El referéndum que no existe: Cataluña vota en una jornada de crispación histórica
Es una consulta que no figuraba en ningún programa electoral ni fue una promesa en la campaña de las últimas elecciones. Está por ver cómo se hace y cuándo la proclamación de la independencia
Cataluña llega al Día D con la tensión en el ambiente y una amenaza aún más grave: la probable proclamación de la independencia en 48 horas desde el momento en que se sepan los resultados oficiales de la consulta. Se trata de una convocatoria a las urnas que ha generado la mayor crispación social y política (más política que social) de toda la Transición.
También llega con una sensación extraña: nadie duda –incluida la cúpula independentista, a pesar de que sus mensajes a la población lo camuflaban– de que el Gobierno español tiene toda la razón jurídica para no permitir el referéndum, pero tampoco nadie duda de que ha perdido la batalla de la comunicación. El presidente catalán, Carles Puigdemont, lo dijo en el mitin de final de campaña este viernes por la noche: “Hoy ya hemos ganado”. Y es verdad, al menos en las cuestiones de comunicación, terreno en el que el Gobierno de Mariano Rajoy ha ido improvisando y balbuceando.
Está por ver cómo se hace y cuándo la proclamación de la independencia, porque los independentistas no dudan de que será así. “Independientemente del resultado”, reconoce una fuente soberanista a El Confidencial. Y no va desencaminada: si gana el sí, se proclama la independencia por ley; y si el resultado no es asimilable ni fiable, se proclama porque “no nos han dejado votar en libertad”. Sea como sea, la suerte está echada. De ahí que algunas fuentes tengan la mirada puesta en el próximo martes, porque se da por descontado que ganará el sí (lógico, porque los partidarios del no, en su inmensa mayoría, se quedan en casa). Hay quien pone también la vista en el pleno parlamentario del miércoles 4. Y hay quien pone la vista en el día 6 de octubre, que coincide con la fecha en que Lluís Companys proclamó la República catalana en 1934.
“No puede coincidir con la proclamación de Companys porque simbólicamente no es el mejor plan. Aquello acabó como acabó [con Companys y su Gobierno entre rejas] y no queremos que se repita. Por tanto, si gana el sí, en 48 horas se ha de proclamar la independencia”, dicen a El Confidencial fuentes de la dirección de la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Y añaden que a partir de entonces se abriría un “periodo constituyente de seis meses para convocar unas elecciones constituyentes. Es el procedimiento establecido y a Puigdemont no le temblaría la mano para cumplirlo”.
Pero eso no quita una verdad inquietante: hoy se celebra el referéndum que no existe. Es el referéndum de las mentiras, de las manipulaciones, de la ruptura. Las formaciones independentistas que se presentaron a las últimas elecciones autonómicas obtuvieron una mayoría de escaños, no de votos. La propia CUP reconoció tras el 27 de septiembre de 2015 que habían perdido el plebiscito y que con los resultados estaba fuera de lugar proclamar la independencia. Pero esas mismas formaciones quieren ahora subvertir la situación y celebran un referéndum que, dicen, es un mandato popular, a pesar de que no figuraba en ningún programa electoral ni fue una promesa en la campaña de las últimas elecciones.
Las principales mentiras
Esa definición de “mandato popular” a la que apelan incesantemente los líderes independentistas es una de las principales mentiras que han jalonado la preparación de este referéndum (la otra, repetida incesantemente por los miembros del ‘Govern’, es que “esto no va de independencia, va de democracia”, lo que es falso) que ha sido anulado por el Tribunal Constitucional por una sencilla razón: la Generalitat no tiene competencias para convocarlo. “Es como si la ciudad de Lérida decide, en el pleno municipal, separarse de España y de Cataluña".
El pleno del Ayuntamiento, el representante más cercano al ‘mandato popular’, no puede proclamar la independencia. Si no tienes competencia en la materia solo hay un camino: cambia la ley para darle esa competencia al órgano correspondiente”, dice a El Confidencial un experto abogado barcelonés. ¿Cómo se convirtió Cataluña en Matrix? Sencillo: el soberanismo ha jugado de manera sucia, manipulando toda información conforme a los intereses de un reducido grupo radical que tomó el control de las instituciones. Y así, entre otras cosas, llegó al extremo de denunciar pública e institucionalmente que el Estado vulnera los derechos civiles e individuales, cuando en realidad lo único que hace es impedir que se cometa una ilegalidad. Ya no es solo cinismo, es algo más.
Pero desde que Artur Mas sentó las bases de que engañar al Estado era loable, patriótico y un signo de astucia, el Gobierno catalán se ha caracterizado por afanarse en una preocupante gestión de deslealtad institucional, en la que mofarse del Estado y criticar al Estado –y a los que lo apoyan– es recompensado con alabanzas virales en las redes sociales.
Este ha sido un proceso cínico en que las mentiras repetidas quedaron prendidas en el imaginario popular como si fuesen verdades como puños
Así, nació en 2012 la ‘revolución de las sonrisas’. Y es de las sonrisas porque con una sonrisa te dicen que eres un traidor. Con una sonrisa te advierten de que eres un mal catalán. Con una sonrisa te rompen las lunas del coche. Con una sonrisa te llaman hijo de puta. Con una sonrisa te califican de franquista o fascista. Con una sonrisa te dicen que tras la independencia te pasarán cuentas.
Este ha sido, pues, un proceso cínico en que las mentiras mil veces repetidas quedaron prendidas en el imaginario popular como si fuesen verdades como puños. Es lo que se conoce como el principio de orquestación. En realidad, en la política catalana se llevan aplicando los últimos años principios y tácticas poco éticas: se han desfigurado las realidades, se ha exagerado, se ha inventado un enemigo exterior, se han convertido pequeñas anécdotas en amenazas graves, se han difundido argumentos fáciles de asumir a través de actitudes primitivas y, lo que es más importante: se ha llegado a convencer a mucha gente de que ahora “piensan como todo el mundo”. Es el desastroso principio de la unanimidad.
Algunos estamentos de la comunicación del Gobierno han contribuido a esa campaña practicando un boicot atroz contra la prensa considerada no amiga. Menosprecios, marrullerías, broncas, amenazas implícitas, chulería y salidas de tono que harían sonrojar a cualquiera han sido constantes en los últimos tiempos. Nunca tan pocos talibanes aplicaron un control tan intenso y estricto sobre la comunicación oficial como en estos momentos.
Campaña de agresiones
En la sociedad, a pesar de que desde el Govern, desde los partidos independentistas y desde las entidades soberanistas juran y perjuran que no hay crispación y que la única violencia es la generada por el Gobierno español por enviar a miles de policías a Cataluña ante la jornada del 1 de octubre, la realidad deja en evidencia, de nuevo, a los talibanes de la ‘revolución de las sonrisas’.
Solo en el mes de septiembre cuatro sedes de Ciudadanos fueron atacadas lanzándoles pintura u ocasionando desperfectos, como la de Sitges. Una caseta de este partido fue arrasada por la organización juvenil Arran. La líder de C’s en Cataluña, Inés Arrimadas, fue objeto de ataques verbales (en las sedes sociales se le llegó a desear una violación múltiple por ‘perra’); Marc El Khaledi, concejal de este partido en Santa Susanna, denunció ante los Mossos una agresión del propio alcalde, Joan Campolier, por no firmar un decreto de alcaldía faborable al referéndum; y la tienda de los padres de Albert Rivera fue atacada y dejaron un aviso revelador: “Ciudadanos: no es vuestra tierra ni vuestra lucha”.
En el PP, el registro de incidentes es también largo durante el último mes: fueron asaltadas, pintadas o empapeladas las sedes del partido en Valls, Lleida, Mataró, Hospitalet, Cubelles, Barberà del Vallès, Badalona, Pontos o en el distrito barcelonés de Les Corts.
Y los socialistas se llevan la palma: una quincena de sedes distribuidas por Cataluña fueron atacadas por radicales (en algunas realizaron pintadas acusando al PSC de traidor), aparecieron también amenazas contra una decena de alcaldes; otra decena recibieron insultos y amenazas a través de las redes sociales; el alcalde de Mollet, Josep Monràs, se encontró las amenazas pintadas en la pared al lado de su domicilio pero también sufrió escraches por no colaborar con el referéndum ilegal; una concejal socialista de Sant Hipòlit de Voltregà llegó a ser agredida por un talibán cuando entraba en su coche, al tiempo que recibía insultos sexistas… “Lo triste es que todos estos insultos, agresiones y ataques son jaleados desde la cúpula de los poderes públicos”, dice a este diario una fuente socialista. Y recuerda la frase que la alcaldesa de Hospitalet de Llobregat, Núria Marín, dirigió a Puigdemont: “¡Dejad en paz a los alcaldes!”.
Todo ello, mientras proliferan los carteles con las fotos de cargos públicos que no apoyan el referéndum. Por un lado, un cartel que presentaba las fotos de los líderes parlamentarios de PSC, CSQEP, C’s y PP (Miquel Iceta, Lluís Rabell, Inés Arrimadas y Xavier García Albiol) los calificaba de “enemigos del pueblo”. Y añadía: “Tratémoslos como a tales”. Arran también distribuyó carteles con las caras de los concejales de Lleida contrarios a la consulta ilegal. “¡Señalémoslos!”, acusaba en el pasquín.
La música de fondo es descorazonadora. “Los hemos superado y hemos aguantado la represión política […] Estamos aquí a pesar de que nos han perseguido y registrado. Queremos votar y lo queremos ganar todo”, dice un comunicado de ERC, poniendo estas arengas en boca de su secretaria general, Marta Rovira, que a su vez es portavoz de Junts pel Sí (JxS). ¿A quien va dirigido el mensaje? Al común y único enemigo exterior: al enemigo imaginario. Y su compañero y vicepresidente del ‘Govern’, Oriol Junqueras, terciaba: “Con la superación del miedo, comienza el camino de la libertad […] Hemos aprendido que con la superación de cada reto nos hacemos más fuertes, nos explicamos mejor y el mundo nos mira con más simpatía […] Gracias por haber empezado a ser libres”. Ante esta situación, este diálogo de sordos, y a estas alturas, la única garantía que hay es que va a celebrarse un referéndum sin garantías.
Cataluña llega al Día D con la tensión en el ambiente y una amenaza aún más grave: la probable proclamación de la independencia en 48 horas desde el momento en que se sepan los resultados oficiales de la consulta. Se trata de una convocatoria a las urnas que ha generado la mayor crispación social y política (más política que social) de toda la Transición.
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