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La CUP quiere convertir a Puigdemont en un jefe de la oposición que ejerza desde Bruselas
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Niega el apoyo a Turull pero se dan hasta mañana para negociar

La CUP quiere convertir a Puigdemont en un jefe de la oposición que ejerza desde Bruselas

Ayer por la tarde la CUP pidió más tiempo para consultar con sus bases y se le ha negado. JxCAT y la CUP se han emplazado a otra reunión hoy en la que desatascar la investidura

Foto: El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (Reuters)
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (Reuters)

El último vínculo real que une a Carles Puigdemont con la política catalana pende de un hilo: su acta de diputado del Parlament. La CUP se niega a apoyar el plan C, con lo que la investidura de Jordi Turull en plena Semana Santa se perfila más bien como una calvario para el independentismo. Lo único que puede salvar a Turull es que Carles Puigdemont, como Jesús en el Evangelio, se sacrifique por todos y renuncie a su acta de diputado. Eso, en la práctica, convertiría a Puigdemont, más que en un presidente en el exilio, en un atípico jefe de la oposición que para colmo tendría que ejercer desde Bruselas, según valoran fuentes del PDeCAT. No habría conseguido mandar, pero con sus 18 diputados podría derribar al gobierno catalán durante la legislatura.

De hecho el nombramiento de Turull no solo no ha gustado a la CUP. Es que incluso ha sentado mal en las filas del grupo parlamentario de JxCAT donde algunos diputados cercanos a Puigdemont han expresado su malestar. La razón: Turull es independentista, sí, pero el juez Pablo Llarena del Tribunal Supremo le ha retirado el pasaporte. Así que no podría viajar a Bruselas para que Puigdemont ejerciera su poder de manera vicaria.

Para la CUP la situación es peor. No solo el pacto de gobierno de JxCAT con ERC les parece insuficiente. Además, Jordi Turull afronta un difícil horizonte judicial en la macrocausa que instruye el Supremo. Incluso hay cartas firmadas por él en las que pide al entonces vicepresidente catalán Oriol Junqueras fondos para promocionar el 1-O. Por tanto, difícilmente se puede esperar a un 'president' en esta situación la desobediencia que exigen los cupaires.

placeholder Jordi Turull y Marta Rovira en el Parlament. (Reuters)
Jordi Turull y Marta Rovira en el Parlament. (Reuters)

ERC y JxCAT se han conjurado para que haya investidura esta Semana Santa, en concreto el jueves, según explican fuentes de ambos partidos. De hecho, en la reunión de ayer por la tarde en la cámara catalana la CUP ha pedido más tiempo para consultar con sus bases pero se les ha negado. JxCAT y la CUP se han emplazado a otra reunión hoy en la que desatascar la investidura.

Por tanto, la presidencia del Jueves Santo precisa de tres milagros: que la CUP mantenga su postura abstencionista, ya que si vira hacia el no, entonces se cae todo; que desde Bruselas Carles Puigdemont y Toni Comín cedan su acta de diputados renunciado a su pretensión restitucionista; y que al presidente del Parlament, Roger Torrent le dé tiempo a combinar este trámite con una nueva ronda de contactos que tendría lugar entre el lunes y el martes de la semana que viene. Y todo ese lío para nombrar a un 'president' que tendría que dimitir en cuanto Llarena deje su instrucción lista para el juicio oral, algo que podría pasar sobre el mes de octubre. Turull sería presidente siete meses, hasta que fuese inhabilitado.

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Dos días

De los tres milagros el más difícil es que Puigdemont ceda su acta de diputado. Además, en caso de producirse la renuncia, Torrent precisará de 48 horas para tramitar que se incorporen al Parlament los dos diputados siguientes de la lista de los 'juntaires'. Y no se prevé que Puigdemont renuncie como muy pronto hasta este fin de semana, cuando vuelva de su viaje a Finlandia.

Es en este escenario de ceder el acta en el que Puigdemont se erigiría en jefe de la oposición, siendo su presidencia del Consell de la República en Bélgica algo meramente simbólico. Su único poder real sería que podría tumbar a un Govern que no le gustase. Sería el guardián de las esencias, sí, pero solo en negativo.

La firmeza de la CUP sitúa a Puigdemont en el brete de asumir un rol más parecido al de un jefe de la oposición que al de un presidente en el exilio

Desde el PDeCAT están intentando convencer a Puigdemont con el argumento de que estos dos diputados tienen nula efectividad, porque no pueden votar en el pleno y que, por tanto, se haría un mayor servicio a la causa cediendo el acta.

Difícil calendario

El plan de ERC y JxCAT prevé escoger el presidente el Jueves Santo, que en Cataluña es laborable. Pero la dificultad de poner de acuerdo a tantos actores hace que esto pueda ser imposible y que se acabe celebrando un pleno durante las vacaciones. O incluso después, dado lo polarizada de las posturas en el bloque soberanista.

En todo caso, ahora no es el Supremo el que marca los tiempos. La única ventaja es que por ahora el Tribunal Constitucional no ha activado el reloj de la investidura. Desde un punto de vista legal, los partidos soberanistas pueden seguir mareando la perdiz. Las prisas han llegado porque una parte de sus bases no entienden que haya una mayoría independentista en la cámara catalana y que, en cambio, siga en vigor el 155 y la autonomía suspendida en Cataluña.

El último vínculo real que une a Carles Puigdemont con la política catalana pende de un hilo: su acta de diputado del Parlament. La CUP se niega a apoyar el plan C, con lo que la investidura de Jordi Turull en plena Semana Santa se perfila más bien como una calvario para el independentismo. Lo único que puede salvar a Turull es que Carles Puigdemont, como Jesús en el Evangelio, se sacrifique por todos y renuncie a su acta de diputado. Eso, en la práctica, convertiría a Puigdemont, más que en un presidente en el exilio, en un atípico jefe de la oposición que para colmo tendría que ejercer desde Bruselas, según valoran fuentes del PDeCAT. No habría conseguido mandar, pero con sus 18 diputados podría derribar al gobierno catalán durante la legislatura.

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