Los socialistas controlarán 'áreas calientes' de BCN para devolverlas a la normalidad
Colau, al margen de sus veleidades independentistas, también pone el cambio climático, el cambio tecnológico y el liderazgo internacional en el centro de sus políticas
El próximo gobierno municipal de Barcelona no será un 'dragon khan' como el de la última legislatura. La alianza entre comunes y socialistas puede aportar la estabilidad de la que careció el último equipo de gobierno. En primer lugar, porque la correlación de fuerzas no es la misma: antes, Barcelona en Comú tenía 11 concejales y el PSC, 4; ahora, BeC tiene 10 y el PSC, 8. Pero, además, han desaparecido del equipo municipal algunos elementos distorsionantes que tensionaban las decisiones políticas.
Habrá algunas tensiones, ya apuntadas por la actitud de Ada Colau tras la toma de posesión este sábado: la alcaldesa necesita realizar gestos independentistas para contentar a un sector importante de sus huestes. Pero desde los sectores soberanistas se huelen que todo es impostura, pose.
Ernest Maragall ya anunció que hará una oposición dura. "Que nadie pretenda explicarnos cuál es nuestro rol. No queremos caricias, no queremos que nos extiendan la mano. No seremos dóciles con un supuesto progresismo. De acuerdo, estaremos en la oposición, pero nos quedaremos a la espera. Tomaremos la iniciativa, denunciaremos, propondremos, trabajaremos".
Sin embargo, la preocupación del socialista Jaume Collboni como socio de gobierno, no será Maragall, sino la propia Colau y las pulsiones soberanistas que puedan tener algunos en su equipo. En esta nueva etapa, el socialista, que salió por la puerta falsa en el otoño de 2017, no encontrará los obstáculos de la anterior legislatura. Entre otras cosas, porque tiene 8 concejales (antes tenía cuatro), por lo que su peso específico dentro del equipo de gobierno no es el mismo. De hecho, ahora será el número 2 del consistorio.
Este es el momento en el que Manuel Valls rechaza dar la mano a Quim Torra ante Colau: "No le he dado la mano porque su discurso en el Parlament hablando de mí como una casta fue un escándalo" https://t.co/NkSKwOJEV9 pic.twitter.com/8AGnl1BLD6
— Europa Press (@europapress) 15 de junio de 2019
Por otro lado, en el equipo ya no están los radicales Jaume Asens y Gerardo Pisarello, que boicotearon desde el primer momento el pacto de Colau con los socialistas y que se crearon enemigos incluso dentro de sus propias filas. Su tonteo con el independentismo había creado fuertes tensiones en el equipo de gobierno y, a la postre, había lastrado la gestión del propio gobierno municipal. Pero siguen presentes algunos elementos difíciles de encajar, que gobiernan desde la ideología. Y algunas pulsiones de Pisarello o Asens, de un modo o de otro, siguen vivas dentro del consistorio.
Duras negociaciones
Para la constitución del nuevo equipo hubo intensas negociaciones los últimos días. Según ha podido conocer El Confidencial, la alcaldesa Ada Colau ofreció un pacto a los socialistas: que la votasen en el pleno y luego se negociaría. Pero la respuesta del PSC fue la contraria: primero sentar las bases de un programa de gobierno y, una vez pactadas las líneas generales, le cederían sus votos. O eso o nada. "Si antes no hay acuerdo, no te votamos", fue la contundente respuesta. Y Colau no tuvo más remedio que transigir.
Abucheos y gritos de 'traidora" a Ada Colau en la plaza Sant Jaume pic.twitter.com/VEpilx6CqX
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📺 VÍDEO | Los manifestantes de apoyo a Forn arremeten contra Colau: "Es un fraude" https://t.co/RDBDYk2Phg pic.twitter.com/EVBBzPUVkT
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Durante varios días, la posibilidad de un pacto estuvo en el alero del tejado y a punto estuvo Colau de decantarse por un pacto con ERC. "Hubo dos cuestiones que retardaron la decisión final. La primera era que los comunes debían asimilar su derrota. La segunda, que la dirección de Barcelona en Comú estaba en una situación incómoda porque Colau debía dar la cara ante los suyos y proponer un pacto con el PSC tras habernos echado hace dos años. Pasados esos dos contratiempos, ya no había más problema para un pacto de progreso", explican fuentes socialistas a El Confidencial.
Las ofertas del republicano Ernest Maragall llegaron demasiado tarde, cuando ya todo estaba atado y bien atado. Maragall tuvo un error de bulto: puso como principal condición que en cualquier pacto no estuviesen sus antiguos compañeros socialistas. Y eso cavó su tumba. "Maragall tiene complejo de okupa. Además, se hizo independentista a los 76 años. Y los conversos son los peores", critica uno de sus antiguos compañeros.
Las negociaciones futuras van por buen camino. Todo parece indicar que el PSC se encargará de algunas áreas en las que hubo una elevada conflictividad en la pasada legislatura: comercio, seguridad y empresa principalmente. A los socialistas les gustaría controlar también la Hacienda, pero los comunes se reservan esa área para ellos. En su primer discurso ante el pleno, Collboni desgranó algunas de las líneas generales que ha de ir perfilando próximamente: "La prioridad es la cohesión social, el acceso a la vivienda, la seguridad, la prosperidad económica, el auge económico, de las pymes de los autónomos, acabar con la precariedad y lograr un salario de referencia de 1.200 euros, así como un compromiso para luchar contar el cambio climático y la apuesta por el área metropolitana para promocionar la cultura, la vivienda, la seguridad y la producción económica". En resumen, Collboni quiere hacer de Barcelona "la cocapital de España".
La difícil neutralidad institucional
"Lo importante es que se abre un periodo de progreso para la ciudad. No es tan importante qué área tiene cada uno, sino cómo se gestionan todas en su conjunto", aseguran las fuentes. El propio Jaume Collboni anunció que se abre "una nueva etapa, en la que se ha logrado no subordinar Barcelona al 'procés'. Habrá un Gobierno de coalición paritario entre Barcelona en Comú y socialistas. Será un gobierno amplio, progresista, sólido, que mire al futuro. Y habrá mucha política social. Queremos una Barcelona segura, tranquila, amiga de la economía, de la emprendeduría. Será un gobierno al servicio de la gente de Barcelona". Anunció también que será un consistorio que gobernará para todos y que velará por la neutralidad institucional, "sujeta dentro del marco de respeto a la Constitución, al Estatut y a la Carta Municipal de Barcelona". O sea, una ciudad que no será un instrumento de agitación masiva, como proponía Ernest Maragall, que quería poner a la capital de Cataluña al servicio del 'procés' y que el Ayuntamiento funcionase como una Generalitat bis.
Colau ya desveló que una de sus primeras medidas será proponer volver a colgar el lazo amarillo de la fachada, justificado por "la excepcionalidad de la situación que vivimos". Y, además de ponerse al servicio del 'president' Quim Torra para reclamar institucionalmente la "liberación de los presos políticos", el número 2 de Colau, Joan Subirats, anunció que, aunque hay un cambio de ciclo en la política catalana y estatal, el consistorio no se privará de "denunciar la situación de los presos políticos y la judicialización de la justicia porque, como hemos visto en el juicio que ha terminado, quedó demostrado ya que los acusados no cometieron delito alguno". Subirats dixit. Ya veremos cómo influyen estos gestos en la relación interna entre BeC y PSC a la hora de gobernar juntos.
Colau ya desveló que una de sus primeras medidas será proponer volver a colgar el lazo amarillo de la fachada
Colau, al margen de sus veleidades independentistas, también pone el cambio climático, el cambio tecnológico y el liderazgo internacional en el centro de sus políticas. Y, más cercanamente, el cambio en las estructuras urbanas: lo que pretende BeC es cambiar los hábitos y "liberar al Ayuntamiento de cualquier vínculo con los tradicionales círculos de poder": la lucha por un parque de viviendas, por la integración de la inmigración o por el modelo de turismo adquieren, así, una nueva dimensión. No se trata de recortar en esos sectores, sino de cambiarlos radicalmente.
Joan Subirats, por su parte, detalló los grandes retos que tienen por delante: la lucha contra la especulación, una nueva política energética, una nueva gestión del turismo, acabar con la creciente desigualdad o poner coto a "disrupciones significativas" son las prioridades del nuevo equipo de gobierno. La gran maquinaria municipal ya se está poniendo en marcha y en pocos días navegará a velocidad de crucero.
El próximo gobierno municipal de Barcelona no será un 'dragon khan' como el de la última legislatura. La alianza entre comunes y socialistas puede aportar la estabilidad de la que careció el último equipo de gobierno. En primer lugar, porque la correlación de fuerzas no es la misma: antes, Barcelona en Comú tenía 11 concejales y el PSC, 4; ahora, BeC tiene 10 y el PSC, 8. Pero, además, han desaparecido del equipo municipal algunos elementos distorsionantes que tensionaban las decisiones políticas.
Habrá algunas tensiones, ya apuntadas por la actitud de Ada Colau tras la toma de posesión este sábado: la alcaldesa necesita realizar gestos independentistas para contentar a un sector importante de sus huestes. Pero desde los sectores soberanistas se huelen que todo es impostura, pose.
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