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Pancartismo en vez de política: semana de gestos de Torra para forzar la confrontación
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Mucho simbolismo y poca estrategia

Pancartismo en vez de política: semana de gestos de Torra para forzar la confrontación

Como no había tensión Torra tuvo que inventársela para buscar un rédito electoral dudoso. Al final TV3 quiso dejar claro que el 'president' no había dado la orden de retirar las pancartas

Foto: Imagen del balcón del Palau. (EFE)
Imagen del balcón del Palau. (EFE)

Tres días, tres pancartas. Quim Torra considera que la dignidad de los catalanes depende de que haya un eslogan colgado en la fachada del Palau pero la dignidad, caprichosa ella, se ha alejado a medida que más pancartas él iba desplegando. El último lema rezaba: “Libertad de opinión y expresión”. El pasado jueves por la noche en un acto Torra aseguró “ya no podemos ir hacia atrás”. Pero su gestión de la crisis de los lazos ha dado la sensación contraria: que con cada pancarta iba retrocediendo un poco más. Y eso que la Junta Electoral Central se lo había dejado claro en su tercer requerimiento: no se pueden utilizar pancartas. Quim Torra quería comunicar fuerza y sólo desveló debilidad. La política, ay, es otra cosa.

El último giro intenta eludir el fondo de la cuestión. La Junta Electoral está planteando la neutralidad de las instituciones en período electoral, mientras que Torra se quiere erigir en el defensor de la libertad de expresión, tal y como muestra su última ocurrencia, que empieza a ser criticada, incluso desde el independentismo. Pero la libertad de expresión no está en peligro en Cataluña, por mucho que digan los voceros de la Generalitat. Mientras él intenta forzar los gestos vacíos, las instituciones se deterioran. Ayer los Mossos entraron en cuatro 'consellerías' y retiraron toda la simbología amarilla. Algo que no convenía ni a la Generalitat, ni a la policía autonómica ni a los funcionarios catalanes. Cosas que podían haberse evitado si el presidente catalán no hubiese seguido insistiendo en su desobediencia de salón.

Foto: Quim Torra cuelga este 22 de marzo otra pancarta en el Palau de la Generalitat: "Libertad de opinión y expresión". (EFE)

Desde Bruselas, Carles Puigdemont felicitó a Torra por su “firmeza”. Fue el único. Ni entre los presos ni en el PDeCAT ni en ERC ha gustado la postura del presidente custodio, como él mismo se denomina. Incluso el digital independentista ElMón.cat desveló que ayer Torra solicitó a Jordi Sànchez apoyo para su nueva pancarta, la de libertad para los presos. Lo hizo a través de un whatsapp al diputado de JxCAT y secretario general de La Crida, Toni Morral. Torra pedía un tuit de respaldo y lo consiguió. Tardó una hora. La anécdota muestra cómo se gobierna, o más bien cómo no se gobierna desde Palau: sin visión estratégica, pensando sólo en los gestos y pendientes de Twitter.

La crisis de los lazos se ha vuelto contra el soberanismo. TV3 quiso dejar muy claro ayer que Quim Torra no había dado la orden de retirar las pancartas y los lazos de la fachada del Palau. Lo hizo justo después de que se hubiesen quitado los símbolos para evitar que lo hicieran los Mossos por orden de la Fiscalía. Nadie decide nada en Palau. Las cosas pasan solas, al margen del 'president'. Lo que empezó para debilitar al Estado ha terminado volviéndose en contra de la propia Generalitat.

Presos en todas las listas

La principal razón son las contradicciones del 'procés'. Primero se optó por llenar las listas electorales de presos y luego se pretendió que una pancarta en la que se leía “Libertad presos políticos y exiliados” no tenía nada que ver con las elecciones a la que concurrían esos mismos presos.

Oriol Junqueras, preso, candidato de ERC, número 1 por Barcelona. Carles Puigdemont, encausado por el Tribunal Supremo y huido, candidato de JxCAT en las europeas. Raül Romeva, candidato republicano al Senado. Jordi Sànchez, candidato número 1 por Barcelona en este caso por JxCAT, Josep Rull, también por el Congreso y por JxCAT pero en Tarragona y Jordi Turull igual pero por Lleida; Joaquim Forn, por su parte, se presenta como alcaldable por Barcelona en los comicios del 26 de mayo. La lista es más larga, hay que incluir a amigos (Josep Maria Matamala por el Senado), empleados (Jaume Alonso-Cuevillas, número 1 por Girona para el Congreso) o parientes de los encarcelados en diverso grado y condición. Pero una pancarta sobre los presos no tiene sentido partidista, según el actual Govern de la Generalitat. Era una causa perdida desde el principio. Pero al parecer nadie tuvo el coraje de decirle a Torra que el rey estaba desnudo y él continuó pensando que inventarse un conflicto contra el Estado durante una semana le beneficiaría.

La 'crisis de los lazos' sólo es una más de las meteduras de pata de Quim Torra, las cuales han tenido precedentes sonados como 'la vía Eslovena'


Como en el caso de la vía Eslovena, ha sido exactamente lo contrario. Los Mossos se han apresurado a ponerse al servicio de la Justicia, tal y como marca la ley. Al obligar a volver a pronunciarse a la Junta Electoral ésta les ha prohibido usar imágenes de los presos, lo que dificulta una campaña con lista trufadas de encausados soberanistas.

El soberanismo jugó la carta de los presos porque carecía de obra de gobierno, ni proyecto político, ni unidad de acción con tirón electoral. Pero estos presos se encuentran en medio de un juicio oral en el que día sí, día también, lo mejor que les pasa es que se asegura que en octubre del 2017 no iban en serio, que era un farol, como explicó la 'exconsellera' de Ensenyament, Clara Ponsatí.

Puigdemont, responsable

Al final, fue Puigdemont el que designó a Quim Torra. Quería un inquilino en Palau que no le hiciera sombra. Lo ha conseguido. Y ha logrado controlar el PDeCAT hasta aniquilarlo por control remoto. Pero dirigir una administración con un volumen de gasto de más de 30.000 millones es otra cosa. No basta con prohibirle a Torra usar el despacho del 'president' de la Generalitat. Que, además, el escogido carezca de capacidad estratégica o que pueda conllevar situaciones políticas complejas no ayuda en nada al soberanismo.

Mientras Torra intentaba chulear al Estado el PNV decidió cortar por lo sano y no concurrir con los nacionalistas catalanas en las elecciones europeas


El 'president', además, escogió una mala semana. El PNV estaba deshojando la margarita de si concurrir al lado de JxCAT en las europeas. Puigdemont como cabeza de lista ya daba repelús al actual Euzkadi Buru Batzar. La imagen radical de Torra tampoco ha ayudado. Al final el PNV ha preferido quedarse sin eurodiputado durante cinco años que asociarse con un catalanismo tan escorado… hacia la nada.

Torra es un activista. Colgar pancartas para él es algo fundamental. Buscar un entendimiento con Madrid, asumir que la Junta Electoral es un órgano administrativo que carece de capacidad negociadora y que su formación JxCAT se presentaba a una elecciones con lo que aceptaba tácitamente el marco que tutelaba la Junta han sido demasiado para él. Todo esto le ha venido grande. Torra ha quedado en cuestión. Pero también debería preguntarse el independentismo si el equipo que le asesora ha estado a la altura de las circunstancias.

Tres días, tres pancartas. Quim Torra considera que la dignidad de los catalanes depende de que haya un eslogan colgado en la fachada del Palau pero la dignidad, caprichosa ella, se ha alejado a medida que más pancartas él iba desplegando. El último lema rezaba: “Libertad de opinión y expresión”. El pasado jueves por la noche en un acto Torra aseguró “ya no podemos ir hacia atrás”. Pero su gestión de la crisis de los lazos ha dado la sensación contraria: que con cada pancarta iba retrocediendo un poco más. Y eso que la Junta Electoral Central se lo había dejado claro en su tercer requerimiento: no se pueden utilizar pancartas. Quim Torra quería comunicar fuerza y sólo desveló debilidad. La política, ay, es otra cosa.

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