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Un sector del independentismo estalla contra las cruces amarillas: cabrean a los indecisos
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UN COLOR SÍMBOLO DE los CAMPOS DE EXTERMINIO

Un sector del independentismo estalla contra las cruces amarillas: cabrean a los indecisos

Líderes del secesionismo como Agustí Colomines advierten de que monopolizar constantemente el espacio público puede disparar el rechazo social a la estrategia de ruptura con el resto de España

Foto: Convocatoria de plantada de cruces amarillas en la playa de Mataró, en Barcelona. (EFE)
Convocatoria de plantada de cruces amarillas en la playa de Mataró, en Barcelona. (EFE)

El color amarillo y las acciones de ocupación de la vía pública comienzan a encontrar detractores dentro de los círculos independentistas. En algunos de estos círculos, comienzan a plantearse cuestiones como las de que “y si fuesen los otros los que pusiesen sus símbolos en nuestras calles, ¿nos gustaría?”. Para los partidarios de llenar todos los espacios públicos con símbolos separatistas, la cruz “simboliza el entierro de la libertad y de la democracia”. Para otros, son un acto tétrico e incluso desagradable.

Los últimos enfrentamientos entre ciudadanos, espoleados desde algunas instancias oficiales, han hecho saltar las alarmas. Algunos independentistas creen que la invasión del espacio público con sus consignas independentistas ha cruzado una línea roja. En los foros separatistas, se ha encendido una viva polémica sobre el tema. “Esta idea de monopolizar constantemente el espacio público, lógicamente, genera rechazo”, advertía un independentista en un chat por la república a tenor del incidente con un coche que el pasado domingo arrolló las cruces amarillas plantadas en la plaza Mayor de Vic.

La reflexión cayó como un obús en las redes ‘indepes’. “¿Estás justificando al del coche porque nosotros somos los culpables?”, le respondía una colega. La polémica estaba servida. “”En ningún caso he dicho que sea fantástico lo que ha hecho el intolerante del coche”. Y añadía luego: “Si pusiésemos cada día, en todas las plazas, símbolos del españolismo, veríamos qué dirías”. El más hiperventilado le saltaba al cuello: ¿Los otros no han monopolizado, como tú dices, los espacios públicos también? ¿Has visto muchas agresiones así por parte nuestra?”.

Un tercero arrimaba el ascua a su sardina: “Es de suponer que, a medida que vayamos avanzando hacia la república, todo se pondrá aún más tenso y cada vez estarán más nerviosos y violentos. Algún día saltará una chispa que será difícil de apagar a este paso, así que cuanto antes nos separemos, mejor”.

El color de los campos de exterminados

Pero al margen de esos motivos, hay otros que son más de fondo. “El amarillo es el color que se hace servir históricamente para marcar los campos de los exterminados”, alertaba alguien tan poco sospechoso de españolista como Agustí Colomines, exdirector de la Fundación CatDem (o sea, la fundación de Convergència) y ex director general de la Escuela de la Función Pública, destituido tras la aplicación del artículo 155. Colomines es el compañero de Aurora Madaula, una de las diputadas de Junts per Catalunya (JxCAT) más próximas a Carles Puigdemont.

Además, el exdirigente convergente pasa por ser uno de los ideólogos de la galopada del ‘expresident’ hacia la independencia. De hecho, fue el impulsor del Moviment 1-O, la plataforma de apoyo a Puigdemont creada por los diputados ‘independientes’ de JxCAT. De esa plataforma nació la Crida Nacional per la República, presentada hace una semana por sus impulsores (Jordi Sànchez, Quim Torra y el propio Puigdemont) y que se convertirá en partido político el próximo 1 de octubre.

A medida que vayamos avanzando hacia la república, todo se pondrá aún más tenso y cada vez estarán más nerviosos y violentos

Colomines, no obstante, no se queda ahí: abomina de la utilización del espacio público, aunque por motivos que nada tienen que ver con la ideología. “Poner cruces amarillas en las playas es potencialmente ofensivo para los católicos, por tanto es contraproducente”, advertía. “Además —continuaba—, puede resultar que le quites el puesto de la playa a alguien que quería ir y no tiene sitio para poner su toalla. Por tanto, lo que haces con ello es cabrear a los indecisos. Son los mismos que cortan carreteras o paran trenes. Solo un español que quisiera cabrear a los indecisos haría eso. Lo explicó muy bien Ingrid Carretero en Facebook esta semana. Nadie haría eso si no trabaja para el enemigo”.

La persona a la que hace mención es una militante de ERC que en las última semanas se afilió a Directe-68, un movimiento independentista que hace referencia a los 68 diputados necesarios para la mayoría absoluta en el Parlament. El ideario de este movimiento es “ganar unas elecciones y proclamar la independencia real, efectiva, rápida y eficiente de Cataluña en nuestro Parlamento”.

Foto: Fotograma de uno de los vídeos de Canet de Mar.
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Paloma Esteban A. Fernández. Barcelona

Curiosamente, esta activista radical es muy cercana al grupúsculo Resistencia Independentista Catalana (RIC), un núcleo xenófobo de irredentos que, paradojas de la vida, arremeten contra Colomines, a quien echan en cara que hubiese fundado el Moviment 1-O (incluso lo llegan a calificar de ‘franquista’, ya que para los más sectarios independentistas todo lo que no es independentista según su visión es ‘franquista’). También aseguran que los incidentes con las cruces amarillas en la playa de Canet (donde hubo enfrentamientos entre los radicales y un grupo de unionistas que las retiró) son “artificiales”. El RIC dispone hasta de una emisora de radio donde recientemente emitieron una entrevista con el rapero huido Valtònyc.

Uno de los artículos colgados en el muro de Carretero es revelador: “¿Sabéis el cuento del flautista de Hamelin? Los mismos políticos que dicen que llenar Cataluña de cruces amarillas y convertir sus preciosas playas y plazas más emblemáticas en cementerios gigantes nos llevará a la libertad son los mismos que dicen que jugaban al póquer yendo de farol, que todo era simbólico y que la declaración unilateral de independencia (DUI) no es el camino”.

El RIC dispone hasta de una emisora de radio donde recientemente emitieron una entrevista con el rapero huido Valtònyc

No tiene piedad la activista: “Se ha machacado de tal manera los cerebros de los catalanes con la farsa del ‘procés’ que incluso la gente de buena fe puede encontrar bonito convertir en un cementerio una de las plazas más bonitas de Cataluña [se refiere a la plaza de Vic]”. Y no tiene compasión con quienes incitan a las acciones de plantar cruces: “Estoy muy triste de ver a mi gente anulada como personas incapaces de pensar por sí mismas, obedeciendo como ovejas, haciendo acciones absurdas que no llevan ni llevarán jamás a la independencia (…) ¡Patético!”.

También metía el dedo en el ojo a los ‘lacistas’, criticando que se hayan plantado miles de cruces en una plaza “cuando no hay ni una sola estelada en los balcones (…) ¡¡¡No permitamos que nos entretengan con más mentiras, juegos y tonterías, acabemos ya con esta farsa!!!”.

Al margen de la imagen visual que proyectan las cruces amarillas, pues, hay argumentos de fondo e ideológicos que comienzan a exponerse públicamente en los círculos independentistas para acabar con acciones que solo proporcionan una fotografía pero que no resuelven el problema del encaje de Cataluña en España. O el desencaje, según se mire.

El color amarillo y las acciones de ocupación de la vía pública comienzan a encontrar detractores dentro de los círculos independentistas. En algunos de estos círculos, comienzan a plantearse cuestiones como las de que “y si fuesen los otros los que pusiesen sus símbolos en nuestras calles, ¿nos gustaría?”. Para los partidarios de llenar todos los espacios públicos con símbolos separatistas, la cruz “simboliza el entierro de la libertad y de la democracia”. Para otros, son un acto tétrico e incluso desagradable.

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