¿Un convento o 'Gran Hermana'? Expulsiones y fichajes en la segunda temporada de las monjas de Belorado
El curso empieza movido en el convento burgalés. El verano ha dejado tras de sí una importante pérdida y la incorporación de nuevos personajes. El futuro de las exclarisas pende del inicio del proceso de desahucio
"Esperamos que se produzca una ruptura". El 7 de agosto, El Confidencial informaba de un caballo de Troya en el convento burgalés de Belorado. Un elemento capaz de agrietar el núcleo duro de la revuelta cismática que hace ahora cuatro meses rompió la paz en esa comunidad –formada entonces por 15 monjas clarisas– y la comunión con la Iglesia católica. Ahora se ha sabido que, justo aquellos días, ese agente disruptivo salía con todo sigilo del histórico edificio del siglo XVI, certificando esa quiebra en la confianza entre las cabecillas.
La que abandonaba, harta y disconforme, no era una cualquiera: Teresa Roca, de nombre sor Paz antes de ser excomulgadas una decena de ellas (las otras, ancianas y dependientes, siguen siendo católicas). Era la vicaria, y, en teoría, la segunda de abordo, la mano derecha de la exabadesa sor Isabel, ahora, de civil, Laura García de Viedma. No era la primera en soltar amarras ante la deriva cismática y sedevacantista (no reconocen la autoridad de los últimos papas, por lo que estiman vacante la Sede Apostólica de Roma), pues a los tres días de publicarse el Manifiesto Católico, el 13 de mayo, en donde daban sus razones para abandonar la Iglesia católica, pidió dejar el convento sor Amparo.
Pero Teresa Roca había abrazado la causa liderada por la exabadesa, y con esta y con la otra integrante del triunvirato rebelde, sor María Sión (Susana Mateo), eran la cara más visible a través de las redes sociales. Roca era una de las que había peregrinado por Burgos y La Rioja en busca de una comisaría en donde interponer una denuncia contra el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, nombrado por el Papa comisario pontificio con autoridad sobre ellas –y el convento– para reconducir una situación que se ha convertido en un fenómeno mediático.
¿Qué había pasado? El mismo 7 de agosto, con las cuentas bancarias controladas por Iceta con el visto bueno del Vaticano, Hacienda embargó la que tenían en Ibercaja. Ya no era solo con la Iglesia —de la que se habían separado por voluntad propia con quien chocaban—. Empezaban a topar con el Estado, que tiene sus propias reglas, de las que generalmente pocos, creyentes o no creyentes, se pueden salvar. Por otra parte, desde la Diputación de Burgos, a instancias del Arzobispado, les habían enviado aviso para fijar una cita con los técnicos de los servicios sociales para evaluar, una a una, la situación de vulnerabilidad de las exmonjas, paso previo al inicio de un proceso de desahucio, como habían advertido desde el Arzobispado por estar ocupando un edificio perteneciente a la Iglesia a la que ya no pertenecían.
Y si las cosas en el plano terrenal estaban convulsas, en el espiritual no estaban menos agitadas y las exclarisas y afamadas reposteras, tras expulsar al obispo fake, Pablo de Rojas, y a su acólito, el coctelero y también falso cura, José Ceacero, comenzaron una especie de casting online para elegir un nuevo papa bajo cuya autoridad y amparo encomendarse. Lo acabaron encontrando en Brasil, con credenciales tan falsas como las del primero.
Mazazo de Hacienda y rejonazo del ministerio
Toda esa agitación parece estar detrás de las desavenencias entre Laura García de Viedma y Teresa Roca. "La comunidad está luchando mucho, día y noche", reconocía al día siguiente del mazazo de Hacienda la exabadesa. Coincidía con la salida del convento de la segunda y se mostraba "sumamente preocupada" por la situación que estaban viviendo, con "una opresión muy fuerte" desde fuera, reconocía.
A los apremios de Hacienda se le sumó "el rejonazo" –como lo definen a este diario las fuentes que siguen el día a día de este proceso– del Ministerio del Interior, quien tras consultar con el Arzobispado de Burgos y con el Ministerio de Justicia –donde están inscritas las entidades religiosas–, denegó en un informe enviado a las partes la solicitud de la exabadesa de una especie de metamorfosis jurídica para pasar de ser una institución católica a una nueva asociación civil y quedarse, de ese modo, con el monasterio de Belorado, pero también con los de Orduña y Derio, cuya propiedad es en realidad de la Federación de Clarisas.
Los técnicos del Ministerio sabían que esa petición, además, chocaba con los acuerdos internacionales suscritos entre España y la Santa Sede en 1979, por lo que tampoco inquietó en el Arzobispado y solo parecía tener algún sentido en la cabeza de las exmonjas y en la de los falsos curas y obispos que revoloteaban al calor del patrimonio inmobiliario e ignorantes de los postulados básicos del Derecho Eclesiástico del Estado.
Aparentemente abatida por tanto revés, con el cisma dentro del cisma a causa del enfrentamiento con su número dos, con una fracasada campaña de crowdfunding, la exabadesa se desahogó a través de Instagram –"estaba trabajando en el despacho y me ha venido la idea de apretar este botoncito", decía al comienzo de la grabación– para anunciar que "esta batalla no está acabada". Pidió ayuda, cercanía y comprensión y la encontró en la más rancia blogosfera ultramontana.
Casting de 'papas' y capellanes
Desde la expulsión del primer papa De Rojas, un cura argentino (este sin excomulgar, pero con la misma repulsión hacia su compatriota Bergoglio) las asistía espiritualmente y fue quien hizo de puente para el desembarco en el monasterio del segundo papa y falso obispo, el brasileño Rodrigo Henrique Ribeiro da Silva, ordenado sacerdote por un obispo negacionista del Holocausto y posteriormente también el excomulgado y después expulsado de otra organización cismática en la que quiso recalar.
Da Silva se instaló en el recinto monástico y, según las fuentes, dio consuelo espiritual y económico a las cismáticas. Comenzó entonces un período en el que las exmonjas bajaron su presencia mediática y cesaron las críticas contra el arzobispo Iceta. Se habrían barajado escenarios de futuro, sin descartar la posibilidad del desahucio, con posibles salidas si llegase el caso hacia México o el propio Brasil, donde podrían ser acogidas en el conglomerado pseudorreligioso al que pertenece Da Silva, que cuenta también con una rama femenina de monjas. Se decidió, además, que el cura argentino (Sergio Casas Vila) se empadronase en Belorado.
"Por eso suponemos que está viviendo en el monasterio" señalan las fuentes, que subrayan la escasa información que llega desde el interior del cenobio. Las filtraciones, en este sentido, vienen de las redes sociales de los grupos sedevacantistas que jalean a las exclarisas y a los falsos obispos y curas que las asisten. Para ellos es todo un golpe de efecto en el corazón de la vieja y católica España, desde donde incluso celebran encuentros que luego postean en sus redes. Mientras tanto, en el interior del convento, los familiares de las cinco monjas dependientes son escoltados hasta la enfermería donde se encuentran para evitar que haya cualquier fuga informativa.
Cuenta atrás
Mientras, en el Arzobispado, tras el forzado parón veraniego en los juzgados, se reinicia la cuenta atrás ultimando los papeles que presentarán para iniciar los trámites que habrían de acabar con la expulsión de las monjas y observan expectantes la aparente calma que reina en el monasterio. Se trata de un procedimiento muy complicado, con numerosas aristas y un innegable desgaste ante la opinión pública si finalmente ese desahucio se materializase viendo salir a unas monjas escoltadas por la Guardia Civil.
Pero aunque la defensa jurídica de las cismáticas ya no la encabeza un reputado bufete cántabro cuya minuta era inasumible, el equipo que asesora al arzobispo Iceta está armando una fundamentación lo más sólida posible que contemple las variables que se puedan dar, de tal manera que si son expulsadas de Belorado no puedan instalarse en Derio u Orduña. O asegurarse de que el plantón que las religiosas dieron a los técnicos de los Servicios Sociales que iban a resolver si eran o no vulnerables no conlleve ninguna sorpresa que pueda hacer tambalear su argumentación.
Un tropiezo de este tipo en los juzgados sería un duro golpe para el comisario pontificio. Y no se quiere dar margen al error. Por eso, además, están intentando por todos los medios contactar con Teresa Roca, el caballo de Troya que salió por su pie y de quien ahora se ignora el paradero. Le han hecho llegar que quieren hablar con ella. Que la recibirían con los brazos abiertos. Que es posible canónicamente revertir la excomunión que pesa sobre ella. Y a la espera de que cundiera el ejemplo, consciente de que este rocambolesco asunto se está enquistando y el proceso, que se está demorando, puede ir para largo.
"Esperamos que se produzca una ruptura". El 7 de agosto, El Confidencial informaba de un caballo de Troya en el convento burgalés de Belorado. Un elemento capaz de agrietar el núcleo duro de la revuelta cismática que hace ahora cuatro meses rompió la paz en esa comunidad –formada entonces por 15 monjas clarisas– y la comunión con la Iglesia católica. Ahora se ha sabido que, justo aquellos días, ese agente disruptivo salía con todo sigilo del histórico edificio del siglo XVI, certificando esa quiebra en la confianza entre las cabecillas.
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