Las claves de la crisis del independentismo: el abrazo del oso fallido de ERC sobre JxCAT
La lucha por la hegemonía amenaza con dejar a uno de los dos grandes partidos soberanistas en la cuneta, aunque ambos tratan de mantenerse en pie a cualquier precio
“Nuestros partidos han de comenzar a notar que ya no sonreímos. 'Stop' 155”. El escueto mensaje circuló este miércoles a la velocidad del rayo entre los activistas independentistas catalanes. Era la consigna para acudir a las concentraciones en contra del conocido como ‘pacto de la Diputación’, entre Junts per Catalunya (JxCAT) y el PSC. Lo que se pedía con ese mensaje es la prohibición de pactar con cualquier partido constitucionalista. O sea, que todos los pactos en Cataluña se realizasen exclusivamente entre partidos independentistas. Una estrategia ideológica, excluyente. “Ningún pacto con los que nos reprimen y nos humillan. Exigimos respeto y avanzar hacia el objetivo independencia”, advertía a sus activistas la propia Asamblea Nacional Catalana (ANC).
La ANC tomó las riendas de las protestas, aunque la afluencia a las manifestaciones fue mínima: el primer día, se concentraron ante las sedes de JxCAT y ERC (que ahora están prácticamente juntas) una decena de personas. El miércoles por la tarde, pocas horas antes del pleno de la Diputación, los asistentes llegaron a un par de centenares, encabezados por la mismísima presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie. El jueves, mientras se celebraba el pleno de investidura, la concentración ante la sede del Gobierno provincial no llegó al centenar de activistas. Lejos de las masivas movilizaciones de los últimos años, la militancia activa del soberanismo comienza a dar síntomas de cansancio y hastío. La revolución que comenzó siendo la de las sonrisas es ahora la revolución de las lágrimas y las decepciones.
Pero el revuelo formado por el pacto de JxCAT y PSC es más de imagen que otra cosa. El mismo día que posconvergentes y ERC negociaban la ruptura del acuerdo con los socialistas y la ANC se concentraba ante la sede de los dos partidos, los republicanos descabalgaban a sus rivales independentistas de JxCAT del consejo comarcal de Urgell al pactar (como en casi 30 ayuntamientos) con el PSC y la CUP. O sea, mientras los republicanos exigían que JxCAT rompiese con el PSC por ser uno de los partidos “del 155”, ellos no tenían problemas para pactar con él en otra institución.
La estrategia de ERC
Un posconvergente de pro como el bloguero Francesc Abad dejaba plasmado este jueves en su blog que “la mayoría de pactos de ERC y la CUP con el PSC son para ir en contra de la lista independentista más votada, que ha sido JxCAT. La gran mayoría de pactos de ERC con PSC es para evitar que la lista independentista ganadora gobierne”. Y va más allá: “Esta es la estrategia de ERC: ganar la hegemonía, es decir, imponerse al resto de formaciones independentistas, en vez de colaborar”. En este sentido iban las críticas de Josep Costa, vicepresidente del Parlament y del círculo ‘duro’ de Puigdemont: “Si la unidad de acción es necesaria para hacer efectiva la independencia, es preciso entender que quien no quiere la unidad no tiene como prioridad la independencia”. Un misil a la línea de flotación de ERC sin nombrarla.
Para Abad, ERC quería pactar con los comunes en la Diputación (de hecho, los republicanos llegaron a ofrecer la presidencia a JxCAT a cambio de que rompiese el pacto con el PSC, a pesar de que los posconvergentes tienen solo siete representantes de un total de 51) para hundir a JxCAT. Ello les da pie para asegurar que lo que quiere ERC es “provocar unas nuevas elecciones autonómicas de las que salga una nueva mayoría política, a partir de ERC y de los comunes, que permita extender el ‘cordón sanitario’ contra JxCAT iniciado en los ayuntamientos y la Diputación. Los comunes han reconocido por activa y por pasiva este escenario de ‘cordón sanitario’ con ERC hacia JxCAT”.
Así pues, ante esa estrategia, los hombres de Puigdemont solo copiaron las formas de hacer de ERC, lo que dejó descolocados a sus rivales. “Ante este giro absolutamente inesperado de los acontecimientos, del pacto de JxCAT y PSC en la Diputación, que libera a JxCAT del ‘cordón sanitario’ preparado por ERC, esta enloquece y comienzan a decir auténticas barbaridades”. Y sentencia: “No es por la Diputación de Barcelona, a pesar del presupuesto que maneja, es porque este giro inesperado es su segundo fracaso consecutivo en la estrategia del ‘cordón sanitario’ contra JxCAT con el que pensaban consumar con éxito su estrategia por la hegemonía política de su partido”.
Lo cierto es que JxCAT aceptó apoyar a ERC en su intención por presidir la Diputación, pero le exigía a cambio que deshiciese sus pactos con los socialistas en 28 ayuntamientos. Los republicanos dijeron que no, que sus pactos no se tocaban.
Así pues, después de que la socialista Núria Marín fuese elegida presidenta de la Diputación este jueves (con el apoyo de JxCAT), la reacción de ERC fue contundente: “Decepción. Se consuma el error. JxCAT decide regalar la presidencia de la Diputación de Barcelona al PSC. La Diputación no tendrá un presidente independentista y republicano. Desde ERC, hemos intentado evitar el pacto PSC-JxCAT. Los votos para evitarlo estaban. La intención, no”, emitía oficialmente ERC. Y el diputado Gabriel Rufián subrayaba que “lo grave no es que Convergència le haya dado la tercera institución del país al PSC. Lo grave es que se la ha dado para que no la tenga ERC”.
Condenada al fracaso
Lo cierto es que ERC y JxCAT no sumaban. Se mire por donde se mire, los dos partidos (sin los comunes, que jamás apoyarían un Gobierno donde estén los posconvergentes) quedan lejos de la mayoría absoluta, por lo que la pataleta de ERC tiene más de foto dirigida a su militancia que otra cosa. A ERC le pasaba como en el Ayuntamiento de Barcelona: los rivales sumaban más. Pero con una salvedad: si nadie tenía la mayoría en la Diputación, debía gobernar la lista más votada en la provincia. Y esa era la del PSC. Por tanto, ERC estaba condenada a perder la “tercera institución” catalana. Cuestión de números.
De hecho, la gran batalla librada entre JxCAT y ERC los últimos días marca el fin de una era. La ‘entente cordiale’ de los últimos años está llegando a su fin. La situación en el Govern es cada día más difícil, porque se ha instalado la desconfianza entre JxCAT y ERC. La lucha por la hegemonía amenaza con dejar a uno de los dos grandes partidos soberanistas en la cuneta, aunque ambos tratan de mantenerse en pie a cualquier precio. La propia portavoz de ERC, Marta Vilalta, reconocía en los pasillos del Parlament que tras el ‘pacto de la Diputación’ hay “un antes y un después”, aunque se cuidó mucho de alimentar una crisis en el Govern o la previsibilidad de unas elecciones anticipadas.
Pero el juego de tronos en el independentismo está provocando también un curioso efecto: algunas plataformas y colectivos radicales comienzan a renegar de los partidos y entidades que han llevado las riendas hasta ahora.
En determinados círculos soberanistas, existe un gran malestar con todos los partidos (ERC, JxCAT y CUP), así como con Òmnium Cultural y la propia ANC, a las que consideran demasiado ‘procesistas’ y blandas. Especialmente criticada, por ejemplo, fue la petición del servicio de organización de la ANC, que el miércoles, en la concentración ante las sedes de los partidos, pidió a una hora prudencial que se desalojasen las aceras y no se obstaculizasen las entradas de los partidos. “La ANC está al servicio de los partidos, ¿qué más podíamos esperar de ella? Todo lo que hace parece simbólico, no efectivo”, critican desde posicionamientos radicales. Lo más sarcástico es que la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, declaraba este jueves que los partidos independentistas están haciendo pactos “absolutamente incoherentes”. Pero esa misma acusación se la hacen a ella otras plataformas soberanistas que acusan a la ANC de anestesiar conciencias y de ir “con el lirio en la mano”, una expresión con connotaciones negativas que significa ser simple e inocente, o actuar sin malicia. De ahí la apelación, en muchas ocasiones, al ‘lirismo’ que caracteriza la ‘revolución de las sonrisas’.
La plataforma Crides per la República ha iniciado también una recogida de firmas “a favor de que los partidos independentistas con representación en el Congreso voten no a la investidura de Pedro Sánchez. Basta de regalos. No hay diálogo, no hay excusa, no hay investidura”. Solo darían luz verde si Sánchez accede a realizar un referéndum de autodeterminación vinculante, si libera a los ‘presos políticos’ y deja volver a los ‘exiliados’, si acaba la “causa general contra el independentismo” y si, digan lo que digan los jueces, “absuelve” a los juzgados por el 1-O. Desde el entorno de esta plataforma, que ha tenido un cierto protagonismo los últimos meses, ha nacido otra plataforma: Via Fora. “Después del trabajo hecho para subir a Estrasburgo [el pasado 2 de julio, a la constitución del Parlamento Europeo], nos volvemos a poner en marcha. Visto lo que está pasando con los partidos políticos y que no respetan nuestro voto, comenzamos un nuevo proyecto pensando exclusivamente en el pueblo”.
La división y la desconfianza en el mundo soberanista van creciendo por momentos. Tanto que, en medios de los comités de defensa de la república (CDR), ya se ha comenzado incluso a hablar de romper la gran manifestación del 11 de septiembre, que los últimos años ha sido monopolizada y organizada exclusivamente por ANC y Òmnium. En estos círculos ya hay un esbozo de propuesta para una Diada alternativa que pasaría por colapsar Barcelona con manifestaciones por diferentes calles y acabar rodeando el Parlament como acto simbólico. “Con el lirio en la mano y camisetas nuevas, no haremos nada”, avisan desde estos círculos ultraindependentistas, aludiendo a la nueva uniformidad de la ANC para el 11-S, que sustituye las camisetas amarillas por otras de color coral.
“Nuestros partidos han de comenzar a notar que ya no sonreímos. 'Stop' 155”. El escueto mensaje circuló este miércoles a la velocidad del rayo entre los activistas independentistas catalanes. Era la consigna para acudir a las concentraciones en contra del conocido como ‘pacto de la Diputación’, entre Junts per Catalunya (JxCAT) y el PSC. Lo que se pedía con ese mensaje es la prohibición de pactar con cualquier partido constitucionalista. O sea, que todos los pactos en Cataluña se realizasen exclusivamente entre partidos independentistas. Una estrategia ideológica, excluyente. “Ningún pacto con los que nos reprimen y nos humillan. Exigimos respeto y avanzar hacia el objetivo independencia”, advertía a sus activistas la propia Asamblea Nacional Catalana (ANC).
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