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El independentismo no trasnocha: "Cada jornada, una Diada. Pero dormimos en casa"
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la anc renuncia al modelo 'maidan'

El independentismo no trasnocha: "Cada jornada, una Diada. Pero dormimos en casa"

ANC y Ómnium mandaron a la gente a casa antes de medianoche. Pocos cientos de manifestantes aguantaron horas más, hasta que los Mossos hicieron por desalojar la protesta

Foto: La protesta de ayer en su momento más álgido (Efe)
La protesta de ayer en su momento más álgido (Efe)

A las ocho, concierto. A las diez, cacerolada. A las doce, todos a casa, a coger fuerzas para otra jornada de protestas. La Asamblea Nacional de Cataluña (ANC) y Òmnium Cultural (“las entidades” según el léxico catalanista) optaron anoche por mantener el pulso callejero en convocatorias sucesivas en lugar de acampar y aplicar el “modelo maidan”, el del 15-M. En palabras de uno de los voluntarios, la idea es que “cada jornada sea una diada de aquí al 1-O, pero durmiendo en casa”. Tras unas horas iniciales de enorme tensión y cada vez más afluencia, la concentración frente a la Conselleria de Economía -la principal de cuantas se produjeron ayer en Cataluña- fue evolucionado hacia un ambiente de fiesta patronal con proclamas políticas y esteladas. Con un sentimiento predominante: la indignación ante la actuación judicial y policial; y contra el gobierno español.

Hubo música y cerveza. Los bares aledaños hicieron el agosto y grupos de voluntarios repartieron agua y comida (sobre todo galletas, bolsas de patatas y sándwiches). Se instalaron altavoces, además de un escenario con música y actuaciones en directo. Los agentes de la Guardia Civil tuvieron que seguir la verbena desde el interior de la Consellería de Economía, donde quedaron atrapados tras entrar a primera hora de la mañana a efectuar registros y detener a varios altos funcionarios de la Generalitat. Los pitos y abucheos ensordecían el cruce entre Gran Via y Rambla Cataluña cada vez que alguno de ellos asomaba la cabeza.

placeholder Decenas de miles de personas llenaron la confluencia entre Rambla Cataluña y Gran Vía todo el día. (EFE)
Decenas de miles de personas llenaron la confluencia entre Rambla Cataluña y Gran Vía todo el día. (EFE)

El bloqueo de la Guardia Civil

La idea de mantener a la Guardia Civil encerrada en el edificio divirtió a los manifestantes durante todo el día. Hubo varios intentos de sacarlos, pero solo los Mossos d'Esquadra están capacitados para ello. Hicieron amagos y negociaron con "las entidades" hasta encontrar una solución pacífica. Decenas de furgones se apelotonaron en una de las calles aledañas. Hubo tímidos intentos de abrirse paso hasta la puerta principal, pero les frenó un muro humano.

ANC y Omnium, que fueron haciéndose con el control de las protestas tras colocar carpas y desplegar a sus voluntarios, decidieron abrir un pasillo de desahogo. Pasadas las once de la noche, cuando el ambiente empezaba a decaer, los presidentes de Omnium y la ANC, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, se subieron a un coche patrulla con un altavoz y pidieron que la gente se marchase a sus casas para volver hoy jueves a mediodía, esta vez frente al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). "Queremos una movilización permanente", exclamó Cuixart.

La idea de mantener a la Guardia Civil encerrada en el edificio divirtió a los manifestantes durante toda la jornada de protestas

A partir de ahí, la mayoría de la gente fue abandonando la zona y los servicios de limpieza empezaron a hacerse cargo de la basura. Sobre dos de la mañana quedaban pocos cientos de personas, además de los vendedores de cerveza pakistaníes. Entonces los Mossos decidieron que había llegado hora de despejar la plaza. Con casco y uniforme de antidisturbios, cargaron sin demasiado ímpetu un par de veces contra el centenar de personas largo que quedaba. Avanzaron paciéntemente, metro a metro, hasta disolver del todo a los pocos jóvenes que seguían cantando sobre las tres de la mañana.

El independentismo quiere una revolución tranquila, insisten sus representantes. Al menos por ahora, eluden convertir las calles en un campo de batalla en el que cobren protagonismo los radicales. Y pueden permitírselo porque es una rebelión a favor de su gobierno, de la Generalitat. En la que la Guardia Civil se ve acorralada durante horas y donde, básicamente, el espacio público lo controlan los mismos que instigan las manifestaciones.

Hasta el desenlace, la jornada se vivió con tensión en toda Barcelona. Acudieron estudiantes y jubilados, mujeres con carritos de bebé, oficinistas trajeados. El cénit se alcanzó pasadas las seis de la tarde, cuando miles de personas se dejaban caer después de terminar su jornada de trabajo. La gente iba y venía, muchos envueltos en sus banderas. Varios helicópteros sobrevolaban la zona sin descanso. "Llevamos todo el día en la oficina hablando de esto. En cuanto hemos podido, hemos venido todos. Yo voté 'no' el 9-N y ahora quiero votar 'sí'. El gobierno de Rajoy ha acabado con la democracia en Cataluña y esto ya es imparable. Estamos más unidos que nunca", aseguraba el trabajador de una empresa con sede en el Paseo de Gracia. "Me quedaría hasta el final pero tengo que ir a buscar a los niños al colegio y mañana trabajo", comentaba Ricard.

placeholder Los coches de la Guardia Civil quedaron destrozados tras la manifestación. (EFE)
Los coches de la Guardia Civil quedaron destrozados tras la manifestación. (EFE)

Turistas y bares

Los autobuses de turistas tiraban fotos desde Plaza Cataluña. "¿Qué está pasando? ¿En esa fiesta hay chicas?", preguntaban un grupo de ingleses con unas cervezas de más. El centro de la ciudad mantuvo el pulso durante todo el día, en un clima de 'performance', de sublevación y ocio, con los bares y restaurantes abiertos, a toda máquina. Se formaron colas en las terrazas aledañas para seguir la protesta sentados con una caña. "Hemos hecho cien kilómetros para venir. Tenemos un trabajo flexible y nos hemos movilizado en cuanto hemos escuchado lo que estaba pasando. Queremos votar y esta semana es definitiva. Si no quitan las urnas, las papeletas, y nos encarcelan, entonces tendremos que protestar en la calle hasta que todo el mundo sepa lo que nos está haciendo el gobierno de España".

Foto: Una bandera de España entre esteladas. (Reuters)

El grito de guerra más escuchado fue "Votarem" (votaremos), pero hubo otros cánticos. "Un bote, dos botes, español el que no bote. Un voto, dos votos, español el que no vote". "No pasarán". "Fuera la fuerza de ocupación". De las universidades cercanas llegaron cientos de estudiantes. "Hace unos meses era impensable que yo acabase aquí en la calle cantando. Estaría en clase. Pero lo que está pasando me ha hecho independentista. No estoy dispuesto a que las cosas se hagan por la fuerza en mi país", comentaba el más mayor. "Yo tampoco era independentista, solo catalanista, pero el uno de octubre voy a votar que sí".

El referéndum, conjeturaban algunos, se empieza a poner cuesta arriba. "No parece que se vaya a poder votar con normalidad, así que habrá que hacerlo como podamos. Pero cada traba que nos ponen, nos dan más fuerzas. Cada preso político son mil nuevos votos que conseguimos".

A las ocho, concierto. A las diez, cacerolada. A las doce, todos a casa, a coger fuerzas para otra jornada de protestas. La Asamblea Nacional de Cataluña (ANC) y Òmnium Cultural (“las entidades” según el léxico catalanista) optaron anoche por mantener el pulso callejero en convocatorias sucesivas en lugar de acampar y aplicar el “modelo maidan”, el del 15-M. En palabras de uno de los voluntarios, la idea es que “cada jornada sea una diada de aquí al 1-O, pero durmiendo en casa”. Tras unas horas iniciales de enorme tensión y cada vez más afluencia, la concentración frente a la Conselleria de Economía -la principal de cuantas se produjeron ayer en Cataluña- fue evolucionado hacia un ambiente de fiesta patronal con proclamas políticas y esteladas. Con un sentimiento predominante: la indignación ante la actuación judicial y policial; y contra el gobierno español.

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