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Los indignados dividen su protesta: unos al Ayuntamiento, otros al Parlament
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MAS ASEGURA QUE "HAN TRASPASADO LAS LÍNEAS ROJAS

Los indignados dividen su protesta: unos al Ayuntamiento, otros al Parlament

Los 'indignados' se han dividido esta tarde, tras abandonar el acceso al parque de la Ciutadella. Un grupo de unas 500 personas ha regresado a la entrada

Foto: Los indignados dividen su protesta: unos al Ayuntamiento, otros al Parlament
Los indignados dividen su protesta: unos al Ayuntamiento, otros al Parlament

Los 'indignados' se han dividido esta tarde, tras abandonar el acceso al parque de la Ciutadella. Un grupo de unas 500 personas ha regresado a la entrada del recinto donde se encuentra el Parlament, mientras que otros han protagonizado una sentada en la plaza de Sant Jaume, donde se ubica el Ayuntamiento.

Los jóvenes han expresado que son "pacíficos" y han bailado una conga para remachar su rechazo a la violencia. Aunque para un grupo de manifestantes, quienes han mostrado una actitud violenta han sido los Mossos d'Esquadra, por lo que han proferido gritos contra ellos.

Los indignados que se han dirigido a la plaza Sant Jaume han recorrido el trayecto hasta la sede del gobierno catalán pidiendo la dimisión del presidente de la Generalitat, Artur Mas, y del conseller de Interior, Felip Puig.

Al llegar a la plaza, donde les esperaban otros jóvenes, han protagonizado una sentada en la que han participado alrededor de un millar de personas. Los lemas reclamaban "menos policiá y más educación" y han cantado "L'estaca", de Lluis Llach. También han pedido la libertad de cuatro de sus compañeros que han sido detenidos esta tarde por los Mossos en los incidentes ocurridos frente a la sede parlamentaria, por los que han guardado un minuto de silencio.

"Han traspasado las líneas rojas"

El presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha justificado que los Mossos puedan acabar utilizando la fuerza contra los violentos en las próximas horas, ante los altercados, el "caos" y la "indignidad" que se ha producido este miércoles por la mañana en los alrededores del Parlamento catalán, cuando miles de ‘indignados’ trataron de evitar esta mañana la entrada de los diputados electos.

La presidenta del Parlamento, Núria de Gispert, el propio Mas y los consejeros tuvieron que utilizar helicópteros mientras los restantes miembros del pleno que entraron a pie recibieron insultos, empujones e incluso pintadas: los sprays de los ‘indignados’ llegaron a alcanzar al ex consejero de Educación, Ernest Maragall, a la ex consejera de Justicia, Montserrat Tura, y al ex secretario general de Interior, Joan Boada.

Tras expresar su “defensa inequívoca de la democracia" y la condena más contundente a cualquier violencia, Artur Mas ha emplazado a los catalanes a que comprendan que la garantía de la seguridad e integridad del Parlamento catalán y de los diputados pueda "comportar que en algún momento pueda haber uso legítimo de la fuerza" por parte de la Policía.

Durante la mañana hubo pequeñas cargas de los agentes, algunos disparos de pelotas de goma y poco más. Pero ni un solo indignado pudo acceder al interior del parque. En realidad, casi todas las puertas habían sido blindadas por algunos grupos de activistas durante la noche, sujetando a las puertas enrejadas maderas, vallas de obras cercanas, troncos y cualquier cosa que sirviese para inutilizarlas.

En la verja que rodeaba la Ciudadela, fueron apareciendo pancartas colgadas a modo de dazibaos con los lemas más representativos del movimiento: Indígnate, Democracia auténtica ya, Revolución real ya, De la indignació a l’acció (De la indignación a la acción), Puig dimissió, o La indignació va seguida de compromís (La indignación va seguida de compromiso). No faltaron otras más elaboradas: Cerrado por demolición de los derechos sociales. Disculpen las molestias, rezaba una. Un señor mayor elaboró una trabajada multipancarta cuyo lema principal decía: 2.000 euros por un político honesto (que respete los derechos). Las había enigmáticas, como la que sólo tenía escrito Felip Puig d’Anjou. Dentro de las rejas, las únicas almas que había eran las de los policías autonómicos encargados de velar porque nadie pudiese saltar la verja. Sólo una veintena de radicales llegaron a pisar el interior del parque. Fueron identificados y devueltos a la calle.

Pero la concentración desde primera hora de la mañana no fue patrimonio de nadie. Sólo de los indignados, que formaban un mosaico social de las más diversas clases y condición. Había radicales y jubilados, parados y okupas, trabajadores de la Administración y vecinos. Incluso un indignado se atrevió a asistir a la protesta con el uniforme oficial de conductor de transporte público. “Más del 80% de los ciudadanos nos apoya. Esto es un éxito. Sólo hay que ver la diversidad de gente que hay. Para que luego digan que somos cuatro gatos”, se afanaba en gritar por un megáfono un sudoroso indignado.

Las dos actitudes posibles

La vanguardia de la indignación, no obstante, fue controlada por algunos grupos, que tras la entrada de los diputados decidieron formar una barricada con contenedores cortando la calle Pujades en su confluencia con la avenida Meridiana. “No es violencia. Tenemos dos actitudes posibles: el pacifismo y la autodefensa. Y las dos deben convivir en este movimiento”, razonaba a este diario uno de los jóvenes que intervenían en su construcción.

A poca distancia, una docena de coches de los Mossos seguían la evolución de los concentrados. Y fueron esos mismos grupos los que intentaron evitar que las televisiones pudiesen tomar imágenes de la gente que preparaba la barricada. Cuando un cámara de TV3, la televisión autonómica catalana lo intentó, un manotazo le rompió el soporte del visor.

Fueron dos radicales los que le impidieron filmar. “No te dejamos porque sois unos manipuladores. Vete de aquí”. Hasta que otro indignado, mayor, con camiseta de la Asamblea de parados y paradas y una pegatina en el pecho (No hay pan para tanto chorizo), se interpuso. “¿Queréis dejarlos hacer su trabajo?”. “No, porque no queremos que se tomen imágenes de esto”. “Pero el cámara no tiene la culpa, está haciendo su trabajo”. “Sí, pero luego es que se quedan con la imagen de nosotros como malos”. Y ahí comenzó una discusión bizantina sobre programas de televisión. Pero TV3 no pudo filmar más.

A pocos metros, una estudiante indignada intentó hablar para otra televisión. Un grupo de radicales rodeó enseguida a cámara y entrevistada con gritos e insultos. “Manipuladores”. “Pero, ¿no ves que te van a manipular?”. “Inútil”. Uno de los radicales, especialmente activo, era el que llevaba la voz cantante. “Respetemos”, intentaba razonar la estudiante. “¿A quién? A nosotros no nos respetan. No entres en ese juego. Todos son unos manipuladores. Y tú eres una inútil”. Acercaba su cara a la de la chica y gritaba a todo pulmón, se iba y volvía. Y no paraba. Hasta que otro de los presentes, dirigiéndose al de al lado, lanzó una pregunta. “¿Y éste qué es, policía? Porque lleva así toda la mañana, provocando”.

Una señora mayor con una cuchara y una pequeña cacerola se dirigió hasta los coches de la Policía y dejó su protesta haciendo sonar sus instrumentos al lado de cada uno de ellos. Poco después, las furgonetas abandonaban el lugar y la señora volvía ufana a la verja del parque. “Me deben haber cogido miedo”, bromeaba. “Usted sí que está indignada de verdad...”. “¿Indignada? Empreñada. Estoy empreñada, que creo que es más que indignada. Hace muchos años ya tuve que protestar contra el franquismo y ahora no me queda más remedio que protestar contra éstos, porque lo están haciendo igual”.

Un debate improvisado comenzó en ese mismo momento, con la barricada como testigo. En principio, la asamblea estaba prevista para las 13 horas, pero a las 11.45, con los ánimos relajados, comenzaron las dudas. ¿Y ahora qué? “Hemos de hacer autocrítica. Primero, tenemos que reconocer que los señores que están ahí adentro son los representantes de la mayoría de los ciudadanos, o sea que tienen legitimidad. No lo hemos de olvidar”. “Sí, pero ¿y el 45% de abstención? ¿Y el porcentaje de gente que fue a votar para que no saliese el otro?”, le respondían desde el otro lado. Antes de adentrarse en otra discusión bizantina, la segunda reflexión. “La meta era impedir que los diputados pudiesen entrar. No lo hemos podido evitar, porque al final han entrado todos. Pero debemos saber qué vamos a hacer ahora”.

Un jubilado tomó la palabra: “Estamos en el inicio de la revolución quizás más importante de la historia. No podemos volvernos atrás. Ahora que están dentro, debemos hacer todo lo posible para no dejarlos salir. Y cuando ya no se pueda más, formar una manifestación y dirigirnos al centro de la ciudad”. Otra de las participantes, extranjera, propuso más acción: “Deberíamos formar una cadena humana alrededor del parque. Es muy visual y muy efectivo”. Así se acordó y así se ejecutó minutos después. La intención era evitar que salgan los que antes no se quería que entrasen.

Los 'indignados' se han dividido esta tarde, tras abandonar el acceso al parque de la Ciutadella. Un grupo de unas 500 personas ha regresado a la entrada del recinto donde se encuentra el Parlament, mientras que otros han protagonizado una sentada en la plaza de Sant Jaume, donde se ubica el Ayuntamiento.

Los jóvenes han expresado que son "pacíficos" y han bailado una conga para remachar su rechazo a la violencia. Aunque para un grupo de manifestantes, quienes han mostrado una actitud violenta han sido los Mossos d'Esquadra, por lo que han proferido gritos contra ellos.