Elecciones del 14 de febrero: plebiscitarias para Puigdemont, una más para Junqueras
El problema de fondo es la lectura del referéndum del 1-O. Para JxCAT suponen un mandato democrático que ha de marcar la agenda. Para ERC, en cambio, no debe hipotecar el futuro
Las elecciones del próximo 14 de febrero en Cataluña han provocado nada más plantearse otro 'rifirrafe', este más de fondo: para JxCAT, Quim Torra y Carles Puigdemont, se trata de unos comicios plebiscitarios en los que el independentismo se juega tener más del 50% de los votos, es decir, la mayoría social del país. Para ERC y Oriol Junqueras solo son unas elecciones más, importantes, porque se ha de incrementar la base de votantes soberanistas. Pero nada más. JxCAT y Puigdemont plantean unas elecciones que quieren leer en clave de referéndum y de excepcionalidad, según fuentes de su formación, porque ese es el escenario que más les beneficia.
Se trata de repetir lo que ya pasó en 2015, cuando JxSí —una coalición electoral entre CDC y ERC— se presentó a las elecciones con un planteamiento similar: era un plebiscito y si lo ganaban propondrían un referéndum, lo aprobase o no el Gobierno central. El plebiscito se perdió, tal y como reconoció en su día Antonio Baños, de la CUP. Luego Baños fue apartado o se apartó, nunca quedó claro, y las tres formaciones soberanistas optaron por la vía unilateral pese a que no se habían conseguido el 50% de los votos.
Pero las diferencias con 2015 en este caso son importantes. ¿Puede plantear una única fuerza que unas elecciones autonómicas son un tipo de consulta binaria, de sí o no? En 2015 lo hacían CDC, ERC y la CUP, la totalidad de las fuerzas soberanistas que optaban a las urnas. Ahora solo lo pone sobre la mesa JxCAT. Por mucho liderazgo moral que mantenga Carles Puigdemont desde Waterloo, JxCAT es en este momento la segunda fuerza parlamentaria y quedó casi empatada con ERC. Ahora es la única marca electoral que lo plantea, de hecho ERC rechaza de plano que el próximo 14-F, el Día de los Enamorados, por cierto, pueda ser leído como un referéndum.
Puigdemont y sus estrategas electorales consideran que 'un marco de ahora o nunca' favorece el voto a su formación. Un planteamiento más tradicional, unas elecciones autonómicas a las que se puede presentar un partido independentista como el SNP a las elecciones escocesas, le perjudica. Y eso es lo que defiende ERC. Los republicanos relativizan la relevancia de tener o no tener el 50% de los votos para dar nuevos pasos inmediatos hacia la independencia. Plantean, como lo hace su líder, Pere Aragonès, una carrera de fondo en la que la clave es que mucha gente que ahora no vote independentista lo acabe haciendo dentro de un tiempo. Es decir, buscan una mayoría indiscutible.
Más partidos
Pero hay más partidos independentistas que se presentan y que tampoco reconocen el marco mental plebiscitario que quieren imponer los de Puigdemont. Es el caso del PNC de Marta Pascal. Este partido recoge la tradición de derecha moderada del catalanismo y propone pactar un referéndum con el Estado, también en línea con el SNP escocés. O incluso el PNV. También es la situación del PDeCAT, que aspira a presentarse por separado y que tampoco comparte la visión de blanco o negro que se vende desde Waterloo.
Otros partidos soberanistas que también van a presentarse, como el PNC o el PDeCAT, tampoco comparten la visión plebiscitaria de Puigdemont
Al contrario que hace cinco años, no es que el españolismo no niegue la condición de plebiscito. Es que solo la reconocen los de Puigdemont y los suyos, lo que diluye el efecto de excepcionalidad que busca JxCAT.
Lectura del 1-O
El problema de fondo es la lectura del referéndum del 1-O, cuyo tercer aniversario se ha celebrado esta semana sin pena ni gloria, con poco seguimiento en la calle, sin acto institucional y con cada partido, incluyendo el 'Consell per la República', celebrando la efeméride por su lado. Para Puigdemont y JxCAT, del 1-O "emana un mandato democrático" que solo hay que implementar, por ejemplo, levantando la suspensión de la declaración de independencia del 10 de octubre, la que duró ocho segundos.
ERC no comparte ese punto de vista. Para ellos el 1-O es una victoria muy importante de afirmación nacional, pero de él no se puede extrapolar un mandato democrático: falló la participación —los constitucionalistas no votaron—, la sindicatura electoral, el reconocimiento de otros países… Todo lo que ignora JxCAT. ERC y JxCAT gobiernan juntos, pero si parecen dos gobiernos es porque no hay un acuerdo fundamental en lo que significó la consulta de 2017. En esencia, para JxCAT la consulta supone un mandato democrático que ha de marcar la agenda. Para ERC, en cambio, lo que pasó no debe hipotecar el futuro de su acción política.
Sin este acuerdo clave, la única narrativa que se impone es la de Manuel Marchena y su sentencia del Tribunal Supremo: una "ensoñación" colectiva con la que los líderes del independentismo querían obligar al Gobierno a negociar. Y, hasta que no se pongan de acuerdo, este es el relato de los hechos.
Las elecciones del próximo 14 de febrero en Cataluña han provocado nada más plantearse otro 'rifirrafe', este más de fondo: para JxCAT, Quim Torra y Carles Puigdemont, se trata de unos comicios plebiscitarios en los que el independentismo se juega tener más del 50% de los votos, es decir, la mayoría social del país. Para ERC y Oriol Junqueras solo son unas elecciones más, importantes, porque se ha de incrementar la base de votantes soberanistas. Pero nada más. JxCAT y Puigdemont plantean unas elecciones que quieren leer en clave de referéndum y de excepcionalidad, según fuentes de su formación, porque ese es el escenario que más les beneficia.
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