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La 'anomalía catalana' divide en dos la manifestación del 1 de Mayo en Barcelona
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LOS 'INDEPES' CONVOCAN TAMBIÉN UNA PROTESTA PROPIA

La 'anomalía catalana' divide en dos la manifestación del 1 de Mayo en Barcelona

El soberanismo tiene una estrategia perversa: su objetivo es impregnar todos los recovecos de las relaciones sociales, laborales o sindicales

Foto: Manifestación convocada por los principales sindicatos catalanes, CCOO y UGT, hoy en Barcelona. (EFE)
Manifestación convocada por los principales sindicatos catalanes, CCOO y UGT, hoy en Barcelona. (EFE)

Varios miles de asistentes a la manifestación del Primero de Mayo en Barcelona evidencian una verdad incontrovertible desarrollada durante las últimas décadas: el divorcio entre sindicatos y ciudadanos. Hace años, Barcelona era la capital de las movilizaciones de trabajadores el 1 de mayo. Cientos de miles de asistentes a las manifestaciones se han convertido en un puñado que apenas alcanza a unos pocos miles (30.000 según los organizadores). La politización de los sindicatos terminó por pasar factura a las grandes centrales, que ahora están en entredicho.

Por eso necesitan reconciliarse con los trabajadores. El primer paso fue el destierro de los eslóganes políticos. Por primera vez desde hace mucho tiempo, en una manifestación masiva barcelonesa priman las pancartas sindicales antes que las políticas. Lo cierto es que, tras años secundando las marchas proindependencia, los sindicatos mayoritarios están retomando sus viejos eslóganes, preocupados por las bajas -a veces masivas- de los militantes. Lo que nadie sabe es si ya es tarde para eso y el proceso jibarizante de su afiliación continuará en los próximos meses.

Foto: El presidente del Parlament de Cataluña, Roger Torrent (c), durante la reunión mantenida esta tarde con los secretarios generales de CCOO de Cataluña, Javier Pacheco (d) y de la UGT de Cataluña, Camil Ros (i). (EFE)

Pero este Primero de Mayo es el escenario ideal para comprender que existe una 'anomalía catalana' que diferencia a esta comunidad del resto de comunidades. Por eso, en este martes tan significativo, estaban convocadas dos manifestaciones muy concretas: una puramente sindical, la 'tradicional', por la mañana, apoyada por CCOO, UGT y a la que asisten la gran mayoría de fuerzas parlamentarias; y otra más política por la tarde, apoyada por el mundo soberanista en pleno. Jamás se había producido una situación similar. La situación no deja de ser un experimento, un buen termómetro para sondear un paso más en el 'procés' y asaltar definitivamente el mundo sindical: una respuesta multitudinaria de la protesta separatista será el comienzo del fin de la paz sindical. Es más: será el inicio de una sórdida guerra laboral para convertir a los actores sociales y sindicales en el próximo instrumento del independentismo, en la punta de lanza del nuevo 'procés' que se ha estado diseñando los últimos meses. Porque, 'quemado' el mundo político y su entorno, el mundo sindical puede ser el relevo de la movilización en la calle y las fábricas (u oficinas). Y no hay que perder de vista el hecho de que el mundo independentista (desde partidos a entidades o incluso empresas) ya promociona sus sindicatos 'de país' en detrimento de los generalistas como CCOO y UGT, de los que no se fían en absoluto porque tienen a sus hermanos mayores en España. Si la jugada les sale bien, tendrán hechos los cimientos sindicales de una nueva época en el 'procés'. Y podrán dar portazo a las grandes centrales.

En realidad, el soberanismo tiene una estrategia perversa: su objetivo es impregnar todos los recovecos de las relaciones sociales, laborales o sindicales. Hasta ahora, ese objetivo ha sido cumplido con éxito, puesto que supieron atraerse a UGT y CCOO. Los grandes sindicatos acudieron siempre a las llamadas desde los gobiernos separatistas y de las entidades netamente soberanistas, negándose a participar en otras convocatorias -que también pedían diálogo- de corte constitucionalista. Ese error ha supuesto para los sindicatos estatales una importante y peligrosa fuga de afiliados, descontentos con la politización de estas organizaciones. En la manifestación de la tarde, CCOO y UGT excusaron su ausencia: lógico, porque ya bastante trabajo tenían con organizar la manifestación de la mañana. En realidad, les sentó a cuerno quemado que los 'indepes' vayan por su cuenta y riesgo y convoquen a su libre albedrío sin consultárselo, máxime cuando los sindicatos mayoritarios siempre han acudido a golpe de silbato cuando se les ha requerido desde el mundo soberanista.

Representación de partidos

Pero también es verdad que desde el sector independentista se considera que de este modo no se distorsiona el cariz netamente sindicalista y laboral de la protesta convocada por UGT y CCOO. Porque los eslóganes de la manifestación de la mañana tenían como característica la ausencia de llamamientos netamente políticos. La pancarta de cabeza de Barcelona ya era una declaración de intenciones: 'Igualdad + empleo + salarios + pensiones. Ahora nos toca a nosotros'. En el último momento, y como consecuencia del shock social, se antepuso una pancarta improvisada que hacía referencia a la sentencia de La Manada: 'No es abuso. Es violación. #NoEsNo', rezaba esta pancarta, de rabiosa actualidad. El clamor feminista, por las pensiones, en contra de la precariedad laboral y por la igualdad de derechos… todo ello fue el eje central de las reivindicaciones

Acudieron a la manifestación representantes de la mayoría de partidos políticos catalanes. De hecho, allí estaban los que van cada año, excepto, en esta ocasión, Ciudadanos, que brillaba por su ausencia. Estaban, sin embargo, los republicanos Pere Aragonès, Gabriel Rufián, Joan Tardà o Alfred Bosch, el diputado de JxCat Antoni Morral, los socialistas Miquel Iceta, Salvador Illa, Esther Niubó y Jordi Terrades o el podemita Xavier Domènech (recién estrenado como líder de Podemos en Cataluña). Y no faltaba el vicepresidente de Òmnium Cultural, Marcel Mauri, o representantes de la Asamblea Nacional Catalana (ANC).

Foto: Miles de personas participan en la manifestación celebrada esta mañana en Madrid con motivo del Primero de Mayo. (EFE)

Aragonès, que oficia como nuevo líder de ERC mientras Oriol Junqueras esté encarcelado, advirtió que su partido se manifestaba "por la defensa de una salida digna de la crisis, por la mejora de las condiciones de trabajo, la mejora de los salarios y la reducción de la brecha salarial entre hombres y mujeres". Aprovechó, no obstante, para reivindicar los derechos cívicos y políticos y reclamar la libertad de los encarcelados por el 1-O y el retorno de "las personas que se encuentran exiliadas".

El socialista Miquel Iceta, en cambio, destacó exclusivamente las reivindicaciones laborales y sindicales de la jornada, subrayando que es preciso "dar un mensaje de esperanza a la gente más joven que busca oportunidades y no las encuentra".

"O hay reparto o conflicto"

También muy sindicales fueron los discursos de los secretarios generales de CCOO y UGT. Javier Pacheco (CCOO) aseguró que este 1 de mayo "es un punto de inflexión en la intensidad de la movilización de la gente trabajadora de este país". El líder de Comisiones aseguró que "o hay reparto o hay conflicto" y advirtió de que su organización seguirá apoyando todas las protestas sociales que se le presenten, ya sea a favor de la libertad de presos o de las reivindicaciones feministas. "Si no estuviéramos en todos aquellos escenarios en que se defiende la libertad, la proporcionalidad judicial, al separación de poderes, un marco de participación democrática, los derechos de expresión y de manifestación, si no estuviésemos ahí, estaríamos reduciendo nuestra capacidad de actuación".

Camil Ros (UGT), por su parte, alertó de que la clase trabajadora tiene más cosas que la unen que cosas que la separan y sentenció que el 1 de mayo "es una suma de luchas sociales y laborales para construir una sociedad mejor". Pidió diálogo, consenso y que se forme pronto un Gobierno en Cataluña. Reconoció, eso sí, que los sindicatos reciben ahora críticas por sus posicionamientos, pero aseguró que las centrales han hecho "lo que tenían que hacer. Era el camino a seguir: en Cataluña es de diálogo, puentes, unidad y suma".

El soberanismo tiene una estrategia perversa: su objetivo es impregnar todos los recovecos de las relaciones sociales, laborales o sindicales

Pero la 'anomalía catalana' se refleja perfectamente en la manifestación del Primer de Mayo convocada exclusivamente por los independentistas para la tarde de este martes. La convocatoria parte de la ANC, del sindicato Intersindical y de Universitats per la República y está apoyada por Òmnium. El PDeCAT, ERC y la CUP. En ella se vierten las consignas más políticas de la jornada adornadas con reivindicaciones netamente laborales: jornada de 35 horas, salario mínimo de 1.200 euros, fin de los recortes en sanidad, educación y servicios sociales, blindaje de la renta garantizada y una mayor conciliación entre vida laboral y familiar.

Pero ello no quita que el peso de la protesta será la denuncia de la aplicación del artículo 155 y la "ofensiva del Estado" contra el independentismo, lo que ha provocado el encarcelamiento de unos políticos y el 'exilio' de otros.

El peso político de la protesta vespertina empezaba en el lema de la misma: ‘Alcem-nos!. Per la República dels drets socials’. (‘¡Alcémonos! Por la República de los derechos sociales’). Y luego, llamamientos explícitos contra el artículo 155. El manifiesto difundido por los organizadoras tampoco dejaba lugar a dudas: “Estamos viviendo una regresión en términos democráticos, económicos, políticos y sociales como no se había visto en décadas”.

El panorama dibujado es apocalíptico: “Las tasas universitarias más altas del Estado. Recién llegados a los que se ha negado el acceso a la sanidad. Recortes en educación. Dificultades para acceder a la vivienda, condiciones laborales precarias, paro, pensiones irrisorias y recortes de servicios públicos son nuestro pan de cada día, y en nuestra casa, esta crisis socioeconómica tomó otra dimensión con la demanda, cada vez más mayoritaria, de construir una República socialmente justa y próspera como solución a esta crisis”. Esconde que los recortes aludidos fueron acometidos por el Gobierno de Artur Mas, aunque con ello se intenta acusar al Gobierno de España de los mismos.

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El manifiesto acababa de un modo épico: “Alcémonos por el proceso constituyente que sirva para construir una Cataluña radicalmente democrática y socialmente justa”. Y es que a los dirigentes independentistas no les cabe ninguna duda de que sólo con una República se pueden defender derechos como la jornada laboral de 35 horas o un salario mínimo de 1.200 euros mensuales, como aseguró la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, retomando un discurso basado en falsas promesas que ya había sido abandonado hace tres años, al carecer de rigor.

El acto del final de la manifestación fue presentado por el exdiputado de la CUP Antonio Baños y clausurado por la propia Paluzie, que destacó que el TC ha anulado 46 leyes catalanas, “entre las cuales muchas son leyes sociales”. Por su parte, Sergi Perelló, miembro del secretariado de la Intersindical, defendió “llevar la República a los centros de trabajo”, una estrategia, por otra parte, que la CUP ya ha puesto en marcha hace tres años. El diputado cupero Vidal Aragonès, presente en la protesta (aunque en realidad la CUP había convocado una marcha por su cuenta a las 18 horas en vez de a las 17.30, como la ‘oficial’), puso el acento en la necesidad de que la clase trabajadora apoye la República catalana y, para ello, deben ofrecérsele políticas sociales. “No hay futuro en la realidad del Estado español y no hay futuro si no rompemos con las políticas de la Troika”, subrayó.

Varios miles de asistentes a la manifestación del Primero de Mayo en Barcelona evidencian una verdad incontrovertible desarrollada durante las últimas décadas: el divorcio entre sindicatos y ciudadanos. Hace años, Barcelona era la capital de las movilizaciones de trabajadores el 1 de mayo. Cientos de miles de asistentes a las manifestaciones se han convertido en un puñado que apenas alcanza a unos pocos miles (30.000 según los organizadores). La politización de los sindicatos terminó por pasar factura a las grandes centrales, que ahora están en entredicho.

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