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La brecha de Gordó en el PDeCAT amenaza con tragarse al propio Artur Mas
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arrecian las críticas por su 'traición'

La brecha de Gordó en el PDeCAT amenaza con tragarse al propio Artur Mas

En el PDeCAT, cada día son más duras las críticas que cosecha el ‘expresident’, incluso desde las posiciones de los antiguos barones convergentes que antes le daban apoyo

Foto: Germà Gordó escucha una intervención del presidente de la Generalitat. (EFE)
Germà Gordó escucha una intervención del presidente de la Generalitat. (EFE)

La crisis abierta en el Partit Demòcrata Europeu (PDeCAT), la antigua Convergència, amenaza con abrir una brecha que se puede tragar, literalmente, al propio Artur Mas, agazapado y enrocado en la presidencia honorífica de este partido. La crisis tuvo su culminación esta misma semana, con la renuncia a su escaño de Germà Gordó, diputado convergente que ha pasado a no adscrito, abandonando el grupo de Junts Pel Sí (JxS). La imputación de Gordó por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) se produce en un momento político delicado: los independentistas necesitan alejar de su lado cualquier caso que roce la corrupción. Gordó está siendo investigado por los presuntos delitos de tráfico de influencias, prevaricación, malversación de fondos públicos y otros. Por eso, el partido que preside Mas le pone contra las cuerdas, aunque la gran incógnita radica en el hecho de hasta qué punto Artur Mas era consciente de las reuniones y decisiones que tomó Gordó cuando era gerente de su partido, secretario de su Gobierno y consejero de Justicia suyo.

Con motivo de la imputación del otrora hombre fuerte de Convergència, todos los partidos independentistas se han echado las manos a la cabeza y han apostado por un tacticismo que revela sus prioridades. Así, tanto su partido como ERC, la CUP o el grupo parlamentario de Junts Pel Sí han exigido que dimita y devuelva el escaño porque “pertenece a la coalición de JxS”. Un concepto nuevo que, hasta el momento, no se había aplicado a ningún representante democráticamente elegido en urnas. Pero como la coyuntura es la que es, sus compañeros de viaje se han ensañado con él pasando por alto situaciones similares y haciendo oídos sordos a situaciones más graves que la imputación de Gordó. En otras palabras: la presunción de inocencia que se reclama en otros escándalos (como en el caso de los tesoreros de CDC detenidos) se torna aquí en presunción de culpabilidad.

Y hay más: JxS y la CUP vetaron durante semanas que el presidente catalán, Carles Puigdemont, dé explicaciones por la conducta de su diputado en la Cámara, una actitud obstruccionista que pone en evidencia las carencias del independentismo. Debe de ser que el acoso a un personaje público conocido da mucha más visibilidad que la verdadera lucha contra la corrupción. El hecho adquiere más relevancia y trascendencia por el hecho de que niegan que el presidente de la Generalitat dé explicaciones por los presuntos delitos que pudo cometer un exconsejero de ese Gobierno.

Comparaciones odiosas

Lo que más le dolió al que había sido consejero de Justicia, no obstante, fue el posicionamiento más que crítico de su propio partido, hasta el punto de que muy posiblemente abandone el PDeCAT y convierta a su plataforma, Nova Convergència, en otro partido, en lo que sería la primera escisión de los herederos de Convergència. Llama la atención que, justamente cuando se le exigía la inmolación a Germà Gordó, el abogado defensor del extesorero de CDC Daniel Osàcar presentaba su alegato en el juicio del caso Palau, donde se juzga el latrocinio de la institución musical, cuyo dinero, en parte, se fue a las arcas de Convergència. El abogado hacía hincapié en que Osàcar no era Luis Bárcenas porque el dinero desviado no iba a su bolsillo. En realidad, la conducta que se va a investigar de Germà Gordó es similar a la de Osàcar. Lo único que cambia es el diferente rasero del PDeCAT y sus dirigentes para con uno o para con otro. Pero Gordò no está solo: junto a él ya se posicionó Teresa Pitarch, presidenta del Instituto Catalán de la Mujer, que anunció su baja como militante del PDeCAT.

Dentro de este partido, las críticas comienzan a hacerse oír. “Si el PDeCAT quiere ser un partido nuevo, tiene que transmitir una imagen nueva —dicen a El Confidencial fuentes internas de la formación—. Lo malo es que Artur Mas sigue mandando totalmente, sigue controlando todos los resortes del poder”. La principal queja es que “a las nuevas generaciones no les dejan tomar el poder. Incluso se advierte cierto menosprecio. Hace pocos días, en el teatro Victoria, con motivo de la presentación de la ponencia ideológica, la vieja guardia eclipsó totalmente a la dirección del partido. Allí estaban Artur Mas y Carles Puigdemont, que fueron las grandes estrellas, cuando debieran dejar que quienes llevasen el peso del acto fuesen Marta Pascal [la coordinadora general] y su equipo”.

Estas fuentes resaltan que Pascal “es limpia, inteligente y muy válida. Pero eso, si se le da juego. Y, de momento, a la actual dirección del PDeCAT se la limita, ya sea desde las instituciones o a través del propio Artur Mas, que demanda demasiado protagonismo por cuestiones personales”. En las filas del PDeCAT, cada día son más duras las críticas que cosecha el ‘expresident’, incluso desde las posiciones de los antiguos barones convergentes que antes le daban apoyo. Y todo, afirman, por su ‘tacticismo’.

El portazo a Gordó es visto como un posicionamiento “bajo la batuta de Artur Mas”, cuando el exconsejero y exgerente de Convergència prestó grandes servicios a Convergència. Hay una anécdota que alimenta la ‘traición’ de Mas a su otrora hombre fuerte: un testigo declaró ante el juez que visitó el despacho del ‘expresident’ y que en la reunión estaba presente Gordó. En un momento determinado, Mas le espetó que a partir de aquel momento, las cuestiones de dinero (o sea, de las donaciones) las debería tratar directamente con Gordó.

Que Mas sabe mucho más de lo que da a entender es lógico. Y hasta cierto punto es comprensible que intente que la corrupción no le salpique. Pero otra cosa es inmolar a la gente a la que has utilizado sin dar margen de confianza y sin aplicar la presunción de inocencia que pides en otros casos. Cataluña es un país que siempre tuvo un problema: no sabemos estar unidos. Las soberanías nacen de la unión del pueblo y de la unión de partidos. En algunos países, existe un partido muy fuerte, como en Escocia, donde el SNP obtiene el 90% de los escaños, o en Canadá. Pero aquí no hay hegemonía ni unidad”. Y, por no haber, no hay ni siquiera la mínima unidad y coherencia que se requiere dentro de un partido como PDeCAT, que pasa sus horas más bajas desde que fue reinventado por Artur Mas hace casi un año.

La crisis abierta en el Partit Demòcrata Europeu (PDeCAT), la antigua Convergència, amenaza con abrir una brecha que se puede tragar, literalmente, al propio Artur Mas, agazapado y enrocado en la presidencia honorífica de este partido. La crisis tuvo su culminación esta misma semana, con la renuncia a su escaño de Germà Gordó, diputado convergente que ha pasado a no adscrito, abandonando el grupo de Junts Pel Sí (JxS). La imputación de Gordó por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) se produce en un momento político delicado: los independentistas necesitan alejar de su lado cualquier caso que roce la corrupción. Gordó está siendo investigado por los presuntos delitos de tráfico de influencias, prevaricación, malversación de fondos públicos y otros. Por eso, el partido que preside Mas le pone contra las cuerdas, aunque la gran incógnita radica en el hecho de hasta qué punto Artur Mas era consciente de las reuniones y decisiones que tomó Gordó cuando era gerente de su partido, secretario de su Gobierno y consejero de Justicia suyo.

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