Un castillo más propio de Disney que del modernismo catalán: la obra que es de Gaudí pero no lo parece y está fuera de Cataluña
Aunque gran parte de la decoración y diseño original fue respetada, el edificio también incorporó cambios posteriores, como la segunda planta, añadida por Ricardo García-Guereta
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Cuando se habla de la obra de Gaudí, es imposible no pensar en Barcelona, donde se encuentran algunas de sus construcciones más emblemáticas, como la Sagrada Familia o la Casa Batlló. Sin embargo, el famoso arquitecto también dejó su huella más allá de los muros de la ciudad, incluso fuera de Cataluña.
Además del conocido Capricho de Gaudí, en Comillas, en Cantabria, y la Casa Botines, en León, hay una obra en particular que destaca por su singularidad: el Palacio Episcopal de Astorga, en León. A diferencia de la mayoría de sus edificios, que siguen el estilo modernista, este castillo se inspira en el neogótico, y su apariencia, casi mágica, recuerda más a un castillo de cuento de hadas que a una construcción convencional.
Este edificio ubicado en la Plaza Eduardo Castro, número 15, encaja mejor en la monumentalidad de las casas señoriales alemanas que en la corriente modernista catalana que popularizó Antoni Gaudí en la ciudad de Barcelona. El arquitecto español natural de Reus fue el máximo exponente de este movimiento artístico que apuesta por el uso extensivo del hierro forjado, las formas florales y las curvas suaves.
La impronta (y enfado) de Gaudí en León
La primera etapa del proyecto comienza en 1886, cuando un incendio arrasó con su estructura original, sorprendiendo al entonces recién nombrado obispo de la diócesis, Don Juan Bautista Grau y Vallespinós, paisano del genio modernista e impulsor de su rehabilitación. El prelado superior, que era conocedor de la obra de Gaudí dentro de Cataluña, recurrió al arquitecto para que se encargara del nuevo diseño de este palacio, que además era la residencia habitual del primero. El proceso fue especialmente laborioso y se alargó durante una larga temporada.
Durante los primeros bocetos que darían lugar a la configuración final de esta majestuosa construcción, Gaudí pidió a Grau que le facilitara toda la documentación posible para conocer cada uno de los rincones del palacio, para saber de qué forma plasmar sus ideas: planos, fotografías, estudios técnicos, todo ello, sirvieron como inspiración para la posterior reforma que finalmente fue aprobada por la Real Academia de Bellas Artes. A pesar de que se realizaron algunos cambios que no resultaron del agrado del arquitecto, el proyecto siguió adelante y su primera piedra se colocó el 24 de junio de 1889.
Sin embargo, los problemas no habían hecho más que comenzar. La relación de un joven Gaudí con la Junta Diocesana empeoró rápidamente debido al repentino fallecimiento del obispo Grau, lo que llevó a que el arquitecto abandonara el proyecto y lo dejara inacabado. Julián de Diego y Alcolea, el nuevo obispo, intentó convencer al arquitecto para que reconsiderara la decisión, pero su insistencia cayó en saco roto. "Serán incapaces de acabarlo", dijo en aquel momento.
Finalmente, fue el arquitecto Ricardo García-Guereta quien completó el edificio en 1913. En su intervención, diseñó la última planta, que se caracteriza por un estilo más sencillo y funcional, a diferencia de las plantas inferiores, que mantienen el característico estilo de Gaudí.
A pesar de que el estilo neogótico es visible en sus cuatro fachadas, la marca de Gaudí se encuentra presente en una fusión artística que multiplica su belleza. El Palacio Episcopal, construido con granito de El Bierzo, es un castillo de apariencia señorial, fiel reflejo de su última etapa, y con vocación medieval: su foso colindante da buena muestra de ello, mientras que sus amplios ventanales terminados en punta recuerdan a las mejores joyas góticas del arte castellano-leonés, como el famoso Alcázar de Segovia.
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El acceso principal al Palacio Episcopal de Astorga se realiza a través de un gran pórtico con arcos abocinados, que forman una cúpula construida con pequeñas piedras. Además, el edificio tiene una conexión con la catedral mediante un puente de granito que cruza un foso. También hay una salida en la fachada noroeste que lleva al paseo de la muralla, proporcionando acceso desde otro punto de la ciudad.
El diseño de Gaudí para el Palacio Episcopal de Astorga tiene una planta de cruz griega asentada en un cuadrado. La cubierta, a dos aguas y hecha de pizarra, está rodeada por una balaustrada de granito. Aunque el arquitecto tenía la intención de añadir chimeneas y tres ángeles con símbolos religiosos, estos elementos nunca se incluyeron en la construcción final. En su lugar, los espíritus celestes fueron colocados en el jardín, lejos del edificio original.
Al principio, las estancias interiores se diseñaron con el fin de que albergaran una bodega y el archivo diocesano. Sin embargo, en la actualidad acoge el museo epigráfico y lapidario, donde se exhiben curiosidades históricas en forma de cartas e inscripciones, objetos numismáticos. En este espacio que invita al recogimiento, los visitantes podrán apreciar una de las marcas innovadoras de Gaudí: el uso del arco catenario, tan elegante como funcional. Este tipo de estructura también la llevó a la Sagrada Familia.
Al acceder desde la planta baja, se llega a un amplio vestíbulo que da paso a un gran hall central, desde donde se distribuyen las distintas habitaciones, tanto de uso privado como administrativo. Las bóvedas del hall están decoradas con cerámica vidriada de Jiménez de Jamúz, cuyos colores y patrones recuerdan al estilo mudéjar. Los nervios de las bóvedas descansan sobre capiteles y mensulones con formas inspiradas en el arte mozárabe. Las vidrieras, con sus colores vivos típicos de Gaudí, permiten que la luz penetre en el interior de este templo.
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La primera planta, que sirve como residencia del obispo, es la más elaborada en cuanto a decoración de todo el edificio. En ella se encuentran el Salón del Trono, el Comedor de Gala y la Capilla (con vidrieras cistercienses), además de las habitaciones privadas del obispo y el resto de dormitorios. La segunda planta, que fue agregada por Ricardo García-Guereta después de que Gaudí abandonara el proyecto, es la menos majestuosa del edificio. Su diseño es más simple, casi como un desván, y contrasta con la riqueza ornamental de las plantas inferiores.
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Cuando se habla de la obra de Gaudí, es imposible no pensar en Barcelona, donde se encuentran algunas de sus construcciones más emblemáticas, como la Sagrada Familia o la Casa Batlló. Sin embargo, el famoso arquitecto también dejó su huella más allá de los muros de la ciudad, incluso fuera de Cataluña.
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