Ripoll trata de superar los atentados: "Algo se ha roto con los musulmanes"
Los ocho jóvenes de la célula terrorista que sembró el terror en Barcelona y Cambrils se criaron en el municipio. Los vecinos han logrado pasar página, pero muchos no perdonan
En Ripoll la gente habla de terrorismo islámico con la misma naturalidad con que se habla del último culebrón de moda o de los fichajes de fútbol. Todo el mundo tiene sus teorías, todos saben algo, intuyen algo o sospechan algo. "La mezquita está demasiado tranquila, seguro que traman algo", dice una señora en un corrillo. "Están muy a la defensiva, el otro día me gritó uno por recriminarle dónde tira la basura", responde otra. "Pues yo lo veo todo igual", dice un tercero, el más joven. Los vecinos debaten si es posible que miembros de la comunidad musulmana de Ripoll estén preparando un atentado. Un tema de conversación improbable en cualquier otro pueblo de España y que tampoco existía en este bello enclave del Prepirineo catalán hace solo un año.
Pero "el Moussa", "el Omar", "el Hussa", "el Moha" y así hasta ocho jóvenes junto al imán, Abdelbaki es Satty, se encargaron de escribir el nombre de Ripoll en los anales del terrorismo islámico internacional. Unos muchachos anodinos, criados junto al resto de niños del pueblo, que se radicalizaron hasta el punto de cometer un terrible atentado en Las Ramblas de Barcelona y otro en Cambrils que causaron la muerte de 16 personas e hirieron a más de un centenar. Posiblemente, se trata de la célula islamista más familiar y rudimentaria de todas las que hayan actuado en Europa.
"Ripoll va a arrastrar ese estigma por muchos años, es algo que ya tenemos asumido", reconoce Jordi Munell, alcalde del municipio. Munell asegura que los vecinos ya han superado el trauma y que los corrillos conspiranoicos son "algo minoritario". "La gente vive tranquila, o al menos eso es lo que me trasladan en las calles, los bares y las tiendas. Que alguna gente en privado diga que no se fía de los musulmanes o tenga actitudes racistas es normal, pasa en cualquier pueblo".
Cansados de las miradas
La comunidad musulmana de Ripoll lleva desde el 17 de agosto de 2017 agazapada, aguantando el chaparrón. "Estamos un poco cansados ya de que se nos señale, pero poco podemos hacer. Hay gente que entiende que no tenemos la culpa y gente que cree que todos somos terroristas, y eso no lo vamos a cambiar", suspira Mohammed mientras sorbe una taza de café en la cafetería Esperanza, lugar de encuentro de buena parte de la comunidad marroquí de Ripoll.
Mohammed lleva 29 años viviendo en el pueblo que, dicen los libros de historia, vio nacer la nación catalana. Es uno de los marroquís más veteranos, que hoy suman ya más 500 empadronados. También es vecino de portal de la familia Hychami, que perdió a dos de sus hijos en los atentados. "Mis hijos solían jugar con los suyos y todos se pasaban tardes enteras jugando en mi casa. Ha sido un golpe muy duro y nos ha costado mucho salir adelante", cuenta.
Cada vez que cruzo una aduana la policía me para y me registra el coche por vivir en Ripoll
Él y el resto de marroquís de Ripoll sufren desde entonces las consecuencias. "Cada vez que voy a Andorra o cruzo una aduana la policía me para y me registra el coche entero. La última vez estuvieron una hora y media. Ser marroquí y vivir en Ripoll te causa problemas. Pero no les digo nada [a la policía], dejo que hagan su trabajo mientras sean respetuosos. No creo que lleguemos a superar el estigma, pero así es la vida".
En la mezquita de la comunidad Annour, donde ejerció como imán el ideólogo de los atentados, Abdelbaki es Satty, hace ya tiempo que no se habla de lo sucedido. Necesitaron dos meses para encontrar un nuevo imán, nadie quería tomar ese cargo envenenado, pero en octubre por fin llegó un nuevo guía al centro, ubicado en los bajos de un amplio local en la calle Sant Bartomeu.
El nuevo imán se llama Mohammed al Onsere. "Yo vivía en Roses [Girona] y tenía amigos en Ripoll. Me pidieron que viniera a la mezquita y sentí que debía ayudar. Me vine con toda la familia", recuerda. “El primer día hablamos de todo aquello [por los atentados] pero luego no hemos vuelto a hablar. La policía ha venido varias veces, me pregunta, quiere saber qué hacemos. Nosotros lo único que debemos hacer es mirar adelante", zanja con cierta incomodidad.
"La policía ha venido varias veces, me pregunta, quiere saber qué hacemos", reconoce el nuevo imán de la mezquita Annour
A ningún marroquí le gusta hablar de los atentados, y menos cuestionarse por qué a una comunidad tan familiar se le escapó que ocho de sus chicos se estaban radicalizando al tiempo que armaban explosivos caseros en un piso franco en Alcanar. "Estos chicos casi no venían a la mezquita, si hubieran venido más habríamos visto que algo raro les pasaba. La religión es la mejor cura para las personas con problemas", dice Alí Yassine, presidente de la comunidad islámica Annour. Yassine señala al ministerio de Justicia, que gestiona el registro de entidades religiosas, como responsable de que una persona vinculada al 11-M y con cargos por narcotráfico pudiera tomar el cargo de imán de la mezquita Annour de Ripoll sin que saltase ningún tipo de alarma. "Mi obligación no es controlar el pasado de un imán, él se comportó siempre como una persona normal, nunca dio motivos de sospecha", se defiende Yassine, quien ve el asunto de Es Satty como algo ya muy lejano y, sin duda, superado.
"De esta desgracia hemos aprendido algunas lecciones", asegura el alcalde. "Antes creíamos que alguien que hablaba catalán, que iba a la escuela y tenía trabajo estaba integrado en la sociedad. Pero eso falló porque esos chicos que crecieron como uno más cometieron un atentado terrible. Estar integrado no es suficiente. Lo que te hacer estar integrado de verdad es interactuar con la sociedad".
Interactuar es la palabra clave del denominado "nuevo modelo de convivencia" impulsado por el ayuntamiento, el eje sobre el que pivotan las iniciativas destinadas a recoser la brecha social que provocaron los atentados. Entre las iniciativas destaca la presencia de miembros de las principales nacionalidades en las mesas de debate y participación local. "Les hemos invitado a que participen en el municipio y su respuesta ha sido muy positiva. En Ripoll tenemos 58 nacionalidades distintas y desde el ayuntamiento debemos reflejar esa multiculturalidad".
Otro proyecto es el denominado "12 meses, 12 países", en el que cada mes se da a conocer un país de la mano de sus ciudadanos. En junio le tocó el turno a Marruecos y no hubo incidencias destacables. Cientos de vecinos se acercaron a la calle frente a la mezquita Annour para disfrutar de las distintas actividades lúdicas y gastronómicas, si bien algunos vieron esa celebración justo frente a la mezquita como un "intento de lavado de cara" incomprensible, profundizando en la idea, bastante extendida en los corrillos, de que el ayuntamiento tenía que haber cerrado la mezquita tras los atentados.
Otras iniciativas se centran en reforzar las tareas clásicas de seguridad. La policía local "tiene las antenas puestas", según el alcalde, en todo lo que acontece en la comunidad musulmana, y hay a disposicón de los vecinos una aplicación móvil llamada "línea verde" para denunciar anónimamente cualquier detalle sospechoso. “Pero en todo el tiempo que lleva funcionando no hemos recibido ningún aviso por temas de islamismo. Ni ahora ni antes de los atentados ha habido en Ripoll constancia de nada sospechoso. Es un asunto que a los municipios se nos escapa, no tenemos las herramientas ni el personal, es la Policía Nacional y los Mossos d’Esquadra quienes pueden detectar casos de radicalización", insiste Munell.
Apartados de la causa
Mientras la pequeña sociedad de Ripoll se recompone, la investigación judicial continúa su curso. En el municipio ha sentado muy mal que el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu haya rechazado que el ayuntamiento se persone en la causa como acusación particular. Andreu considera que el municipio no fue víctima en ningún sentido de los atentados.
"Vamos a presentar un recurso breve", adelanta Munell. "Se está hablando de relaciones del imán con el CNI, de lazos con Chechenia, es importante como pueblo saber qué teníamos en casa o contra qué luchamos. Con esta negativa solo consiguen que pensemos mal. Quizá no quieren que seamos cosas, que hay algo que esconder. Nos dicen que en Ripoll no hemos tenido víctimas pero tenemos toda una sociedad que ha sufrido riesgo de fractura, una sociedad que ha vivido un trauma y tiene el derecho a ser parte en el juicio".
Otro corrillo de vecinos lanza teorías y sospechas en la calle Progreso, junto a la mezquita. "El barrio se está convirtiendo en un gueto. Aquí se sienten protegidos y se están viniendo todos a vivir a las calles alrededor de la mezquita. La mitad se meten en los pisos como okupas. El ayuntamiento debería tener cuidado", dice la propietaria de un comercio cercano. "Yo trabajé muchos años en la guardería Virgen de Nuria y conocí a esos chicos. Ahora cuando veo a sus familias ya no es igual, si puedo los evito aunque sé que quizá no tienen la culpa. En Ripoll se ha roto algo con los musulmanes desde los atentados", prosigue otra.
En las calles, sin embargo, la vida sigue aparentemente igual. Los magrebíes van y vuelven del rezo en la mezquita. Los niños y sus madres, cubiertas de negro, se mueven despreocupadamente. Ripoll trata de sacudirse los demonios del islamismo y regresar a lo que siempre fue, un referente turístico del arte románico. Su siguiente reto es conseguir que el pórtico de la iglesia de Santa María sea designada Patrimonio Mundial de la Unesco.
En Ripoll la gente habla de terrorismo islámico con la misma naturalidad con que se habla del último culebrón de moda o de los fichajes de fútbol. Todo el mundo tiene sus teorías, todos saben algo, intuyen algo o sospechan algo. "La mezquita está demasiado tranquila, seguro que traman algo", dice una señora en un corrillo. "Están muy a la defensiva, el otro día me gritó uno por recriminarle dónde tira la basura", responde otra. "Pues yo lo veo todo igual", dice un tercero, el más joven. Los vecinos debaten si es posible que miembros de la comunidad musulmana de Ripoll estén preparando un atentado. Un tema de conversación improbable en cualquier otro pueblo de España y que tampoco existía en este bello enclave del Prepirineo catalán hace solo un año.