumergió en un clima de crispación política sin precedentes. En cambio, en Cataluña, que venía de una tensión entre partidos mucho mayor a causa del 'procés', se firmó una tregua a cuenta del coronavirus y todos los partidos se han alineado con la Generalitat, de manera que en el tema covid-19 se ha pasado sin mayores estridencias. Incluso se avalaron en Cataluña medidas más duras que el estado de alarma en Madrid —se han cerrado bares y restaurantes— para no acabar como el otro extremo del puente aéreo. Al parecer, no solo es que el virus no distinga entre territorios, es que no distingue de confluencias políticas. Cataluña se ha colocado esta semana por encima de los niveles de Madrid, con más de 447 casos por cada 100.000 habitantes. Más que en la capital española.

El estado de alarma también ha contado con el apoyo de la oposición. Los líderes de los grupos se reunieron telemáticamente con tres 'consellers' para que les explicasen el alcance de la petición del estado de alarma. No hubo críticas. Y en público, todo el mundo se ha alineado con la Generalitat, la misma línea que se ha seguido en toda la segunda oleada.

Foto: El vicepresidente de la Generalitat y presidente sustituto, Pere Aragonès. (EFE)

La ventaja es que Cataluña se ha ahorrado unos niveles de bochorno político que en España han llegado al paroxismo con la moción de censura de Vox el mismo día en que las autoridades reportaban 155 muertos por el coronavirus. Los datos en Cataluña son todavía peores: más de 4.000 positivos diarios en las últimas jornadas, riesgo de rebrote en 841, 347 ingresados en UCI con ocupación del 50% de las camas disponibles y 25 nuevos muertos por la enfermedad solo ayer. Desde que empezó esta crisis, la Generalitat lleva contabilizados 13.819 fallecidos. Es decir, el consenso político ha servido para poco en términos médicos.

Más presión sobre los hospitales a la espera de lo peor

Fuentes políticas explican que el mérito no es solo de una oposición que está actuando con responsabilidad. Otros factores coyunturales están ayudando: la salida de un activista como Quim Torra del Palau, la llegada de Pere Aragonès, que pese a estar en funciones está demostrando mando en plaza, y, tal y como pasó en la primera ola de la pandemia, que Waterloo haya bajado el tono, el mediático y la intervención en la Generalitat. Todo eso ha facilitado un clima político más armónico que en la primera oleada y menos crispado que en Madrid.

Sobre los malos datos, la 'consellera' de Salut, Alba Vergés, ha advertido de que el resultado del cierre de bares y restaurantes —además del resto de medidas, como clases 'online' en las universidades, suspensión de eventos deportivos no profesionales, cierres de centros de estética, etc.— no se verá hasta la semana que viene. Pero ya se está hablando de endurecer todavía más las medidas: por ejemplo, con un confinamiento de fin de semana. Y la leal oposición no abre la boca.

Sin Torra en el Govern, el Ejecutivo catalán se ha quedado sin agitadores y el papel de gestor de Aragonès ha ayudado a bajar el nivel de choque

La imagen general es que la bronca política molesta a los ciudadanos, que se pueden sentir abandonados en lo esencial, pero tiene un efecto limitado sobre el virus. Igual que el consenso político puede reconfortar a los votantes pero no a los enfermos, que lo que precisan es una buena gestión hospitalaria, centros de Atención Primaria robustos y rastreo en condiciones. El consenso o el disenso entre las fuerzas políticas es una superestructura, pero tiene poca incidencia sobre el día a día de la gestión de la salud pública.

Diferencias internas

En la Generalitat hay diferencias internas, pero no se están saldando a golpe de declaración y contradeclaración. Incluso cuando el infectólogo Oriol Mitjà denunció que Quim Torra le había ofrecido ser comisionado de Salud Pública con rango de 'conseller' para luchar contra la pandemia y que renunció a la oferta porque ERC no le apoyó, la sangre no llegó al río. Pere Aragonès evitó polemizar y todo se ha quedado en una anécdota. Mitjà ha acabado siendo un experto, otro más, de los que asesoran al Govern. Y a los expertos a veces se les hace caso y a veces no. Y sus consejos a veces funcionan, a veces no. Y más con este virus.

Foto: Uno de los bares del Mercado de la Boquería de Barcelona. (EFE)

Incluso dentro de la 'conselleria' han aparecido divisiones. Salut Pública, cuyo máximo responsable, Josep Maria Argimon, está de baja por haberse infectado, defiende el toque de queda nocturno. Igual que el 'conseller' de Interior, Miquel Samper. En cambio, la 'consellera' de Salut, Alba Vergés, se muestra contraria a esta medida, que podría servir para que abriesen bares y restaurantes. Vergés es celosa de sus competencias y, además, se ha manifestado partidaria de que los bares sigan cerrados aunque haya toque de queda.

Cansancio social

La Generalitat en esta segunda ola se ha alineado también con el Gobierno español. Y se nota en la sintonía del ministro de Sanidad, Salvador Illa, con las autoridades sanitarias catalanas. Este viernes, tanto desde Moncloa como desde la Administración catalana, el mensaje ha sido el mismo: apelaciones a la responsabilidad individual y petición de que la gente permanezca en casa y no lleve a cabo ningún tipo de vida social. Tanto en Madrid como en Barcelona, la consigna ha sido idéntica: las autoridades han hecho todo lo que podían. A partir de ahora, si todo sale mal, la culpa es de los ciudadanos.

Madrid y Cataluña se han enfrentado a la segunda oleada del virus de maneras muy distintas. La comunidad presidida por Isabel Díaz Ayuso se sumergió en un clima de crispación política sin precedentes. En cambio, en Cataluña, que venía de una tensión entre partidos mucho mayor a causa del 'procés', se firmó una tregua a cuenta del coronavirus y todos los partidos se han alineado con la Generalitat, de manera que en el tema covid-19 se ha pasado sin mayores estridencias. Incluso se avalaron en Cataluña medidas más duras que el estado de alarma en Madrid —se han cerrado bares y restaurantes— para no acabar como el otro extremo del puente aéreo. Al parecer, no solo es que el virus no distinga entre territorios, es que no distingue de confluencias políticas. Cataluña se ha colocado esta semana por encima de los niveles de Madrid, con más de 447 casos por cada 100.000 habitantes. Más que en la capital española.

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