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¿Y qué opina el 'Neng de Castefa' de todo esto del 'procés'?
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el pueblo catalán donde se vota al pp

¿Y qué opina el 'Neng de Castefa' de todo esto del 'procés'?

La localidad costera que hizo célebre el actor Edu Soto con su personaje "discotequero" vota mayoritariamente al PP y no hay rastro de ninguna clase de banderas en sus balcones ni ventanas

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No es lo mismo la playa que el pueblo propiamente dicho. De hecho, ambas partes están divididas por dos enormes costurones en forma de autopista. Castelldefels, a veinte kilómetros de Barcelona, es una ciudad dormitorio de cerca de 65.000 habitantes, pero con dos clases de alojamiento muy diferenciadas: junto al mar viven muchos extranjeros y en el núcleo urbano muchos inmigrantes o descendientes de inmigrantes de otras partes de España. Pero todos coinciden en algo: en este lugar no hay banderas en los balcones ni en las ventanas. De ninguna clase (si se exceptúan las de Andalucía que sirven para decorar sendos chiringuitos “especializados en pescaito”).

Una configuración social, con decenas de nacionalidades distintas, que conforma uno de los municipios con menos esteladas por metro cuadrado de Cataluña. De hecho, se trata de uno de los tres en los que el Partido Popular ganó las elecciones municipales en 2015 (los otros dos son Badalona y Pontons). Al igual que en Badalona, una coalición de otros partidos evitó que los populares ostenten el gobierno local, aunque la mayoría de ediles del resto de formaciones no son independentistas (que solo están representados con 3 concejales de ERC). En resumen, uno de cada cuatro habitantes de esta localidad, la última del Baix Llobregat, vota al PP. La alcaldesa actual, María Miranda, es del PSC.

No votaba a nadie, pero ahora voy a hacerlo con los de Ciudadanos porque hay que parar esto, ¿qué se creen?

“Me voy a comer una pirula, pero de las de verdad, de las de la farmacia, que estoy fatal del resfriado”, dice Arturo partiéndose de risa mientras desde el coche suena música tecno bastante machacona, pero porque tiene puesta una emisora de radio "a voleo". Arturo, de 43 años, se toma una cerveza que ahora reposa en el capó del vehículo con un amigo y aclara rápidamente: “Existimos, curramos aquí, nacimos aquí, tenemos nuestras raíces de otros sitios de España y pedimos respeto”. Arturo no vota al PP, sin embargo, “no votaba a nadie, pero ahora voy a hacerlo con los de Ciudadanos porque hay que parar esto, ¿qué se creen?”.

Sobre el popular personaje que encarnó el actor Edu Soto, ‘El Neng de Castefa’, y que mostraba a un fanático suburbial de las discotecas, Arturo y su amigo se ríen: “Nos gusta la música electrónica, pero hace décadas que no pisamos una discoteca”. Aún se conservan varios establecimientos en la localidad dedicados a “la fiesta”, pero algunos de los locales más grandes “se han pasado al reggaetón”. Lo cierto es que el paisanaje que pasea por una abarrotada calle principal llena de puestos de comida y otras atracciones no se corresponde con el estereotipo que caricaturizó Soto. Eso sí, todo el mundo habla en español. El catalán parece un idioma residual. Los grandes recintos, como suele suceder en los lugares de veraneo en pleno diciembre, dan sensación de barcos naufragados junto a la playa y están, los que están abiertos, semivacíos. Nada de coches tuneados ni chicos moviendo la cabeza al compás de músicas sincopadas.

El Tanga Bar

No muy lejos de allí, ni música electrónica ni latina. “¡Quiero entrar en tu garito con zapatillas, que no me mires mal al pasar!”, berrea siguiendo el compás una mujer junto a la barra metálica de uno de los bares que han ocupado la calle con motivo de las fiestas locales. Cuando se le explica que uno es periodista y quiere charlar un momento inquiere: “¿Para hablar de política?” y se responde ella sola a voz en grito: “¡Pasooo de política!”. Y sigue cantando los temas encadenados de 'El canto del loco' que amenizan las fiestas. Su actitud es compartida por todos los jóvenes que ocupan la barra y que ahora corean "Vaya, vaya, aquí no hay playa", de la madrileña banda 'The Refrescos'.

placeholder Joan con su mujer Marga en el Tanga Bar que regenta desde 1976. (D. B.)
Joan con su mujer Marga en el Tanga Bar que regenta desde 1976. (D. B.)

En el Tanga Bar, el más antiguo de la localidad (lo abrió en 1976) y muy cercano a la playa, las cosas son muy distintas. Este “templo dedicado a la Coca Cola” lo lleva desde hace 41 años Joan. Y Joan sí es independentista. “De los pocos 'indepes' del pueblo, lo reconozco”, dice con una sonrisa. Hasta hace no mucho llevaba las noticias locales en Vilaweb, pero es ecuánime y concede que su ciudad “es una mezcla entre ciudad obrera y ciudad de retiro en la que no hay sentimiento catalanista”.

“Entre la parte del mar y el pueblo hay muchas diferencias, pero esa no es una de ellas: por unas causas o por otras en casi ningún sitio de aquí vas a encontrar más independentista que yo”. Joan cree que su pueblo “no es obrerista ni marginal, como sucede en otros sitios pegados a Barcelona, pero sí que es muy mayoritario un cierto tipo de emigración de otras partes de España y eso hace que se sientan parte de ese país. Esto se ha convertido en una ciudad dormitorio”. Las cifras avalan su descripción: en los años sesenta Castelldefels tenía una población inferior a los 4.000 habitantes. Por cierto, una curiosidad: el establecimiento no se llama así por la prenda de vestir, sino por una isla del Pacífico en la que nació Joan.

Todo esto de la independencia ha sido una tomadura de pelo. A mí me da más pena por ellos que otra cosa

Marcos, un hombre completamente calvo en la treintena, coincide punto por punto con la descripción que da Joan. Trabaja en Barcelona en una oficina, tiene estudio medios, y nació en Castelldefels aunque sus padres son andaluces. “Todo esto de la independencia ha sido una tomadura de pelo. A mí me da más pena por ellos que otra cosa. Lo importante es que de una vez se centren en arreglar los problemas de verdad”, concluye antes de regresar al sitio donde le espera una niña pequeña para seguir jugando. Son las fiestas del pueblo y nadie repara en banderas ni en los carteles con la imagen de Inés Arrimadas que cuelgan de las farolas. Y en los puestos se venden como churros el fuet y las longanizas.

La politóloga Sonia Aldol, que conoce bien la población por lazos familiares, coincide en que una de las claves para entender el lugar es, precisamente, que las pocas banderas que se vean sean andaluzas: "Es uno de los sitios con más peñas rocieras y donde la feria tiene más peso", asegura la experta en conflictos, que insiste en señalar en que no se atreve a dar una explicación al peso del voto popular en el pueblo "porque no lo he estudiado y no sería razonable dar una explicación sin ningún rigor". Lo que sí recuerda es que es que buena parte de la emigración a esta localidad proviene de Barcelona en busca de pisos más baratos y que no es tanto una "población envejecida que llegó de Andalucía o Extremadura en los sesenta, aunque claro que la habrá".

No es lo mismo la playa que el pueblo propiamente dicho. De hecho, ambas partes están divididas por dos enormes costurones en forma de autopista. Castelldefels, a veinte kilómetros de Barcelona, es una ciudad dormitorio de cerca de 65.000 habitantes, pero con dos clases de alojamiento muy diferenciadas: junto al mar viven muchos extranjeros y en el núcleo urbano muchos inmigrantes o descendientes de inmigrantes de otras partes de España. Pero todos coinciden en algo: en este lugar no hay banderas en los balcones ni en las ventanas. De ninguna clase (si se exceptúan las de Andalucía que sirven para decorar sendos chiringuitos “especializados en pescaito”).

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