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El fin de la fiesta de Anglada, el histrión que quiso incendiar la política demasiado pronto
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PROMESA DE LA EXTREMA DERECHA ANTES DE VOX

El fin de la fiesta de Anglada, el histrión que quiso incendiar la política demasiado pronto

Josep Anglada fue el primero en hablar de la 'casta política' y en exprimir con éxito electoral el rechazo a los inmigrantes. Justo cuando el populismo identitario se dispara, él desaparece

Foto: Josep Anglada en una concentración de Plataforma por Cataluña en 2012, época de su apogeo. (EFE)
Josep Anglada en una concentración de Plataforma por Cataluña en 2012, época de su apogeo. (EFE)

El día en que la policía municipal de Madrid le dio el alto, Josep Anglada se encontraba en el cénit de su popularidad. Los agentes le requirieron para un control de alcoholemia en la plaza de Oriente y Anglada se puso hecho una furia. Llegado un punto, zarandeó a los agentes al grito de "¡Soy Anglada, el de Vic! ¡Persigan a los moros!". Los agentes, sin entender muy bien el esperpento, lo redujeron, lo llevaron a comisaría y la cosa acabó bastante mal. Un año de prisión y dos multas de 1.080 euros y 2.160 euros por negarse a hacer la prueba, conducir ebrio y resistirse a la autoridad al extravagante grito de "persigan a los moros". De propina, un año y un día de retirada de carné que múltiples testigos en Vic aseguran que no respetó.

Fue un golpe para Anglada, pero en aquellos tiempos la promesa emergente de la extrema derecha española salía indemne de cualquier trifulca callejera o demanda judicial. "Yo siempre caigo de pie, como los gatos", solía decir. Porque antes de que Santiago Abascal hablase de la reconquista y de que Pablo Iglesias señalase a la casta, ahí estaba manejando esos términos Josep Anglada, el de Vic, la gran esperanza ultra, el único político capaz de quedarse a un suspiro de obtener tres diputados en el Parlament en 2010 y de conseguir 67 escaños en varios ayuntamientos catalanes en 2011 a base de despotricar contra los inmigrantes y la clase política.

placeholder Josep Anglada en un acto público. (EFE)
Josep Anglada en un acto público. (EFE)

Hace casi diez años de ese acceso de megalomanía en Madrid, ocurrió el 18 de septiembre de 2009. Hoy la extrema derecha ocupa 24 escaños en el Congreso de los Diputados y condiciona varios gobiernos autonómicos. Pero Anglada, el pionero del populismo identitario que con tanto éxito pregonan Vox y el secesionismo catalán, se encuentra fuera de la agenda política, olvidado en el cajón de los juguetes rotos. Tremenda paradoja.

Su declive ha sido progresivo a lo largo de los últimos años. En 2014, los dirigentes de Plataforma por Catalunya (PxC), el partido que él fundó, lo expulsaron por "deficiencias en la gestión" en una reunión secreta a sus espaldas. 'Grosso modo', sus compañeros estaban hartos de que Anglada manejase a su antojo la caja del partido, por la que fluían cientos de miles de euros. "Yo me he comprado un Mercedes, pero Roberto [Hernando, número dos y luego sucesor] se ha comprado un Range Rover", se defendió Anglada con su histrionismo habitual, siempre transitando la línea que separa el carisma de un líder populista del bochorno que produce un bufón.

Repudiado por sus vecinos

Apartado y rodeado de un puñado de acólitos, especialmente su escudera Marta Riera, Anglada se aferró en la última legislatura a su acta de concejal en el ayuntamiento de Vic como un pez boqueando fuera del agua. El 26 de mayo de 2019 ya no pudo respirar más. Tras 16 años ininterrumpidos como concejal en la capital de la Cataluña interior, en los que llegó a ser líder de la oposición con el 20% de los votos, sus vecinos sellaron su muerte política. Som Identitaris, su nueva marca, solo alcanzó 511 votos, un 2,85% del escrutinio. En el puñado de municipios donde concurrió, la debacle fue similar. Se salvó Manlleu (la segunda ciudad de la comarca de Osona), donde el ex policía local Paco Zambrana es el único representante público del partido.

Está perdido. Él era mucho de ir a los plenos y correr por los bares. Pero ahora se ve con 60 años sin saber qué hacer

"Está perdido, desubicado. Él era mucho de ir a los plenos, correr por los bares hablando con la gente, pero ahora se ve con 60 años sin saber qué hacer. Hace un año le llamaban los de Vox para rehacer la extrema derecha en España y hoy no lo llama nadie", cuenta Xavier Rius Sant, buen conocedor de Anglada y experto en movimientos de extrema derecha. "Él ha sido el pionero del discurso populista anti inmigración, ha sido el primero en decir muchas de las cosas que hoy dice Vox, pero ha acabado hundiéndose. Su discurso incendiario necesita de un líder carismático y políticamente incorrecto para extenderse, que es lo que Anglada era, pero le faltó brillo para hacer despegar a Plataforma por Catalunya más allá de Vic y unos cuantos pueblos. Anglada ha sido destruido por sus problemas de liderazgo, su carácter incontrolable y sobre todo por la mala gestión económica de su partido".

El ex líder ultra ha admitido a su círculo de confianza su actual estrechez económica. Desde que se volcó en la vida política hace más de 15 años, a Anglada no se le ha conocido un empleo más allá de sus ingresos como concejal y de los fondos públicos que obtenía Plataforma por Cataluña en sus tiempos álgidos con 67 concejales repartidos en 40 municipios. El grifo de todo lo que llegaba al partido desde los distintos ayuntamientos y que él administraba de forma opaca se cortó en seco tras su expulsión del partido. Solo le quedaron las dietas que cobraba en los plenos y sus magros ingresos como concejal.

De hecho, Anglada despotricaba contra la casta pero era el único en Vic que vivía como tal, una de sus tantas contradicciones. "Él, cuando iba a los plenos, se ponía a despotricar contra el alcalde y contra la casta política podrida de todos los concejales que había allí, pero la paradoja es que todos esos concejales y hasta el alcalde tenían un trabajo. El único que vivía de la política era él", sostiene un buen conocedor de Anglada que prefiere el anonimato. Este diario le ha contacto en varias ocasiones para obtener su punto de vista sin éxito.

Tuvo en sus manos un buen vehículo para canalizar el discurso de la extrema derecha y se limitó a usarlo como 'modus vivendi'

"Anglada es un producto caducado", sentencia el periodista Joan Serra, coautor de 'Toda la verdad sobre Plataforma por Cataluña'. "Cuando montó Plataforma Vigatana [origen de PxC en el año 2001], usó el partido como un instrumento en beneficio propio, no al revés. Tuvo en sus manos un buen vehículo para canalizar el discurso de la extrema derecha y se limitó a usarlo como su 'modus vivendi'. Fue un error. Porque sin ser una persona cultivada, nunca ha cogido un libro, Anglada tenía buen olfato para saber qué tenía que incendiar en cada momento. Su habilidad fue ver que a Cataluña llegó un millón de inmigrantes entre 2001 y 2010, algo que por fuerza provocaba pequeños conflictos de convivencia, pero no supo ver más allá. Puede sonar extraño que Anglada haya desaparecido del mapa justo cuando su discurso tronado está en auge, pero en política es importante llegar en el momento justo, no antes ni después. Y él viene ya de muy lejos, arrancó en 2001 y su imagen está demasiado quemada para los partidos nuevos como Vox".

placeholder Josep Anglada (izquierda) es increpado por un grupo de jóvenes independentistas. (EFE)
Josep Anglada (izquierda) es increpado por un grupo de jóvenes independentistas. (EFE)


Ahogado por el 'procés'

No todo ha sido culpa de Anglada en su lento declive. El maremoto del 'procés' le ha arrastrado aguas abajo. Cuando los sectores más conservadores del catalanismo dejaron de hablar de los inmigrantes magrebíes y empezaron a hacerlo de los inmigrantes del resto de España, Plataforma por Cataluña se desplomó. Anglada es "el último franquista de Vic, el amigo de Blas Piñar, el que peregrinaba al Valle de los Caídos cuando nadie lo hacía", recuerda Serra, pero al mismo tiempo es un ferviente autonomista, muy apegado a la tierra y defensor de la escuela en catalán. Identitario catalán, pero al mismo tiempo fiel a la unidad de España. Un cóctel ideológico que pierde todo el sentido en la nueva lógica que impone el 'procés' a partir de 2011, justo los tiempos más felices para PxC.

El día que en Vic la gente empieza a cambiar el 'fuera los moros' por el 'fuera los charnegos' es el principio del fin de PxC

Con CiU envuelta en la estelada, el catalanismo conservador deja de fijarse en los magrebíes, abandona el 'primero los de casa' y regresa a Convergencia, su hogar de toda la vida, a lomos del 'Espanya ens roba'. Y así es como de repente los agricultores cuelgan la estelada sobre el tractor, las 'titas' se afilian a la ANC, y toda la amalgama sociológica de la derecha de la Cataluña profunda se olvida de Anglada y abraza las tesis de Artur Mas, luego exprimidas por Carles Puigdemont.

"Es el voto de la Cataluña profunda carlista, que con Jordi Pujol se pasó a Convergencia y luego coqueteó con Anglada porque era uno de los suyos y ellos estaban hartos de los 'moros'", explica Rius Sant. O como cuenta un buen conocedor de Anglada que prefiere el anonimato, "el día que en Vic la gente empieza a cambiar el 'fuera los moros' por el 'fuera los charnegos, fuera el PSOE, fuera la Sánchez Camacho y fuera Montilla' es el principio del fin de Anglada y Plataforma por Cataluña".

Xenófobo y catalanista

"Anglada logra por primera vez una vía para desbloquear el crecimiento de la extrema derecha en Cataluña, que era la barrera entre la identidad catalana y la española. Con su fórmula 'primero los de casa', consigue introducir un nuevo eje, el de autóctonos contra foráneos, que en los primeros años de siglo se impone al eje clásico españolismo-catalanismo y al de izquierda-derecha. Anglada, por primera vez, hace que la extrema derecha en Cataluña hable en catalán, rinda homenaje a Francesc Macià y asuma el autonomismo", explica Xavier Casals, historiador experto en nacionalismos.

"Pero en 2015 el proyecto fracasa por tres razones", prosigue. "La crisis interna causada por los procesos judiciales entre miembros del partido, el dominio que el independentismo hace sobre la agenda política, que deja sin espacio a Anglada al dejar obsoleto el discurso 'autóctonos contra foráneos' porque impone el 'Cataluña contra España', y tercero por la dinámica plebiscitaria iniciada con el referéndum del 9 de noviembre de 2014, en la que periódicamente se hacen plebiscitos para ver quién es independentista y quién no lo es, y en ese contexto los discursos excluyentes contra la inmigración no tienen cabida porque los dos bloques, españolistas y catalanistas, están tan igualados que necesitan seducir a ese 3 o 4% de voto inmigrante. Todo esto deja a Anglada fuera de juego".

En efecto, el proyecto de consolidar por primera vez un partido ultra en España cayó como un castillo de naipes. PxC nunca supo tapar el enorme agujero de carisma que dejó Anglada tras su despido y se disolvió en febrero de 2019 para fusionarse con Vox. Por su parte, Anglada ha terminado su carrera de la forma menos glamurosa: vetado por la junta electoral provincial para concurrir como cabeza de lista de Som Identitaris en Vic debido a una sentencia de la Audiencia de Barcelona, que lo condena a dos años de prisión y dos de inhabilitación por un delito de amenazas a un militante de Arran en el 2013 cuando este era menor de edad.

Huérfano y sin tirón electoral sin Anglada, PxC se fusionó con Vox en febrero de 2019

Fue una trifulca de lo más pueril, reflejo de la pérdida de reflejos del líder ultra. Anglada se dedicó a insultar en Twitter a un adolescente de 16 años del movimiento Arran que resultó ser (de ahí la inquina) el hijo del entonces subdirector de 'El 9 Nou', el periódico comarcal más importante de la comarca de Osona. El diario se había posicionado en esos tiempos muy a favor de la CUP y Anglada andaba negro, en especial desde que jóvenes de Arran le montasen un escrache a la salida de su casa. El protagonista se enzarzó y la cosa terminó con un retrovisor de su Mercedes roto y una cascada de insultos y excesos verbales en Twitter. En sede judicial, le preguntaron a Anglada si era consciente de que estaba amenazando a un muchacho de 16 años, y Anglada, más ancho que pancho, vino a decir que sí y que le daba igual porque el chaval era un perroflauta de la CUP que se lo tenía bien merecido. Condena firme al canto (dos años de prisión e inhabilitación como cargo público) que llegó justo en el peor momento, a días de las elecciones municipales del 26 de mayo.

El inventor de la casta

Entre los hitos políticos de Anglada quedará para siempre, aunque pocos lo sepan, haber acuñado el concepto de 'casta'. "Para la gente que seguíamos a Anglada, fue un trauma emocional cuando hace unos años sale Pablo Iglesias hablando de la casta política. Era como escuchar a Anglada con otro acento. Con lo que nos llegábamos a reír en los plenos en Vic cuando saltaba Anglada enfurecido criticando la 'casta política podrida' y de repente sale Pablo Iglesias y lo pone de moda en toda España", recuerda con sarcasmo Rius Sant.

Som Identitaris sigue activo y Anglada es su presidente. "Cosas más raras se han visto en política, pero Anglada tiene muy difícil recuperar su escaño en Vic y mucho más volver a ser alguien relevante en el panorama político catalán", afirma Riera. Quien le conoce bien dice que se le nota cansado y frustrado por la inhabilitación de la junta electoral. Él pidió el voto a su gente prometiendo que en dos años, cuando terminase la inhabilitación, tomaría el acta municipal. Pero nadie le escuchó. Ahora se abre el agrio camino del ocaso político, la falta de ingresos a las puertas de la jubilación y un procedimiento judicial contra sus antiguos socios de Plataforma por Cataluña por presunta apropiación indebida.

El día en que la policía municipal de Madrid le dio el alto, Josep Anglada se encontraba en el cénit de su popularidad. Los agentes le requirieron para un control de alcoholemia en la plaza de Oriente y Anglada se puso hecho una furia. Llegado un punto, zarandeó a los agentes al grito de "¡Soy Anglada, el de Vic! ¡Persigan a los moros!". Los agentes, sin entender muy bien el esperpento, lo redujeron, lo llevaron a comisaría y la cosa acabó bastante mal. Un año de prisión y dos multas de 1.080 euros y 2.160 euros por negarse a hacer la prueba, conducir ebrio y resistirse a la autoridad al extravagante grito de "persigan a los moros". De propina, un año y un día de retirada de carné que múltiples testigos en Vic aseguran que no respetó.

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