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Cientos de extremistas ponen en jaque la seguridad de Barcelona en la visita del Rey
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insultos y escupitajos a algunos invitados

Cientos de extremistas ponen en jaque la seguridad de Barcelona en la visita del Rey

Los radicales rodearon, increparon e incluso escupieron a algunos de los políticos y empresarios que intentaron llegar a pie a la entrega de los premios Princesa de Girona

Foto: Varios manifestantes protestan por la visita del rey Felipe. (EFE)
Varios manifestantes protestan por la visita del rey Felipe. (EFE)

Pocos, pero muy ruidosos. Ese es el resumen de la jornada de protesta contra la familia real, que en Barcelona entregaba los galardones anuales de la Fundación Princesa de Girona —después de que ya el pasado año fuera imposible entregarlos en aquella ciudad—. No fueron decenas de miles, pero sí un buen puñado de manifestantes (no más de 3.000 personas, aunque para los organizadores se llegó a 10.000, una concentración muy lejos de las concentraciones soberanistas), muchos de ellos estudiantes llegados desde la acampada de plaza Universidad y de las cercanas facultades, y que pusieron en jaque la seguridad del acto del monarca.

Protestas contra el Rey y acoso a los invitados de los Premios Princesa de Girona

El soberanismo quiere marcar perfil ante las elecciones del domingo. “La comitiva real ha tenido que salir por la puerta trasera del Hotel Juan Carlos abriéndose paso con violencia. Fingen llegada con normalidad”, aseguraba Arran en su página oficial este lunes. Era otra noticia falsa: la entrada principal del hotel (no la trasera) queda justamente enfrente del Palacio de Congresos. Además, la entrada al hotel estaba blindada, por lo que el Rey y su familia fueron del hotel al palacio paseando (están separados por solo unos metros), sin manifestantes que les molestasen, sin emplear la violencia y, lo que es más, sin oír los pitos ni las cacerolas de los manifestantes, que fueron relegados a más de medio kilómetro de distancia.

Lo único que escucharon los monarcas fue una cerrada ovación al entrar en el Palacio de Congresos: más de un minuto de aplausos con el público puesto en pie, con la presencia de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, del presidente del Senado, Manuel Cruz, y de la delegada del Gobierno, Teresa Cunillera. Nadie de las instituciones catalanas. Pero el supuesto pánico del Rey da oxígeno al independentismo.

La familia real es ovacionada a su llegada a los Premios Princesa de Girona

Media hora antes de que comenzase el acto de la Fundación Princesa de Girona, los Mossos ya tuvieron que emplear una cierta fuerza contra los pocos centenares de concentrados, empeñados en reventar el acto a cualquier precio. Y hubo forcejeos y escenas de tensión entre los concentrados y algunos de los asistentes al acto que pretendían llegar caminando. Por ejemplo, fueron insultados, rodeados y escupidos el concejal del PP Josep Bou, el empresario de ‘espardenyes’ Antoni Castañer o el expresidente de Sociedad Civil Catalana (SCC), Josep Ramon Bosch, y su esposa. Este lunes, no hubo nada “bien gordo”, como anunciaban los radicales, pero sí proliferaron gritos como “fuera las fuerzas de ocupación” o “fuera el Borbón”, además de la tradicional quema de fotos del Rey.

Dentro, la princesa de Asturias pronunciaba su primer discurso en castellano, catalán (muy correcto) e inglés, e incluso en árabe en algún momento, y Felipe VI recordaba que Cataluña fue crucial a la hora de sentar las bases de la España democrática y ello no puede quedarse en un recuerdo, sino que esos valores deberían persistir y en actual sociedad no tienen cabida “ni la violencia, ni la intolerancia ni el desprecio a los derechos y libertades de los otros”.

El acto de este lunes es solo uno más de los que jalonan la hoja de ruta del soberanismo. Eso sí, el más importante, porque su protagonista era el jefe del Estado. “No se trata de ser simpáticos, amables, ir cargados de razones y caer bien a todos. Eso ya se ha hecho durante años y seguimos siendo un problema interno. Se trata de ganar el control del territorio y que el Estado lo pierda y se convierta en un problema gordo para Europa”, argumentan los radicales.

Críticas a ERC

A la protesta se sumaron, oficialmente, además de Arran, los CDR, Pícnic per la República, ANC, la CUP y los otros dos grandes partidos, ERC y JxCAT. Míriam Nogueras, vicepresidenta de los posconvergentes, aseguró que Felipe VI “no es el rey de Cataluña”. “Estaremos al lado de la gente, en las calles”, subrayó. Y echó mano de un dato inédito, pero que puede pasar a formar parte de las falsas verdades del universo independentista: Nogueras afirmó que “el 80% de los ciudadanos de Cataluña no reconoce al Borbón como rey de Cataluña”.

Miembros de ERC y JxCAT acuden a las protestas contra el Rey en Barcelona

Gabriel Rufián también confirmó la presencia de su formación en las protestas (allí se dejó ver el líder de la oposición municipal, Ernest Maragall), pero el núcleo más radicalizado del independentismo lo rechaza. Según los radicales, “ERC contraprogramó tres actos políticos esta tarde en los barrios de Les Corts, Eixample y Ciutat Vella” para descafeinar la protesta. “En cambio, ni mañana [por el martes] ni pasado mañana [por el miércoles] celebran ningún mitin. Afirmar que ‘ERC acudirá a la protesta contra el Rey’ es mentira”.

El vicepresidente de Òmnium Cultural, Marcel Mauri, por su parte, propuso a la alcaldesa, Ada Colau, que no ceda ningún espacio público a la monarquía para celebrar actos o para alojarse. Con ello, quiere que el Palacete Albéniz, que en ocasiones se destinó a alojamiento de la familia real, no vuelva a ser utilizado con esa finalidad. A la petición se sumó entusiásticamente la portavoz de Junts per Catalunya (JxCAT) en el ayuntamiento, Elsa Artadi, que menos de dos horas después convocaba una rueda de prensa urgente para sumarse al carro: los independentistas presentarán una proposición en la comisión de Presidencia del ayuntamiento para limitar el uso del Palacete Albéniz. Al acoso popular y político a la monarquía se sumará ahora, pues, el acoso institucional.

Para el actual soberanismo, ya no se trata de defender unas ideas: se trata también de que el rival no pueda defender las suyas. Por eso, se intentará repetir el boicot de este lunes con Pablo Casado, que este miércoles visita Cataluña, y con Pedro Sánchez, que cerrará campaña el viernes. El extremismo quiere dinamitar la normalidad democrática y ha puesto Barcelona en la diana del tramo final de la campaña.

Seguimiento a los aviones de la familia real

Durante todo el domingo, se habían sucedido las proclamas para comenzar el boicot ya desde la víspera, anunciando una cacerolada “para no dejar dormir al Borbón”. A media tarde de ayer, los organizadores pedían datos exactos: “Necesitamos informaciones precisas con imágenes de los movimientos de los helicópteros que sobrevuelen Barcelona durante las próximas horas”, solicitaban a sus activistas. Hubo continuas informaciones enviadas a un robot para procesarlas convenientemente y poder conocer dónde estaba el Rey para ir a su encuentro. No lo pudieron saber.

También recibían informaciones precisas sobre el despegue desde Madrid de los Falcon propiedad del Estado en que viajaba la familia real. “El Falcon que ha salido de Madrid acaba de pasar Caspe. Llegará a Barcelona en pocos minutos”, alertaba uno de los radicales. Era el primer Falcon, porque los miembros de la familia real, por seguridad, se desplazan en transportes separados. Una hora más tarde, poco después de las 19:00, otro mensaje: “Segundo avión que sale de Madrid”, rezaba esta comunicación. No se quedaban ahí: los activistas transmitían a los suyos el enlace de una web que transmite en tiempo real la entrada y salida de aviones de los aeropuertos. Sin tener en cuenta, por supuesto, que el Rey viaja siempre con otros parámetros: su transporte utiliza código militar y no queda constancia en las torres de control de su paso o de sus llegadas y salidas.

Pocos, pero muy ruidosos. Ese es el resumen de la jornada de protesta contra la familia real, que en Barcelona entregaba los galardones anuales de la Fundación Princesa de Girona —después de que ya el pasado año fuera imposible entregarlos en aquella ciudad—. No fueron decenas de miles, pero sí un buen puñado de manifestantes (no más de 3.000 personas, aunque para los organizadores se llegó a 10.000, una concentración muy lejos de las concentraciones soberanistas), muchos de ellos estudiantes llegados desde la acampada de plaza Universidad y de las cercanas facultades, y que pusieron en jaque la seguridad del acto del monarca.

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