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Decepción y alivio: así se vivió en Cataluña la noche más tensa del 'procés'
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Decepción y alivio: así se vivió en Cataluña la noche más tensa del 'procés'

Millones de catalanes respiraron aliviados cuando se veían al borde del precipicio. La otra mitad de la sociedad se fue a la cama frustrada. Coinciden en algo: esto acaba de empezar

Foto: Dos jóvenes abatidas tras la suspensión de la declaración de independencia. (David Brunat)
Dos jóvenes abatidas tras la suspensión de la declaración de independencia. (David Brunat)

En el paseo Lluís Companys, las miles de personas congregadas para celebrar el nacimiento de la república catalana no podían más. Era impaciencia más que tensión. Querían celebrarlo ya. Así que cuando Carles Puigdemont comenzó su discurso, se hizo el silencio. Era el discurso fundacional, nadie quería perder detalle. A cada arenga al pueblo catalán, un aplauso. A cada proclama de que Cataluña merece un Estado, una ovación. Y en estas llegó el clímax. El 'president' dijo que asumía el mandato de crear una república. Y la gente se vino arriba. Ovación, abrazos, puños en alto, gritos de "¡president, president!". Y de repente, el trompazo. "Pero lo suspendo", soltó Puigdemont. Sonaron los primeros silbidos, algún abucheo. El 'president' terminó su discurso, bajó del atril, y se hizo de nuevo el silencio. Indignación. La gente comenzó a marcharse. Nadie entendía nada.

"Esto no puede ser, Puigdemont tiene que dimitir", reaccionaba un grupo de amigos avenida abajo, huyendo de la manifestación. "Mira, ¿ves mi estelada? La llevo guardada aquí [se señala un bolsillo], así estoy de decepcionado. Se han bajado los pantalones. Llevo desde el día 20 en la calle entregado. ¿Si esto me hará dejar de salir? No lo sé, ahora mismo pienso que sí", protestaba Pere, 21 años, sin salir aún de su asombro. El señalamiento a Puigdemont y al Govern fue la reacción extrema entre el gentío, pero no la minoritaria. La masa independentista sabía que una DUI era un movimiento muy arriesgado, pero también sabía que entre romper con España y no dar ni un paso al frente como hizo Puigdemont ayer, hay un trecho.

"No hay que precipitarse. El Govern quiere comenzar a dialogar por la independencia, vamos a darle un margen. Pero un margen de algunos meses, no de dos años. Si no hacen nada entonces, ya sí pensaremos en votar a otra gente, a la CUP o a quien se moje por la república. Pero ahora, démosle tiempo", sentenció Marta con el asentimiento de su grupo de amigos. Otros lo tenían más claro. "Yo nunca he votado a la CUP, pero si nada cambia, voy hacerlo", exclamó Toni, 30 años, justo antes de escuchar el parlamento de la líder antisistema, Anna Gabriel. Y Gabriel no decepcionó a la audiencia. Se presentó como la formación política que en adelante piensa darlo todo por la república, y el público la aplaudió más que a nadie. Quizás una señal de que el movimiento antisistema puede pescar en río revuelto en unas hipotéticas elecciones, si bien el escenario político es aún muy volátil.

Anna Gabriel se presentó como la líder política que en adelante piensa darlo todo por la república, y el público la aplaudió más que a nadie

"Era lo previsible, pero aun así duele. Espero que esto sirva para avanzar, para implicar a Europa, porque con España está claro que no se puede hablar", reaccionó Mercè, 42 años, que se tomó la continuación del 'procés' con filosofía. "Lo importante es cómo termina. Sigo teniendo confianza en el Govern. Si hubiese habido DUI, nos hubieran lanzado a los 'piolines", valoró. Ese pensamiento, el darle un margen de confianza al Govern por la que se podría haber venido encima de declarar la independencia, era ampliamente compartido. Pero ya sin licencia para alargarlo más. Los asistentes a la manifestación sentían que se han dejado la piel por el 'procés', que se jugaron el físico el 1 de octubre, por eso castigarán al Govern si la situación vuelve a estancarse en un punto muerto.

placeholder Miles de personas siguieron las palabras de Carles Puigdemont en pantallas gigantes. (D. B.)
Miles de personas siguieron las palabras de Carles Puigdemont en pantallas gigantes. (D. B.)

Para muestra de descontento, un último botón: a las nueve y media de la noche solo quedaban en la manifestación cinco o seis parejas deprimidas con los ojos llorosos. Sentadas en una esquina, comiendo un sándwich de máquina y aún envueltas en esteladas. Nadie esperó siquiera a ver la firma final del documento, que tampoco se retransmitió en las grandes pantallas preparadas para celebrar una fiesta que acabó antes de empezar.

"Tenemos una sensación rarísima. Por un lado, una enorme decepción porque lo teníamos tan cerca... Por otro, racionalmente, tenemos ganas de seguir y que se mantenga la presión. Vamos a ver si alguien quiere mediar, y si no habrá tiempo para volver a intentarlo de manera unilateral", decía Zaira, de Badalona. "Llevamos siete u ocho años yendo a cada Diada, yo soy independentista desde que tengo uso de razón y por voluntad propia, no como dicen por ahí. Esto se va a romper por algún lado, pero peor que con este Gobierno no vamos a estar", comentaba su compañero, Paulí.

placeholder La avenida Lluís Companys se vació y se llenó de rostros decepcionados tras el pleno. (D. B.)
La avenida Lluís Companys se vació y se llenó de rostros decepcionados tras el pleno. (D. B.)

La Cataluña aliviada

Para otros millones de catalanes, la declaración de Puigdemont fue un rayo de esperanza. También hubo lágrimas, pero de alivio. Rosa, Jorge, Sara y Pau quedaron para seguir la jornada desde el salón de casa. "Hemos pasado todo el día en estado de tensión, no he podido ni trabajar hoy", explicó Rosa. Con la sala en silencio, abrazados y cogidos de la mano, su reacción fue la opuesta a la de la concentración de la ANC. "Al principio parecía que había proclamado la independencia y unos vecinos se han puesto a celebrarlo. Luego parecía que la suspendía. No entendíamos nada, pero al ver lo que decían en la tele, nos hemos puesto a chillar. Ha sido como cuando tiran un penalti, da en el larguero, parece que ha botado dentro y luego el árbitro dice que no. Esto va a seguir, somos conscientes de que no se ha acabado aquí, pero al menos mañana podemos volver a levantarnos y seguir en pie".

placeholder El independentismo catalán está dispuesto a darle unos meses de margen al Govern. (D. B.)
El independentismo catalán está dispuesto a darle unos meses de margen al Govern. (D. B.)

Lo que más preocupa ahora a muchos de quienes prefieren seguir en España es cómo va a interpretar la sociedad catalana "la semana de locura que hemos vivido", como dijo Pau. "No sabemos cómo va a reaccionar Rajoy, ojalá ofrezca algo conciliador o lo deje estar. Si aplica ahora el 155, creo que va a ser peor. Mis amigos 'indepes' están abatidos, pero se recuperarán y volverán a la calle. La mayoría no lo ven como una derrota total, sino como un paso más. Me han mandado un 'meme' que dice que la república catalana ya ha nacido pero está en la incubadora".

Pedro, una de las personas que se manifestaron el domingo con una bandera de España en Barcelona, respondió exultante desde su pequeño apartamento en Santa Coloma de Gramenet. "No hemos ganado la guerra, pero hemos ganado la batalla. Yo lo he celebrado como un gol de España. Se han echado para atrás, se han 'cagado', porque se han dado cuenta de que nadie los apoya fuera del mundo nacionalista que ellos se creen que es el centro del mundo. Mañana voy a ir a trabajar como cuando gana el Barça".

En el paseo Lluís Companys, las miles de personas congregadas para celebrar el nacimiento de la república catalana no podían más. Era impaciencia más que tensión. Querían celebrarlo ya. Así que cuando Carles Puigdemont comenzó su discurso, se hizo el silencio. Era el discurso fundacional, nadie quería perder detalle. A cada arenga al pueblo catalán, un aplauso. A cada proclama de que Cataluña merece un Estado, una ovación. Y en estas llegó el clímax. El 'president' dijo que asumía el mandato de crear una república. Y la gente se vino arriba. Ovación, abrazos, puños en alto, gritos de "¡president, president!". Y de repente, el trompazo. "Pero lo suspendo", soltó Puigdemont. Sonaron los primeros silbidos, algún abucheo. El 'president' terminó su discurso, bajó del atril, y se hizo de nuevo el silencio. Indignación. La gente comenzó a marcharse. Nadie entendía nada.

Carles Puigdemont
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