Oculto en un petate y con ayuda del interior: el preso de Valladolid fugado sorteó cuatro controles
El recluso cacereño Ángel Benito Moreno protagoniza la primera fuga en 45 años de la prisión de Villanubla. La Subdelegación da por hecho que contaba con la colaboración de alguien. La Guardia Civil sigue con las labores de búsqueda
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Ni el Steve McQueen de La gran evasión lo hubiera hecho mejor. Todavía hoy, días después, Instituciones Penitenciarias se pregunta cómo fue posible que el narco Ángel Benito Moreno, se evadiera de la prisión de Villanubla (Valladolid), algo que no había ocurrido nunca en sus 45 años de historia. Todo apunta a que burló los controles de salida de la cárcel oculto en el petate de alguno de los otros tres reclusos que ese día, el viernes, abandonaban el centro penitenciario. Pero, ¿cómo pudo hacerlo, y con qué cómplices contó?
De entrada, sorprende que no llamara la atención de nadie el peso voluminoso del macuto usado para su viaje a la libertad. Una bolsa que, a posteriori, y una vez analizadas las cámaras de vigilancia, se presenta como la principal y única posible puerta de salida de la cárcel. La coincidencia ese día de varias situaciones especiales apunta a que la evasión pudo ser preparada. Y podemos dar por hecho que el dinero no fue un problema. Ángel Benito Moreno manejaba el suficiente como para comprar voluntades, en el caso de que fuera necesario. De hecho, es uno de los líderes del clan de tráfico de drogas de Plasencia conocido como Los Hilarios, una organización criminal golpeada por la Justicia, que suma más de una treintena de condenas de sus miembros.
En el caso de Ángel Moreno había sido condenado por la Audiencia de Cáceres a 28 años de prisión (por delitos contra la salud pública, blanqueo de capitales y falsedad en documento público) de los que había cumplido ocho en el centro de Villanubla. Le quedaban, por tanto, otros veinte.
El primer hecho anómalo que llama la atención del día de la fuga es la coincidencia de la salida de tres presos, y que se realizara de forma simultánea, lo que es inhabitual. El fugado debía conocer esta circunstancia y quizás la aprovechó convenientemente para preparar su fuga. Pero eso deberá determinarlo la investigación que ha abierto Instituciones Penitenciarias para averiguar por qué Ángel Moreno tuvo éxito allí donde otros que lo intentaron antes fracasaron.
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Que la prisión facilitara a los reclusos carritos para trasladar sus pertenencias no es, sin embargo, algo excepcional. Pero en este caso parece claro que ayudó a encubrir la fuga, pues evitó que llamara la atención el anómalo peso del petate.
Aun así, la aventura revela su carácter osado cuando se entiende que esa bolsa, con el cuerpo encogido del narco, tuvo que pasar por cuatro puestos de control antes de llegar al exterior. Fuentes de instituciones penitenciarias admiten que la vigilancia de salida es más laxa que la de entrada, pero aun así los bultos suelen pasan por escáneres para detectar objetos que los presos puedan llevarse indebidamente.
Instituciones Penitenciarias baraja dos hipótesis para explicar tan rocambolesca, pero eficaz, evasión: el incumplimiento, por posible laxitud, de los protocolos de la prisión, o la existencia de complicidad de terceras personas, ya sea algún funcionario u otros presos. “Es evidente que alguien le ha tenido que ayudar a salir; no puede haberlo hecho solo”, reconoce el subdelegado del Gobierno, Jacinto Canales. “Sin el apoyo de terceras personas no hubiera sido posible”. Es, sin embargo, muy cauto a la hora de apuntar a la posible responsabilidad de algún funcionario, aunque admite que lo que se sabe de la fuga “extraña a todos los niveles”.
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Como mínimo, la complicidad del recluso al que perteneciera el macuto parece probable, pero todo apunta a la necesidad de otros colaboradores para poder sortear los controles sin riesgo. No es posible protagonizar una gesta histórica dejando cabos sueltos, pendientes del azar. Todo debía estar atado.
Tampoco fue dejado al azar el momento de la fuga. La prisión realiza recuento de reclusos cinco veces al día: a las 7.30; 12.30; 14.00; 16.30 y el último a las 21.30 horas, coincidiendo con la bajada a las celdas. El fugado debía saber que los únicos controles estrictos son el primero (en el que sí hizo acto de presencia) y el último (aquel en el que se detectó su ausencia). Los recuentos de entre medias son generalmente menos rigurosos, por lo que no sería necesario contar con la complicidad de nadie para sortear este obstáculo. Aunque esto deberá determinarlo la investigación en curso.
Una investigación interna que se ve complementada por la investigación criminal de la Guardia Civil, que analiza la fuga en sí, así como la localización del preso, para devolverlo a prisión. “Cuando el coronel de la Guardia Civil me llamó por teléfono y fuera del horario habitual, me temí lo peor”, admite Jacinto Canales. La última vez que el subdelegado recibió una llamada similar fue para informarle del brutal apuñalamiento de un hombre en Viana de Cega, a manos del ex de su pareja.
En cuanto la Benemérita tuvo conocimiento de la evasión, desplazó varias unidades a los alrededores de la prisión por si el fugado se hubiera podido esconder allí, pero fue en vano. No será fácil encontrarlo, tal y como reconocen todas las fuentes implicadas, que sospechan que ha tenido varias horas para escapar antes de que trascendiera su fuga, por la noche. Suficiente tiempo incluso para marcharse fuera del país. Aunque la Guardia Civil no da nada por perdido.
Ni el Steve McQueen de La gran evasión lo hubiera hecho mejor. Todavía hoy, días después, Instituciones Penitenciarias se pregunta cómo fue posible que el narco Ángel Benito Moreno, se evadiera de la prisión de Villanubla (Valladolid), algo que no había ocurrido nunca en sus 45 años de historia. Todo apunta a que burló los controles de salida de la cárcel oculto en el petate de alguno de los otros tres reclusos que ese día, el viernes, abandonaban el centro penitenciario. Pero, ¿cómo pudo hacerlo, y con qué cómplices contó?