María Jesús Montero, la bombero de Sánchez que teme ser achicharrada en Andalucía por el SMI
La vicepresidenta primera sale escaldada de la polémica por el salario mínimo, que tiene un gran impacto en la comunidad donde tiene ahora el foco. El exceso de tareas en el Gobierno al frente del PSOE-A genera dudas a una semana del congreso regional
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María Jesús Montero empezó la semana exultante, a los pies del hotel del Algarrobico, convencida de que derribará el edificio que simboliza los desmanes urbanísticos de la España del ladrillo. La ha terminado en la sede del PSOE andaluz con una larguísima rueda de prensa en la que se ha mostrado sólida a pesar de un movimiento político que muchos consideran un tiro en el pie. La vicepresidenta primera, ministra de Hacienda y, desde hace un mes, secretaria general de los socialistas andaluces, ha surfeado su semana más complicada desde que asumió el cargo orgánico. Y ha sido precisamente esa doble nacionalidad el principal problema, ya que tiene que gestionar la dualidad entre ser responsable de las cuentas estatales y preparar su labor de oposición a Juanma Moreno.
La política sevillana ha estado en el ojo del huracán desde que desarboló al Gobierno andaluz por su apuesta en el Algarrobico, pero los decibelios subieron a lo más alto el martes, en una rueda de prensa en la que no estuvo, pero que sí protagonizó. La decisión de hacer tributar en el IRPF al 20% de los perceptores del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) desembocó en una bronca televisada entre Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, y la portavoz, Pilar Alegría. La jefa de Sumar aseguró que se había enterado del final de la exención fiscal para el salario mínimo por la prensa, algo que Montero negó este viernes. Pero han hecho falta tres días para que la titular de Hacienda lo explique en una esperada reaparición en su tierra. "Es tozuda; esto ha sido su apuesta personal y se ha estampado", expresa un líder de uno de los socios de la investidura, que tiene experiencia en negociar con Montero y muy crítica con la ausencia de Montero: "Ha venido al Congreso incluso con el pie roto".
En la sede de San Vicente, Montero dedicó más de una hora a hacer una labor de pedagogía que muchos creen que llega tarde, pero es la apuesta de la vicepresidenta primera en este entuerto. Una inoportuna gripe provocó que la jefa del PSOE andaluz se ausentara de su escaño en el Congreso de los Diputados en una sesión de control que giró sobre ella. En San Telmo, sede del Gobierno autonómico, sus contrincantes políticos afilaban los cuchillos por una sencilla razón: Andalucía es donde un mayor número de trabajadores cobran el SMI. Son 510.500 según la última Encuesta de Población Activa (EPA), es decir, uno de cada cinco de los que hay en España.
"SMI: Señora Montero Insaciable". Así rezaba un mensaje en X del portavoz del PP andaluz en el Parlamento, Toni Martín, uno de los polis malos que Juanma Moreno utiliza para mantener su figura de moderación. En el PSOE andaluz todavía siguen subidos al efecto luna de miel y apenas se han oído críticas sobre la decisión de Montero sobre la tributación del IRPF al salario mínimo. De fondo hay una pregunta que ya se hacían muchos antes de su vuelta al tablero autonómico. ¿Cómo va a hacer frente a tantos fuegos encendidos al mismo tiempo? "Luchando mucho", responde un líder provincial del PSOE-A. "A base de horas", explica otro dirigente con muchos trienios en la política andaluza.
Fue Montero la que dejó un hueco el martes, cuando no compareció en Moncloa y dejó el relato en manos de Sumar, pero también del resto de socios e incluso del PP. La gripe hizo su trabajo el miércoles y el jueves y dio lugar un torbellino de reacciones, mientras el Ministerio de Hacienda ponía las primeras piedras de la labor de pedagogía a la que fían la solución a este conflicto. Los barones del PSOE optaron por no hacer ruido hasta escuchar las explicaciones de la política sevillana, aunque Susana Díaz, exjefa de Montero, si se mostró partidaria de corregir la decisión y ampliar la exención del IRPF. Sánchez, en la sesión de control, no fue muy explícito y centró la defensa en ensalzar las subidas del SMI que ha aprobado desde que está en Moncloa.
"A ver cómo acaba todo esto", decía una fuente socialista mientras en Ferraz, antes de la rueda de prensa, aventuraban la posibilidad de una matización. Montero aparece para muchos como la perdedora de la batalla del relato, pero además tendrá que enfrentarse a la proposición de ley registrada por Sumar para ampliar la exención que tiene mayoría en el Congreso. Es cierto que la sensación que había estos días en el PSOE era de desconcierto, pero la titular de Hacienda se ha mostrado muy sólida en sus argumentos y no se atisban en sus palabras una intención de negociar con Trabajo. Montero dejó claro que esta posibilidad, la de que los salarios mínimos comiencen a tributar, estaba en el horizonte desde 2024 y tiene sentido que prefiera sufrir el desgaste ahora y no el año que viene por estas fechas, a las puertas de las elecciones andaluzas que decidirán su futuro.
La polémica del SMI llega en los prolegómenos del congreso regional que servirá para entronizar a Montero como líder del PSOE andaluz. Todavía no ha dado ninguna pista sobre cuál será el equipo que la acompañará en esta parte de la travesía. La política sevillana tiene la vitola de ser una buena gestora de equipos, como demuestra la confianza que tiene en el grupo de colaboradores que la acompañan desde sus años al frente de la sanidad andaluza. De momento no tiene a un lugarteniente en la comunidad para despachar los asuntos autonómicos, otra consecuencia de su condicición de pluriempleada.
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Su gestión orgánica funciona a partir de consignas que lanza gracias a la autoridad que tiene entre el socialismo andaluz. Primero ensalzó el gesto de Juan Espadas al dar un paso al lado para facilitar su llegada, un mensaje a quienes coquetean con enrocarse en un liderazgo cuestionado. Después dejó caer la necesidad de candidaturas de unidad para evitar luchas fratricidas en las provincias. Aquella petición cayó en saco roto y hay tirones en todos los territorios, salvo en Sevilla, por lo que la consigna ahora es esperar a que pase el cónclave regional para después abordar la situación en las provincias. Montero sí aprovechó su reaparición en San Vicente para dejar claro que los equipos que arme en Andalucía para la gestión en su ausencia deberán tener la "dedicación exclusiva" que ella no puede dedicar por sus responsabilidades en Moncloa.
Los frentes se le multiplican a la vicepresidenta primera del Gobierno en un momento complejo para la coalición, cuando empiezan las pulsiones de desencuentro que son típicas de los momentos preelectorales. En los últimos meses se han empezado a ver los jirones de una brecha entre los socios y Montero tiene aquí un papel protagonista como cerebro económico del ala socialista del Ejecutivo. La sevillana ha heredado ese puesto de Nadia Calviño. "Ahora hay más sonrisas, pero la negociación con el PSOE es igual de dura", expresaba una fuente de Sumar hace unas semanas sobre este cambio de caras, pero no de actitud.
María Jesús Montero y Yolanda Díaz han dado sobradas muestras de sintonía, pero la política andaluza es la referente de la ortodoxia en el Consejo de Ministros, a pesar de que su buen entendimiento con la izquierda es una de sus cualidades. No en vano procede de movimientos obreros de base. Pero hay también un importante ingrediente personal en esta evolución de la relación entre ambas. En el entorno de la socialista han criticado la "deslealtad" de la titular de Trabajo, mientras que en el lado de Sumar achacan al PSOE un problema de actitud. "No se han enterado que hay que negociar con Sumar y el resto de grupo", expresaba una alta dirigente magenta después de la agónica aprobación de la reforma fiscal.
María Jesús Montero empezó la semana exultante, a los pies del hotel del Algarrobico, convencida de que derribará el edificio que simboliza los desmanes urbanísticos de la España del ladrillo. La ha terminado en la sede del PSOE andaluz con una larguísima rueda de prensa en la que se ha mostrado sólida a pesar de un movimiento político que muchos consideran un tiro en el pie. La vicepresidenta primera, ministra de Hacienda y, desde hace un mes, secretaria general de los socialistas andaluces, ha surfeado su semana más complicada desde que asumió el cargo orgánico. Y ha sido precisamente esa doble nacionalidad el principal problema, ya que tiene que gestionar la dualidad entre ser responsable de las cuentas estatales y preparar su labor de oposición a Juanma Moreno.