"Apadrina a una churra": el plan para salvar a una oveja sevillana con sólo 600 ejemplares
La Diputación hispalense activa una campaña para mantener una especie de la que solo quedaban 20 animales en los años 90 y que ahora vive, sobre todo, en una finca pública
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En la Diputación de Sevilla están dispuestos a mezclar churras, pero no con merinas. La idea es mezclar ovejas churras marismeñas (o lebrijanas, que también se pueden llamar así) con ovejas churras puras para poder sacar adelante a una especie autóctona de Andalucía occidental que estuvo a punto de desaparecer en los años 90. Fue entonces cuando los veterinarios del organismo supramunicipal decidieron reunir a los 20 últimos ejemplares de esta raza ovina para salvarla de la extinción. Tres décadas después ya son 600 animales entre los que tiene la propia Diputación y los rebaños de ganaderos privados que se afanaron también en esta tarea, pero el trabajo está lejos de acabar.
Para impulsar este proyecto, el organismo que dirige Javier Fernández de los Ríos ha puesto en marcha una iniciativa en redes para vincular a la población con esta tarea. A imagen y semejanza del trabajo que hace el Ejército de Tierra cada año en su campaña antártica con los pingüinos de la Isla Decepción, en el Polo Sur, la Diputación sevillana ha lanzado una web para animar a que los ciudadanos hagan lo propio con estas ovejas lanudas. "No tenemos que irnos muy lejos para encontrar fauna en peligro de extinción", expresan desde la entidad supramunicipal en el lanzamiento de la campaña.
La churra marismeña no tiene el pedigrí del lince ibérico, pero sí está muy vinculada al hábitat donde vive el icónico felino, que también estuvo cerca de desaparecer. La oveja, antiguamente, estaba extendida por amplias áreas del bajo Guadalquivir, pero no es una especie especialmente rentable. Los cambios de usos en las marismas y el interés de los ganaderos por razas más productivas provocaron un declive. Esta especie produce "la leche justa para criar sus corderos" y el vellón de lana es de pelo largo, por lo que es más difícil de tratar para su posterior manufactura.
La Diputación quiso contrarrestar esta situación para contribuir a la "conservación del patrimonio histórico natural" de Sevilla. Así lo explica Gonzalo Domínguez, alcalde del Castillo de las Guardas y diputado provincial de servicios supramunicipales. La mayor población de ovejas churras marismeñas, con 260 ejemplares, vive en la finca pública Monte San Antonio, en la localidad de Cazalla de la Sierra, mientras que el resto se distribuye por las provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva. Es allí donde tienen sus explotaciones los ganaderos afiliados a la Asociación Andaluza de Criadores de la Raza Ovina Churra Lebrijana, muchos de los cuales son jóvenes ganaderos.
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"La mayoría las tienen por su implicación en esta tarea y tienen rebaños de otras especies más rentables", precisa Victoria Casar, veterinaria de la Diputación de Sevilla y responsable ahora del programa. El organismo provincial tampoco saca partido económico de sus animales, sino que se centra en criar a las ovejas para alimentar el resto de poblaciones. "Se trata de una especie vinculada a Doñana y que tuvo un papel en la colonización de América", añade la experta, que ahora está enfrascada en el principal reto del proceso.
Como les ocurría a los linces cuando la población era mucho más pequeña que ahora, las churras marismeñas presentan un alto riesgo de consanguineidad, ya que las 600 ovejas censadas proceden de una misma población. Cuando esto ocurre, aumenta el riesgo de aparición de enfermedades genéticas y, de hecho, ya se ven consecuencias de este fenómeno. "Han ido perdiendo altura", cuenta la veterinaria, que explica que las camadas más jóvenes son más pequeñas en alzada que sus antecesoras.
Para evitar que el problema se agrave, los veterinarios de la Diputación de Sevilla han comenzado un programa de retrocruzamiento para que la diversidad genética mejore. Esto se consigue cruzando a hembras de la churra marismeña con machos de oveja churra de raza pura, por lo que las crías serán mitad de una raza y mitad de la otra. Esta crías híbridas se aparean después con ejemplares puros de la oveja andaluza para que las siguientes generaciones ya no sufran el problema de consanguineidad y mantengan las características propias de la raza churra marismeña tras cruzarse con una variante afín.
En la finca Monte San Antonio conviven estas ovejas con la cabra serrana blanca, que también está amenazada, y también con ciervos o caballos. El paisaje es el típico de Sierra Morena, con encinas y alcornoques de los que este año se sacará el corcho. "El objetivo es que la finca se abra para que los sevillanos conozcan la maravilla de biodiversidad que tenemos", señala Gonzalo Domínguez. Ya hay visitas escolares y la Diputación quiere profundizar en estas tareas para favorecer la concienciación ambiental y, sobre todo, hacer llegar al mensaje a los más jóvenes.
"Queremos convencer incluso a los negacionistas de que existe un cambio climático, pero que estamos a tiempo de frenarlo", añade el diputado provincial. La campaña de apadrinamiento ha llegado ya a Cataluña, asegura, y por eso el organismo provincial eligió al influencer sevillano Malacara para presentar esta campaña el pasado 5 de junio, coincidiendo con el Día Mundial del Medio Ambiente.
En la Diputación de Sevilla están dispuestos a mezclar churras, pero no con merinas. La idea es mezclar ovejas churras marismeñas (o lebrijanas, que también se pueden llamar así) con ovejas churras puras para poder sacar adelante a una especie autóctona de Andalucía occidental que estuvo a punto de desaparecer en los años 90. Fue entonces cuando los veterinarios del organismo supramunicipal decidieron reunir a los 20 últimos ejemplares de esta raza ovina para salvarla de la extinción. Tres décadas después ya son 600 animales entre los que tiene la propia Diputación y los rebaños de ganaderos privados que se afanaron también en esta tarea, pero el trabajo está lejos de acabar.