Cataluña fue una fiesta en la calle… y un funeral en muchas casas
Mientras los 'indepes' celebraron la proclamación por todo lo alto, en la otra mitad cunde el temor
Y llegó el día en que el Parlament de Cataluña aprobó una resolución que declara la independencia catalana. Con una votación en secreto y sin que Carles Puigdemont defendiera el texto, sí, pero república. Y la mitad –o casi, o lo que sea– independentista se echó a la calle. Hubo lágrimas, petardos, besos, música, cerveza, 'estelades' y abrazos. Pero como últimamente en Cataluña, esa foto no está completa. Tras las cortinas en muchas casas se vivió con lágrimas, pero de temor, y mucha preocupación.
Tras la proclamación de la república mucha gente se echó a la calle. Un joven al pasar ante la comisaría de la Policía Nacional se despedía de la veintena de agentes fuertemente protegidos que guardaban el edificio. “Adióóóósss”, les decía con sorna. Los 'indepes' fueron a Sant Jaume, ante la sede de la Generalitat, donde había música y no se podía ni entrar. Las calles adyacentes fueron cortadas de forma espontánea, como ocurre desde hace semanas con frecuencia.
"Estoy eufórico. Vivo a 50 kilómetros al norte de Barcelona y he venido para esto. Estuve el otro día cuando Puigdemont la suspendió. Hoy, mucho mejor", explicó Félix, que siguió la jornada del Parlament desde las pantallas gigantes de la calle.
Los 'indepes' fueron a Sant Jaume, ante la sede de la Generalitat, donde había música y no se podía ni entrar. Las calles adyacentes fueron cortadas
Chari Gálvez, profesora de instituto que colabora con Sociedad Civil Catalana, lo vio a través de su televisión. “Es terrible. No sé qué celebran. Hoy cinco personas me han dicho que van a pedir el traslado. Muchos se irán y otros nos quedaremos en plan resistencia”.
Los llamamientos de Junqueras y Puigdemont a la concordia no tranquilizan a los constitucionalistas, que han visto cómo los independentistas han proclamado la república pese a que hace dos años no sumaron mayoría en votos. La fractura es total.
Josefina Díaz pertenece a la mitad contenta. "Jamás hubiera dicho que iba a vivir esto. Ahora esperamos que nos den una oportunidad y nos dejen crecer como país", explicaba en una manifestación, y advertía que quedaban días de mucha calle: "Esto no se acaba aquí. Llevamos desde el 20-S en la calle y habrá que seguir. Contamos con ello".
Un joven empresario que no comulga con la independencia siguió la jornada por televisión: “Estoy que echo fuego. Espero que mañana se me pase, pero ¿qué esperan? Es un brindis al sol, no tienen reconocimiento internacional pero les da igual todo”. Este lleva la inseguridad al terreno práctico. “Estoy empezando una pequeña obra para hacer apartamentos y alquilar. Ahora me planteo qué hacer. ¿Paro la obra y mando la gente a la calle? Son detalles que a ellos no se les pasan por la cabeza”. Y explica que se siente doblemente molesto. “Yo no pienso colgar una bandera de España, así que es una frustración brutal”.
Un funcionario de la administración de justicia explica que su temor es que todo acabe en violencia. “A ver cómo se aplica el 155”. A ver…
Y llegó el día en que el Parlament de Cataluña aprobó una resolución que declara la independencia catalana. Con una votación en secreto y sin que Carles Puigdemont defendiera el texto, sí, pero república. Y la mitad –o casi, o lo que sea– independentista se echó a la calle. Hubo lágrimas, petardos, besos, música, cerveza, 'estelades' y abrazos. Pero como últimamente en Cataluña, esa foto no está completa. Tras las cortinas en muchas casas se vivió con lágrimas, pero de temor, y mucha preocupación.
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