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El independentismo acosa a una entidad cultural por... ¡escuchar el himno español!
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INUSUAL CAMPAÑA CONTRA UNA COLLA DE GIGANTES

El independentismo acosa a una entidad cultural por... ¡escuchar el himno español!

La Colla Gegantera de Puigcerdà viajó a Torrrejón de Ardoz. Allí participó en el desfile durante el cual se interpretó el himno mientras los miembros de las entidades conformaban la bandera nacional

Foto: (Foto: Facebook Colla Gegantera de Puigcerdà)
(Foto: Facebook Colla Gegantera de Puigcerdà)

Algo se mueve en Cataluña y no en la dirección que debía. La tensión ideológica comienza a calar como gota de aceite en la sociedad y la fractura entre paisanos se va agrandando a pasos agigantados. Ya no existe el oasis catalán. Lo que está en juego es la supremacía de unos símbolos sobre otros, arrinconando o persiguiendo abiertamente a los segundos. ¿Un nuevo totalitarismo está en marcha?

La Colla Gegantera de Puigcerdà es la última entidad que ha notado el zarpazo de la discriminación. El domingo 4 de octubre, la colla viajó a Torrrejón de Ardoz. “Las collas funcionamos por invitaciones y era una invitación que debíamos a Torrejón”, explica a El Confidencial Rafael Jiménez, 'cap de colla' (jefe de colla). Y, como deferencia a sus anfitriones, participaron en el desfile, durante el cual se interpretó el himno español, mientras los miembros de las entidades conformaban una bandera española. “Ellos iban de amarillo y nosotros, de rojo”. Los colores suficientes.

El vídeo colgado en Facebook (ya ha sido retirado) fue una bomba. Desde los círculos radicales de Puigcerdà comenzó entonces una guerra sin cuartel contra una institución que data de 1914 y que ha intentado a lo largo de su historia deslindar cultura y política. Algunas fuentes señalan que fue la Asamblea Nacional Catalana (ANC) la que comenzó una ácida campaña contra la entidad cultural. Las agrupaciones locales de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y de Reagrupament Independentista se sumaron a la campaña contra la entidad cívica como si hubiese cometido un crimen de guerra.

“Fueron unos hechos improvisados y los hicimos como deferencia a nuestros anfitriones”, explica Rafael Jiménez. El dirigente de la colla subraya: “Yo respeto a todo el mundo, pero con esto se ha perdido el respeto a las personas y, lo que es peor, a una institución a la que hemos tenido que rescatar del olvido. Esta es una asociación exclusivamente cultural”.

Hace un par de años, la ANC pidió a la institución que participase en sus actos enarbolando la bandera estelada (independentista), pero la colla se negó porque insiste en que es una entidad apolítica. De ahí que a los militantes radicales catalanes les haya sentado muy mal el acto de Torrejón de Ardoz. Tanto los representantes de la ANC como de ERC y de Reagrupament pidieron públicamente que se le retirasen todas las subvenciones públicas (que recibe como todas las demás collas similares), que se la desalojase de su sede y que se le prohibiese llevar el nombre de Puigcerdà y el escudo de la ciudad, que lucen en sus cinturones.

La presión ha sido enorme, hasta el punto de que un buen puñado de socios se han dado de baja como consecuencia de la ofensiva política en su contra. ”Se trata de gente joven, a la que sus padres han retirado. Es el peor daño que nos pueden haber hecho, porque nos han tocado la cantera”, se duele Rafael Jiménez. Pero enfatiza que la intención de la colla es no desaparecer. “Hemos luchado mucho por esta asociación como para abandonar ahora. A ver si podemos resurgir. Pero que sepan que nosotros hemos intervenido en un acto cultural, no político. Lo que pasa es que cada uno lo interpreta como quiere”.

Desde los grupos radicales, se justifica la campaña en su contra por el hecho de que en más de una ocasión habían hecho retirar las banderas esteladas de los desfiles, como signo de su apoliticismo. “Se habían negado a que el himno catalán, ‘Els Segadors’, acompañase algunos desfiles e incluso habían rechazado el himno del Barça”.

Uno de sus detractores, J. A. A., arremetía en internet contra los responsables de la asociación y, en especial, contra el ‘cap de colla’. “Tiene opciones, claro está: la de cambiarle el nombre a la colla, por ejemplo; pero si usted está en desacuerdo con lo que el propio Ayuntamiento ha proclamado también puede marcharse de la villa”, decía. Y continuaba luego: “Es una pena; esta tarde, hablando con algunos comerciantes del tema, pude comprobar la indignación que sienten y la primera reacción es que no piensan colaborar más económicamente con la colla a no ser que usted pida perdón públicamente y exponga las razones que lo empujaron a hacer lo que ha hecho”.

Terminaba exigiendo que “pida disculpas públicamente si es que tiene algo de respeto por sus vecinos”, porque, aunque se autoproclamaba no militante de ningún partido, lo sucedido fue “una clarísima demostración de apoyo a la monarquía española”, agravada porque Jiménez, como directivo de la entidad, “representa a una villa que de por sí se declaró municipio independentista. Si usted no está de acuerdo con ello y se va a Madrid a formar la bandera española en una foto, y por si fuera poco ordena que toquen el himno español, creo sinceramente que no merece seguir al frente de una colla que dice representar a Puigcerdà”.

La presión ha sido enorme, hasta el punto de que un buen puñado de socios se han dado de baja como consecuencia de la ofensiva política en su contra

El alcalde de la localidad, Albert Piñeiro, de CiU, tuvo que salir al paso de las críticas. Pidió que las asociaciones cívicas eviten acciones que puedan molestar a la mayoría de los vecinos pero recordó que la colla es una entidad privada que recibe subvenciones en función de su labor cultural y no por su ideología política.

Jiménez señala que la actitud del alcalde ha logrado apaciguar un poco los ánimos. También que “la mayoría del pueblo está con nosotros, aunque algunos nos quieran crucificar, juzgar y sentenciar al mismo tiempo. Y todo por no querer participar en actos políticos”. Rafael Jiménez tiene una frase que condensa su ideario: “La política y el odio no se pueden mezclar”.

Algo se mueve en Cataluña y no en la dirección que debía. La tensión ideológica comienza a calar como gota de aceite en la sociedad y la fractura entre paisanos se va agrandando a pasos agigantados. Ya no existe el oasis catalán. Lo que está en juego es la supremacía de unos símbolos sobre otros, arrinconando o persiguiendo abiertamente a los segundos. ¿Un nuevo totalitarismo está en marcha?

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