La pinza de la CUP para forzar la república: los CDR en la calle y Puigdemont en Bruselas
La extrema izquierda radical catalana quiere romper en otoño con el 'orden institucional' del Estado. Y cuenta para ello con una campaña en las calles y la figura del 'expresident'
La CUP se prepara para el asalto final a su palacio de invierno. Podría ser una metáfora, pero es algo más que eso: es la planificación de una estrategia de lucha callejera combinada con actuaciones desde el Gobierno de Cataluña para crear el caldo de cultivo óptimo con el fin de proclamar definitivamente la república catalana y provocar la ruptura con España en medio de una gran campaña internacional. De la cuestión interna se han de encargar el Govern de Quim Torra, las organizaciones cívicas y los partidos políticos. De la exterior, el Gobierno catalán, pero con la presencia estelar de Carles Puigdemont al frente del fantasmagórico Consell de la República. Para simplificar, los dos grandes protagonistas de esta hoja de ruta serán los comités de defensa de la república (CDR) y Carles Puigdemont como ‘president’ en el ‘exilio’. Una pinza antinatura solo unida por el interés mutuo de romper con España.
Horizonte República
Para ello, la organización radical ya tiene un esbozo de la campaña Horizonte República, que comienza ahora y que se desarrollará durante los próximos meses, hasta final de año. Se trata de una batería de acciones para “construir espacios de contrapoder en diferentes ejes: soberanía energética, financiera, productiva, popular, laboral, tecnológica, residencial, feminista, sanitaria, educativa y alimentaria”. Es decir, es básicamente una “agenda de transformación social basada en el desarrollo de procesos colectivos en clave constituyente”. Con ella, espera “afrontar con mejores condiciones el próximo embate contra el régimen del 78”.
La batería de propuestas ya fue entregada por los dirigentes de la CUP a Quim Torra, que se comprometió a intentar implementar sus demandas en la acción de gobierno de su Ejecutivo. Otra cosa es que muchas de esas iniciativas sean factibles de llevarse a la práctica o no.
La acción del Govern que preside Torra es solo una de las patas de la estrategia independentista, cuya principal fuerza está en la calle
El objetivo inmediato de la hoja de ruta rupturista es “la dinamización cotidiana de estructuras de movilización popular a partir de programas políticos concretos, la construcción de espacios soberanos dentro y fuera del marco institucional existente; en definitiva, el despliegue y consolidación de nuevas materializaciones que construyan un bloque social capaz de consolidar el proceso de autodeterminación”. En otras palabras: la acción del Govern que preside Quim Torra es solo una de las patas de la estrategia independentista, cuya principal fuerza está en la calle, el espacio que la CUP mejor domina y que espera controlar a través de los CDR.
Los radicales preparan una intensa movilización social “basada en la resistencia pacífica y la desobediencia civil”. Para ello, ya han diseñado “estructuras de poder popular que sean capaces de organizar y dirigir esta movilización”. Uno de los instrumentos pensados para ello (y en eso coinciden con los planes de Carles Puigdemont) es la Asamblea de Cargos Electos, “encargada de ejercer tanto tareas de representatividad legítima como de construcción de estructuras clave para la construcción del proyecto republicano”. Sería, pues, la materialización de un Parlamento paralelo del que quedarían barridos los no afectos al nuevo régimen, es decir, más de la mitad de la población catalana. Todo ello para “desbordar el bloqueo represivo que el Estado español planteará siempre ante el ejercicio del derecho a la autodeterminación del pueblo catalán, que pasa por la articulación de una gran ola democrática que combina diversos factores”.
La clave de la estrategia cupera es similar a la de Puigdemont y sus partidarios: “La determinación de utilizar y controlar todos los recursos institucionales de las administraciones autonómicas y municipales desde una perspectiva de unilateralidad desobediente”. Los extremos, pues, se tocan: la extrema derecha independentista coincidiendo al cien por cien con la extrema izquierda.
Un banco público catalán
Los anticapitalistas propugnan “generar las estructuras necesarias que aseguren la creación de un banco público que se convierta en el eje central de la constitución de la república”. Paralelamente, exigen a Torra fortalecer “la banca corporativa y las alternativas al sistema bancario. Es precisa una apuesta decidida como movimiento desde las instituciones públicas para priorizar los depósitos, las operaciones y las líneas de crédito con este tipo de entidades”.
La CUP exige a Quim Torra fortalecer “la banca corporativa y las alternativas al sistema bancario"
Paralelamente, reclaman una “auditoría ciudadana de la deuda, con el apoyo de la Administración, que tenga como objetivo saber en qué se han gastado los recursos públicos. Esta auditoría también tendrá como objetivo dirimir la ilegitimidad de la deuda y, en consecuencia, si su pago ha de seguir recayendo en la clases populares”. Para su proyecto, reclaman también un fondo de estabilización que preste dinero a los ayuntamientos y un decidido apoyo a la creación de “instrumentos de defensa y asesoramiento de particulares ante los abusos bancarios. La confrontación entre la Generalitat intervenida y el Estado se ha de hacer visible en este tipo de actuaciones: cuando se aprovecha el escaso margen de maniobra que permite una autonomía desmantelada para atacar los intereses que están en el centro del régimen”.
Esta demanda coincide en el tiempo con la intención de círculos radicales de realizar boicots a bancos con sede en España y trasvasar las cuentas a dos pequeñas cajas, una de ellas dependiente de un colegio profesional, que están alineadas con el ‘procés’ y que apuestan por el independentismo. En los círculos más radicales se ha dado la consigna de que el cambio de entidad “se ha de hacer como un deber”. “Al enemigo, ni agua. Es un tema de conciencia: dos millones de personas votamos independencia (…) y todos juntos tenemos mucha fuerza”, advierten.
“Emanciparnos del Ibex”
Otro de los ejes de actuación en la campaña radical es “emanciparnos del Ibex. Es preciso orientar el republicanismo hacia un objetivo de relativa independencia económica, aprovechando para prefigurar un modelo económico que sitúe el movimiento republicano en la vanguardia de la lucha contra las miserias del capitalismo”.
En el ámbito energético, los anticapitalistas quieren paralizar grandes proyectos como la línea de muy alta tensión (MAT), o sea, la conexión eléctrica con Francia, o el Midcat (conexión gasística), así como eliminar el impuesto al sol y “crear programas de instalación de sistemas de autoproducción de energías renovables bajo la autogestión y la cooperativización de la producción y del consumo”. Proponen, asimismo, “recuperar la titularidad y la gestión de todos los modos de transporte colectivo en manos del Estado español y de empresas privadas para hacer una apuesta firme por la mejora de la calidad del aire y una red de transporte público”.
En la misma onda, se exige nacionalizar las redes de distribución de energía y “recuperar la gestión de los dos grandes puertos de Tarragona y Barcelona controlados desde una perspectiva colonial desde Madrid”. Estas medidas serán las más difíciles de implementar y a las que el Govern dará largas debido a la dificultad de materializar las exigencias, puesto que tienen consecuencias jurídicas muy importantes. O imposibilidades materiales de llevarse a cabo. Torra estará entre la espada y la pared.
La CUP se prepara para el asalto final a su palacio de invierno. Podría ser una metáfora, pero es algo más que eso: es la planificación de una estrategia de lucha callejera combinada con actuaciones desde el Gobierno de Cataluña para crear el caldo de cultivo óptimo con el fin de proclamar definitivamente la república catalana y provocar la ruptura con España en medio de una gran campaña internacional. De la cuestión interna se han de encargar el Govern de Quim Torra, las organizaciones cívicas y los partidos políticos. De la exterior, el Gobierno catalán, pero con la presencia estelar de Carles Puigdemont al frente del fantasmagórico Consell de la República. Para simplificar, los dos grandes protagonistas de esta hoja de ruta serán los comités de defensa de la república (CDR) y Carles Puigdemont como ‘president’ en el ‘exilio’. Una pinza antinatura solo unida por el interés mutuo de romper con España.
- Torra revoluciona la cúpula de los Mossos y relega a mandos en el foco de la Justicia A. Fernández. Barcelona
- Torra se querella contra Bono por llamarle nazi: "Genera hostilidad, odio y exclusión" Álvaro G. Zarzalejos