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Sintonía entre Mas y Sánchez durante la gala del Premio Planeta
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‘MERDE’: EL CURIOSO MENSAJE DEL PREMIO PLANETA A LOS POLÍTICOS

Sintonía entre Mas y Sánchez durante la gala del Premio Planeta

La cena del prestigioso galardón literario estuvo marcada por la asistencia de numerosas personalidades del mundo de la política, la cultura y la comunicación

Foto: La escritora manchega Alicia Giménez-Bartlett posa con el Premio Planeta, por su novela "Hombres desnudos", junto al presidente de la Generalitat, Artur Mas (2-i). (EFE)
La escritora manchega Alicia Giménez-Bartlett posa con el Premio Planeta, por su novela "Hombres desnudos", junto al presidente de la Generalitat, Artur Mas (2-i). (EFE)

Y Artur Mas terminó durmiendo con su enemigo. Casi literalmente. A las 8.30 de la mañana, el presidente catalán tuvo que presidir los actos de homenaje a Lluís Companys, presidente de la Generalitat fusilado por Franco el 15 de octubre de 1940 en el castillo de Montjuïc. Y allí estaba Mas cumpliendo son su agenda. Poco después, tenía otra cita mucho más agria: declarar ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), que le tiene imputado por cuatro presuntos delitos: prevaricación, desobediencia, usurpación de funciones y malversación de fondos públicos, al haber seguido adelante con la organización de la consulta popular del pasado 9 de noviembre de 2014 a pesar de haber sido prohibida por el Tribunal Constitucional.

Por la mañana, tuvo baño de masas en medio de varios miles de acólitos que acudieron a las puertas del TSJC para ofrecerle calor y apoyo. Pero la noche ya fue otra cosa: tuvo que visitar la casa de su enemigo. Era la concesión del Premio Planeta, el mayor galardón de la literatura hispana, y no podía hacer el feo. Esta es la primera edición sin José Manuel Lara Bosch, fallecido hace unos meses y empresario terrible para el nacionalismo: desde hace tres años había advertido que si Cataluña se independizaba, tendría que trasladar la sede de su imperio a un lugar donde se hable castellano.

Lara era un hombre que decía lo que pensaba después de pensar lo que decir. Nunca nadie osó enfrentarse a él. Es más: como buen empresario, tenía amigos hasta en el infierno. Su semilla, sin embargo, sigue viva. Este miércoles, el nuevo presidente del Grupo Planeta, José Crehueras, y su consejero delegado, José Manuel Lara García-Piriz, advirtieron que todo continúa igual. Los planes no han cambiado. “¿Quién soy yo para contradecir a mi padre?”, dijo su hijo durante la presentación del premio. O sea, que si Artur Mas sigue su viaje a Ítaca, Planeta coge las maletas y se marcha de Cataluña.

En esa casa y con esa clase de enemigo terminó su noche Artur Mas, que estaba acompañado de una aliada fiel: su esposa Helena Rakosnik. Le sentaron en la mesa presidencial junto a Crehueras y su esposa, Columna Martí; al líder del PSOE, Pedro Sánchez, acompañado de su esposa, Begoña Gómez; del presidente de Ciutadans, Albert Rivera y su novia, Beatriz Tajuelo; de la ministra Ana Pastor; del secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, que estaba con su esposa, Meritxell Batet; de la delegada del Gobierno en Cataluña, Llanos de Luna, acompañada de su esposo, Juan Manuel González; del consejero de Cultura, Ferran Mascarell, a quien acompañaba su esposa, Elisenda Figueras; y de la concejal Gala Pin, que había sustituido al primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, que a su vez había sustituido a la alcaldesa Ada Colau. Y es que en el Ayuntamiento andan aún buscando su norte.

Sintonía con Sánchez

La cara de Mas no era precisamente de felicidad. Demasiadas emociones en un día. Pero supo sacarle provecho a la noche, porque departió afablemente y sin descanso con el líder socialista, Pedro Sánchez. ¿Es un aviso a navegantes, un mensaje encriptado a Mariano Rajoy? ¿Quería decirle ‘con éste me entiendo y contigo es imposible’? ¿Quería darle celos o envidia? Sólo el tiempo lo dirá. El diálogo con el popular brilla por su ausencia y Mas, en cambio, parecía sentirse muy a gusto con Sánchez en la cena del Planeta. Si éste consigue ser el próximo presidente del Gobierno español tras el 20D, es de suponer que los puentes de entendimiento con Artur Mas ya estarán tendidos. Sólo faltará que alguien se baje del burro, lime asperezas y todos, absolutamente todos, se pongan a trabajar de una puñetera vez.

Pero, a Mas, la triste realidad le trata a veces sin piedad. Salió al escenario muy serio. Ya en la tarima, el gesto se le suavizó. Y en esto llegó la ganadora del Premio, Alicia Giménez Bartlett, con su novela Hombres desnudos. Este año, le dieron el premio Carbalho, el de los libreros de Euskadi y el José Luis Sampedro. “Y me llamaron de mi supermercado para decirme que me había tocado un secador. Me quedé aterrorizada, porque cuando te premian tanto es que te quedan cuatro días”, razonó Alicia, con pinta de venerable dama que una trama de Agatha Christie podría quizá convertir en psicópata.

Allí, ante la madre literaria de Petra Delicado Artur Mas y Ana Pastor escenificaron su distanciamiento. El distanciamiento de dos instituciones que a estas alturas ni siquiera se respetan. Alicia Giménez Bartlett fue por unos minutos la voz de su conciencia: se plantó ante ellos con una camiseta donde se leía claramente una palabra contundente: Merde. Así, en francés (ni en castellano ni en catalán). Jocosa alegoría del fastidio y la impotencia de los ciudadanos ante sus representantes.

Y luego, la temática del libro, tan cruel como la vida misma: un profesor se queda sin empleo y acaba trabajando en un club de striptease. “Son temas de la realidad, de la crisis. La novela narra cómo hombres jóvenes han perdido sus trabajos y han terminado haciendo baile en un local de striptease”. Cosas de la maldita economía, de la maldita crisis, claro. Y los dos representantes de sus respectivos gobiernos, detrás con caras de circunstancias. Quizás ellos hubieran podido evitarlo…

También el finalista, el cineasta Daniel Sánchez Arévalo, tuvo su guinda. La isla de Alice es su primera novela, aunque ha participado en los guiones de algunas de sus películas. “Para mí es un placer contar historias”. Tras él, ni se miraban Artur Mas y Ana Pastor. Otro posible buen guión cinematográfico para una película de tensión.

Caras conocidas

En el ágape estuvo el casi todo Barcelona y un trocito de España: casi 1.000 invitados que degustaron canelón de Angus, setas, rúcula selvática, crema de mostaza y microvegetales de primero para continuar con lubina asada con puré de zanahoria y apio bola de segundo y tarta de chocolate, avellanas y crema de toffee de postre. Los vinos, un Raimat Abadía tinto, un Xarello de Segura Viudas blanco y un cava Raimat Chardonnay. Todo, por supuesto, muy catalán.

Leopoldo Abadía, Najat El Hachmi, Lucía Etxebarría, Nativel Preciado, Pilar Eyre, Espido Freire, Juan Manuel de Prada, Carmen Rigalt, Fernando Sánchez Dragó, Fernando Schwartz, Matías Prats, Teresa Viejo o el incombustible Jordi Hurtado fueron algunas de las caras que se dejaron ver por allí. Y una importante representación del artisteo: José Coronado, Andrés Calamaro, Mario Casas, Ana Simón o Quim Gutiérrez fueron invitados de excepción.

placeholder  El presidente del grupo Planeta, José Creuheras (c), junto a las escritoras Carmen Posadas (i) y Rosa Regàs (d), del jurado. (EFE)

También había bastantes políticos: los socialistas Miquel Iceta, líder del PSC; Jaume Collboni, jefe de los socialistas en el Ayuntamiento de Barcelona; y José Montilla, senador y expresident, se sentaron en la misma mesa. Eran vecinos del exalcalde Xavier Trias y del valor en alza del PP, Xavier García Albiol, que va disparado a tomar las riendas del partido que le dejará Alicia Sánchez-Camacho si nada lo impide. Intercambiaba apretones de mano Miquel Roca, sempiterno asistente a saraos de todo tipo, que al final compartió mantel con Trias y con Miquel Valls, presidente de la Cámara de Comercio.

Y no podía faltar una nutridísima representación de las finanzas y la empresa. El presidente de Telefónica, César Alierta, el financiero Carlos Tusquets, el director general de la Fundació de La Caixa, Jaume Giró, el factotum del Sabadell, Josep Oliu, el director general de Damm, Enric Crous, o el intermediario Josep Maria Xercavins, que va rompiendo moldes con su fondo Tauro Real State. No faltó ni siquiera Enrique Lacalle, que acaba de dejar la presidencia del Barcelona Meeting Point. “¿Pero a qué viene eso de dejar los salones de la Feria?”. “Bueno, he dejado algunos, sólo algunos”, repetía. Es verdad. Le queda el mítico y tradicional Salón del Autonomóvil al que lleva toda su vida unido y que ya presidió su padre en tiempos pretéritos.

La cúpula del FC Barcelona tuvo su propia mesa. Allí estaban el presidente azulgrana, Josep Maria Bartomeu, y uno de los pesos pesados que tiene en su junta, Carles Vilarrubí, acompañado por su esposa Sol Daurella, dueña de la Coca-Cola española. Y en la mesa se sentaba también Xavier Faus, exvicepresidente del FC que no ha querido repetir mandato. Faus fue un hombre muy buscado toda la noche. Incluso el poderoso Oliu dio vueltas casi en círculo hasta que acabó charlando con él. Nada de extrañar: Faus ha convertido su fondo, Meridia Capital, en el más grande de Barcelona y cerró no hace mucho la operación de compra de los 11 edificios de General Electric por más de 100 millones de euros. Casi nada. De ahí que ahora le salgan novios por todos los lados. Bartomeu, por su parte, estaba en su salsa. Y, de hecho, fue el último en abandonar el gran salón del evento, una hora después de que comenzara a desalojarse. Se mantuvo durante ese tiempo hablando con los suyos de manera distendida, sobre todo, de temas deportivos. O sea, de lo suyo.

Preocupación empresarial

Los empresarios, en cambio, evitan hablar de lo suyo propio y, por extensión, del monotema catalán. ¿Independencia? Callan cuando oyen la palabra. Uno no sabe si les da pereza o miedo. Uno de ellos se abre un poco. “Miedo, no. Estamos preocupados, muy preocupados, porque no le vemos salida a esto”, dice mientras mira furtivamente para los lados, no sea que haya alguien escuchando y Artur Mas está cerca.

Albert Rivera, protagonista de la velada como pocos, habló con muchos y fue saludado por muchos más. Se nota que ha subido de categoría: este año, le sentaron ya en la mesa presidencial y eso quiere decir algo, entre otras cosas que le ven futuro. Estuvo muy activo toda la noche y se enfrascó con empresarios, políticos e incluso con Manel Fuentes, que también departió largo tiempo con Xavier Trias e incluso con Josep Maria Xercavins. La campechanía de Rivera le llevó a fotografiarse con Calamaro a la entrada del recinto, donde los organizadores habían instalado una especie de photocall para inmortalizarse con una copia del galardón del Planeta. Rivera lo hizo con Calamaro y, después, con su novia Beatriz. Pero por el photocall de broma pasaron también Pedro Sánchez, Miquel Iceta (“Lo del baile algo fue sin pensar, lo hice de casualidad”, dice cuando se le pregunta sobre su genial idea en campaña), Leopoldo Abadía o el mismo José Manuel Lara García-Piriz.

Y Artur Mas terminó durmiendo con su enemigo. Casi literalmente. A las 8.30 de la mañana, el presidente catalán tuvo que presidir los actos de homenaje a Lluís Companys, presidente de la Generalitat fusilado por Franco el 15 de octubre de 1940 en el castillo de Montjuïc. Y allí estaba Mas cumpliendo son su agenda. Poco después, tenía otra cita mucho más agria: declarar ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), que le tiene imputado por cuatro presuntos delitos: prevaricación, desobediencia, usurpación de funciones y malversación de fondos públicos, al haber seguido adelante con la organización de la consulta popular del pasado 9 de noviembre de 2014 a pesar de haber sido prohibida por el Tribunal Constitucional.

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