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De Llarena a Rosalía o Marc Márquez: los CDR justifican el acoso a los famosos
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"si nos acusan de violencia, que sea verdad"

De Llarena a Rosalía o Marc Márquez: los CDR justifican el acoso a los famosos

La banalización del acoso y de la violencia es ya la moneda de cambio de los círculos más extremistas

Foto: Pintadas de Arran en el domicilio del juez Llarena. (EFE)
Pintadas de Arran en el domicilio del juez Llarena. (EFE)

Agitación intensa de la calle. Los círculos más radicales del independentismo han decidido mantener la tensión al máximo en Cataluña y, para ello, lo más efectivo es señalar objetivos y acosar a determinadas personas. Ya no basta con el boicot a las empresas españolas o las intensas campañas difamatorias contra personas o instituciones. Lo que se persigue ahora es “crear opinión”, que el ciudadano perciba en la sociedad a los ‘buenos’ y a los ‘malos’. De ahí la intensa actividad de las juventudes de la CUP, centralizadas en Arran, pintando la casa del juez Pablo Llarena, las pintadas en el garaje del exlíder del PP Xavier García Albiol o las pintadas en el coche del actual presidente del PP catalán, Alejandro Fernández.

Encapuchados lanzan botes de pintura amarilla contra la fachada de la vivienda del juez Llarena

Y no solo eso: en algunos círculos han comenzado una campaña incluso contra la joven cantante Rosalía, porque canta en castellano y, además, en la reciente gala de los Grammy, “no se acordó de los presos políticos”. “Rosalía se presenta en los Grammy así: 'Soy de Barcelona, España”, se quejaba este fin de semana un radical en una conversación a través de las redes. “Estilo Marc Márquez —señalaba luego—. Si pasas por el tubo, te promocionan, te dan visibilidad, pero eres una cantante española y así te vestimos. Yo no sé si ella se lo cree o lo aprovecha. Diango explotó y lo anularon (…) Álvaro Soler canta en castellano. Es triste. Si cantase en catalán, no creo que le hubiesen dejado cantar con Jennifer Lopez. Y si Rosalía cantase en catalán, dudo que consiguiese dos Grammy latinos”.

También contra Marc Márquez se ha iniciado una campaña porque no salió al balcón de Cervera a festejar su título mundial debido a que el alcalde mantiene una pancarta pidiendo la libertad “de los presos políticos” colgada (cosa que prohíbe la ley, no solo en España sino en toda democracia: las instituciones no pueden hacer ostentación de simbología partidista). Además, le acusan de “aceptar una pulsera de Jusapol”, la plataforma que pide la equiparación salarial para todos los miembros de cuerpos y fuerzas de seguridad, es decir, que policías nacionales y guardias civiles equiparen su sueldo con el de los Mossos o la Ertzaintza. Una locura identitaria que evidencia la fractura oficial de la sociedad catalana.

El acoso contra el juez Llarena y los ataques contra las propiedades de determinados políticos han sido criticados por algunos dirigentes independentistas. Incluso la tertuliana Pilar Rahola, una institución en esos sectores, arremetió contra la política de acoso y miedo iniciada por los hiperventilados ‘indepes’, lo mismo que la exsocialista Bea Talegón.

El contraataque

La respuesta no se hizo esperar. Plàcid Masvidal, colaborador en medios radicales y presidente de mesa en el referéndum del 1 de octubre (le llamaron la noche anterior para que presidiese una mesa en Calella), fue uno de los que salieron a defender con uñas y dientes la estrategia del miedo: “El error es priorizar la casa de Llarena, cuando a quien habríamos de priorizar ‘pintar’ con su propia sangre es a todos los políticos y opinadores que están condenando la pintada y que acusan a los CDR de violencia. Si nos acusan de violencia, que sea verdad”. El mensaje de Masvidal fue enviado selectivamente a algunos foros y dirigentes. El pasado miércoles, lanzaba una diatriba contra el catedrático de Derecho Penal Joan Queralt, que criticaba los ataques de Arran, llamándole “chusma” y “reñidor mediático”.

La anécdota es la plasmación de que la banalización del acoso y de la violencia es ya la moneda de cambio de los círculos más extremistas. 'Ir encapuchados no es violencia, es autodefensa'. Así reza un cartel de los comités de defensa de la república (CDR) que se ha distribuido entre la militancia esta semana. Las explicaciones dadas no pueden ser más tajantes: “Ir encapuchados no es una obligación, es una opción personal para evitar la represión”, dice uno de los puntos. Y otro remarca: “Basta de criminalizar a los que practican la acción directa y la desobediencia civil”. Y aún más: “Basta de criticar a los que escogen el camino del independentismo no violento, pero combativo”.

Foto: Pintadas intimidatorias en el exterior del domicilio de Salvador Illa. (@salvadorilla) Opinión
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No hace mucho, un dirigente de los CDR de las comarcas de Girona detallaba que las acciones de los comandos que arrancan lazos o realizan pintadas contra el independentismo “son actos fascistas”. Pero si esas acciones son realizadas por los CDR, son “actos democráticos”. Ese es el mensaje que se distribuye por las redes independentistas y el que va calando entre algunos sectores intelectualmente uniformizados y acríticos.

Y Arran no se esconde: en las redes sociales, emitió un mensaje no por inquietante menos cínico: “El pueblo manda. Arran obedece. Ocho meses después, por petición popular y con una resolución de la instrucción judicial que prevé sentencias desmesuradas, lo hemos vuelto a hacer: señalamos al juez Llarena como símbolo del régimen del 78. Rompemos la baraja”. El cinismo llegaba a su máxima expresión cuando, hace unas semanas, un grupo de voluntarios borró las pintadas contra la casa de Llarena en la comarca de la Cerdanya. “Un comando dirigido por Inés Arrimadas y Albert Rivera borró nuestra obra de arte ante la casa del juez fascista Llarena en Das, la Cerdanya”, afirmaban los mensajes distribuidos por las redes sociales, el instrumento más efectivo que tienen los agitadores. La agitación callejera está servida.

Nuevos ataques en Sabadell

El PP de Sabadell amaneció este jueves con la pintada ‘echémosles’, junto a una estelada, reivindicada luego por un grupo de jóvenes independentistas. La justificación a esta acción es que es una respuesta “a las últimas muestras de represión por parte del Estado español”. El objetivo, afirman desde los círculos independentistas, es señalar al PP como culpable de la situación.

Por el contrario, a través de la plataforma L’Alerta, los independentistas denuncian “un ataque coordinado de comandos ultras a locales soberanistas”. Estos ataques hacen referencia a una pintada con el lema ‘Viva España, artículo 155 y 8 ya, coño’, en el local de Terrassa en Comú, así como manchas de pintura en sedes de ERC, PDeCAT, CUP, ANC, Òmnium y locales de ateneos independentistas de Barcelona y las comarcas del Maresme y Bages. Según los radicales, estas acciones han sido realizadas “por comandos ultras de limpieza jaleados por Ciudadanos”. Apuntan directamente a los líderes del partido naranja como responsables y subrayan que esos ataques se hicieron precisamente el 20 de noviembre, aniversario de la muerte de Francisco Franco. Además, critican que estos ataques no salen en la prensa, lo que “contrasta con la cobertura que tuvo el lanzamiento de pintura amarilla en una casa del juez Pablo Llarena o el ataque de alguien del PP a la tienda de los padres de Albert Rivera (que el líder de Ciudadanos manipuló para que pareciese un ataque de los independentistas)”.

Agitación intensa de la calle. Los círculos más radicales del independentismo han decidido mantener la tensión al máximo en Cataluña y, para ello, lo más efectivo es señalar objetivos y acosar a determinadas personas. Ya no basta con el boicot a las empresas españolas o las intensas campañas difamatorias contra personas o instituciones. Lo que se persigue ahora es “crear opinión”, que el ciudadano perciba en la sociedad a los ‘buenos’ y a los ‘malos’. De ahí la intensa actividad de las juventudes de la CUP, centralizadas en Arran, pintando la casa del juez Pablo Llarena, las pintadas en el garaje del exlíder del PP Xavier García Albiol o las pintadas en el coche del actual presidente del PP catalán, Alejandro Fernández.

Pablo Llarena
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