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Las 72 horas de vértigo para cazar al 'baby sicario' que se vistió de muerte en la Costa del Sol
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HISTORIA DE UNA INVESTIGACIÓN CONTRARRELOJ

Las 72 horas de vértigo para cazar al 'baby sicario' que se vistió de muerte en la Costa del Sol

El chaval, de 17 años, iba a realizar su bautizo de sangre en Mijas. Para ello recibió un patinete y esperaba un AK-47. Un video en el que se veía su sombra lo ubicó en Torremolinos. Pedir un 'kebab', lo delató. "Espero en la playa mi cometido"

Foto: Traslado del menor a dependencias de la Comisaría de Torremolinos-Benalmádena tras impedir que asesinara a un conocido narco centroeuropeo. (Policía Nacional)
Traslado del menor a dependencias de la Comisaría de Torremolinos-Benalmádena tras impedir que asesinara a un conocido narco centroeuropeo. (Policía Nacional)
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El joven había consumado la transformación física con la que llevar a cabo la ejecución. Guardaba su turno en el local de kebabs ajeno a todos los ojos que estaban posados en su figura grande y desgarbada. "¿Qué quieres?", le preguntó el dependiente de forma rutinaria. Cuando el chaval pronunció unas pocas palabras, un escalofrío de felicidad, nerviosismo y preocupación recorrió a un tipo que estaba cerca. Se trataba de un policía de paisano que contuvo todas esas emociones para seguir pasando desapercibido como un cliente más. "Era él, era él". No había duda. Esa "voz adolescente, ronca, grave", era la misma que habían escuchado en su única pista sólida: un vídeo en el que se veía la sombra de un chico en una playa y que escupía fanfarronadas de pandillero de peli de serie B. Tenían la certeza de que no perseguían un fantasma. Y se desataba la cacería. Una veintena de investigadores de la Policía Nacional se enfrentaban a partir de ese instante a tres días trepidantes para evitar un asesinato en la Costa del Sol. Un crimen por encargo que descifró un sicariato que captaba a menores suecos a través de aplicaciones de mensajería para que actuasen por toda Europa.

La que sin duda ha sido una de las más llamativas operaciones contra el crimen organizado desarrolladas en España arrancó a finales de abril. Lo hizo con una comunicación de las autoridades de Suecia que alertaba de una "amenaza seria" de asesinato en tierras malagueñas. El objetivo era un "viejo conocido" de las unidades antidroga españolas. Un centroeuropeo "residente en la Costa del Sol", miembro de una "banda motera" y vinculado con operaciones de narcotráfico.

Los agentes adoptaron "medidas de prevención" en torno a la posible víctima y se pusieron a trabajar contrarreloj para desactivar el peligro. En una provincia que entre mayo y agosto recibió 6,2 millones de visitantes, encontrar a una persona de la que se carece cualquier dato parecía un reto imposible que se complicó cuando "en los días posteriores se fue concretando la amenaza".

"Los agentes suecos informaron de que el sicario ya se encontraba en la Costa del Sol", relataron fuentes próximas a la investigación consultadas por El Confidencial, que añadieron que el único dato que podían aportar era que estaba "en una zona de playa". Fue la conclusión que extrajeron de un vídeo que el presunto asesino subió a una red social utilizando un perfil falso. Aunque esas imágenes se podían exprimir mucho más.

Foto: Coche de Policía Nacional. (Europa Press/Archivo)

La grabación mostraba lo que se concluyó que era un "varón joven" que "vacilaba de ser un gángster" y se entregaba al ritual del asesinato por encargo. "Mientras se ponía crema solar", y sin mostrar el rostro en ningún momento, comentaba "con voz grave": "Estoy esperando al sol mi cometido".

En un momento del vídeo se observaba una pequeña porción de costa que permitió a los policías malagueños ubicar al joven en la zona de La Carihuela, en el municipio de Torremolinos, y comenzaron a trabajar en su localización. Para los investigadores del Grupo III de Estupefacientes y Relaciones Internacionales, de los Grupos II y IV de la Sección de Crimen Organizado de la Udyco Costa del Sol y del Grupo de Respuesta Especial para el Crimen Organizado (Greco) Costa del Sol, era como buscar una aguja en un pajar. Pero rápidamente tuvieron claro que esta línea de trabajo era positiva cuando el estudio de los viajeros que esos días aterrizaron en el aeropuerto de Málaga, mostró un perfil que encajaba con el "posible autor".

Se trataba de un chaval de 17 años, de nacionalidad sueca y origen árabe, que había viajado solo y que se registró con su nombre verdadero en un hotel "no muy bueno" de la localidad torremolinense. Las fuentes consultadas lo describieron como un adolescente "corpulento" para su edad. Un "bicharraco" de brazos fuertes que, "nada más llegar, se rapó su pelo negro y se tiñó de rubio", y que se movía con un buen fajo de billetes.

Los agentes se centraron en este adolescente "desgarbado" y con pinta de ser "mentalmente inmaduro", pero necesitaban algo más para descartar otras opciones abiertas. Esa confirmación definitiva la obtendrían en torno al 7 de mayo. El chico salió del hotel y se dirigió a un bar de comida rápida que había en las proximidades del hotel para "comprar algo de cena". Caminó hasta el local sin percatarse de que más de una sombra se alargaba tras sus pasos. Esperó su turno y, cuando el dependiente le preguntó qué quería, respondió que un kebab. "En ese preciso instante", los agentes supieron que había concluido su búsqueda. El investigador que se hizo pasar por cliente, y que estaba junto al joven, reconoció sin ninguna duda esa voz. Era la misma que la del tipo que fardaba en el vídeo.

El menor se desplazó hasta el gimnasio donde entrenaba su objetivo y estuvo estudiando las vías de escape en Riviera del Sol

Tenían a su baby sicario. Pero más allá de unas compañías poco recomendables, algún mensaje y demasiadas ínfulas, no había nada sólido para evitar que se fuese de rositas con una pena menor. Debían recopilar pruebas.

La entrega del patinete

Los responsables del caso diseñaron un dispositivo de vigilancia que siguiese sus movimientos cada segundo, minuto y hora. Una veintena de agentes, como en una carreta de relevos, se fueron turnando en una continua labor de control que proporcionaría una información valiosa y un buen número de indicios.

El primer movimiento del sospechoso se interpretó como un intento de borrar su presencia en la Costa del Sol. Decidió cambiar de hotel y eligió uno de mayor postín. Se presentó en la recepción y exhibió un buen puñado de billetes para reservar una habitación. Las pintas y el "nerviosismo" no debieron gustar al empleado que le atendió, porque le dio largas "diciéndole que estaban completos".

El adolescente se debió percatar de estos recelos y decidió realizar un nuevo intento cuando no estuviese ese empleado. Horas después, ya por la tarde, volvió al establecimiento. En la recepción había otra persona que finalmente tramitó la reserva y accedió a que se instalase.

No fue el único paso que ese día concitó la atención de los agentes que le seguían. Hasta ese momento, el objetivo "siempre había estado solo", pero una vez resuelto el asunto de su nuevo refugio, presenciaron su primera interacción. El chico quedó con una persona que, tras un rápido saludo, le entregó un patinete eléctrico.

Foto: Un efectivo de control de explosivos en Dinamarca. (EFE)

Aunque pueda parecer un elemento menor en una operación de este calado, la aparición en escena de este tipo vehículo reforzaba las pesquisas abiertas. Los investigadores eran plenamente conscientes de su presencia habitual en la cadena de asesinatos y narcoatentados que desde hace unos años azota a países como Suecia o Países Bajos. Son fáciles de adquirir y permiten un fuga rápida después de consumar el crimen.

El adolescente "estuvo probando el patinete por las calles aledañas", haciéndose con su control, y después se fue a su habitación "a descansar". Se aproximaba el momento de cumplir las órdenes recibidas y los agentes sabían que no dudaría un segundo a la hora de llevalas a cabo. Y había que interceptarlo antes de que se armase.

Los "preparativos"

"Al día siguiente", contrató el servicio de un Vehículos de Transporte con Conductor (VTC), que "lo llevó hasta el municipio de Mijas". "Se apeó en Riviera del Sol", un laberinto de urbanizaciones pegadas una tras otra, en la que se pierden hasta los carteros y donde los residentes extranjeros son mayoría. Las alertas se dispararon cuando los investigadores observan que el sospechoso se aproxima a un gimnasio en el que habitualmente entrena la persona que debía matar y después empieza a analizar las distintas vías de escape. Reconoce la zona y "recorre una pista de tierra que lleva hasta la zona de Calypso". Ese sería, "muy probablemente", el punto de recogida tras consumar su bautizo de sangre.

El chico permaneció en el lugar durante "aproximadamente tres horas". Con los agentes atentos "por si se ponía guantes o se tapaba la cara" y debían lanzarse sobre él. Pero se limitó a hacer preparativos. Pasado ese tiempo, llamó a otro VTC y regresó a Torremolinos.

La información que proporcionó Suecia en las horas posteriores dejaba claro que el asesinato era inminente, por lo que los investigadores pidieron a las autoridades de ese país que solicitasen una orden internacional de detención contra el adolescente que reforzase la cobertura legal de un posible intervención.

El dispositivo de vigilancia, que se extendería un día más, iba a seguir proporcionando datos valiosos que confirmarían que el riesgo era real. El joven se trasladó a la capital malagueña para hacer unas compras. Entró en el centro comercial Larios sin percatarse de que era seguido, muy de cerca, por un grupo de policías que se alternaban en la tarea para no despertar sospechas. Lo primero que adquirió fue un juego de guantes negros. Le siguieron un paquete de mascarillas del mismo color. Después, una sudadera con capucha —sí, adivinen— negra. Un pantalón oscuro. Y, para completar su particular uniforme de muerte, unas zapatillas y una bolsa de deportes totalmente negras.

Los investigadores no tenían ninguna duda de que el chico iba a intentar asesinar a su objetivo de forma inminente, así que decidieron actuar "cuando se cuelga la orden internacional".

Un AK-47 y 40.000 euros

Pasado 10 de mayo. El sospechoso coge otro VTC que, esta vez, le lleva hasta la localidad de Benalmádena. Camina despreocupado por la avenida Antonio Machado. Viste pantalón corto y camiseta deportiva y, en la mano derecha, porta las bolsas de las prendas que ha comprado. Parece un guiri más. Despreocupado. Tranquilo. Se cruza con una señora que no repara en él, pero que se detiene cuando observa a tres hombres que aceleran el paso hacia el chico. Ese caminar ligero se transforma en carrera cuando están a unos pocos metros. Uno desenfunda un arma, mientras se escucha: "¡Policía! ¡Al suelo!". Los otros dos reducen al chaval, que "trata de revolverse", pero que se rinde cuando es consciente de que está superado en número y fuerza. La operación Carrusel-Tívoli acababa de consumarse.

El adolescente "guardó silencio" en todo momento. "No dijo nada". Ni en el momento en el que precintaban su móvil para que lo analizasen los forenses informáticos, ni cuando en su habitación de hotel hallaron "anotaciones que lo vinculaban" con un intento de asesinato que comenzó a planificarse en la localidad sueca de Vänesborg. Una muerte violenta que los investigadores supieron que se iba a perpetrar sí o sí. "Una hora después de detenerlo, nos llegó que iba a recibir un AK-47" con el que acabar con su presa. "Para eso era la bolsa de deporte". "¿Imaginas lo que hubiese sido un niño de 17 años disparando un arma de guerra en una zona de población?". Una carnicería. Y todo, por unas 460.000 coronas suecas —40.000 euros—, que es el pago que se estima que iba a recibir por su "primer trabajo".

¿Cómo este chaval simplón y con "antecedentes menores" había acabado envuelto en una trama internacional de crímenes?

En un primer momento, el joven se opuso a su entrega a Suecia, por lo que se inició el protocolo habitual en la Audiencia Nacional. Pasó a disposición judicial del juzgado Central de Instrucción número 1 y, a preguntas del fiscal, alegó que estaba de vacaciones en España. El Ministerio Público solicitó para él la medida provisional de internamiento en un centro cerrado, atendiendo a su falta de arraigo en el país y la gravedad de los hechos investigados. El juez aceptó la petición y decretó su encierro en el Centro de Menores de Málaga, aunque días después se inhibió en favor del juzgado Central de Menores, que finalmente acordó la entrega a su país en un plazo de diez días.

Los legales no son los únicos problemas que le acechan. Las fuentes consultadas por este periódico confirmaron que sus familiares fueron extorsionados por las personas que financiaron el viaje a la Costa del Sol y que reclamaban la devolución de los 5.000 euros adelantados para los gastos. El temor de sufrir represalias era real y durante un tiempo fue alimentado con mensajes amenazantes y promesas de hacerles mucho daño.

¿Pero cómo este chaval simplón y con "antecedentes menores" había acabado envuelto en una trama internacional de crímenes? ¿Quién lo había convencido? La clave estaba en el municipio alicantino de San Juan. Y en una investigación que se había desarrollado casi de forma paralela en Dinamarca en la que fueron detenidos otros dos chicos suecos cuando iban a cometer un nuevo asesinato. Pero esa historia la podrán leer mañana.

El joven había consumado la transformación física con la que llevar a cabo la ejecución. Guardaba su turno en el local de kebabs ajeno a todos los ojos que estaban posados en su figura grande y desgarbada. "¿Qué quieres?", le preguntó el dependiente de forma rutinaria. Cuando el chaval pronunció unas pocas palabras, un escalofrío de felicidad, nerviosismo y preocupación recorrió a un tipo que estaba cerca. Se trataba de un policía de paisano que contuvo todas esas emociones para seguir pasando desapercibido como un cliente más. "Era él, era él". No había duda. Esa "voz adolescente, ronca, grave", era la misma que habían escuchado en su única pista sólida: un vídeo en el que se veía la sombra de un chico en una playa y que escupía fanfarronadas de pandillero de peli de serie B. Tenían la certeza de que no perseguían un fantasma. Y se desataba la cacería. Una veintena de investigadores de la Policía Nacional se enfrentaban a partir de ese instante a tres días trepidantes para evitar un asesinato en la Costa del Sol. Un crimen por encargo que descifró un sicariato que captaba a menores suecos a través de aplicaciones de mensajería para que actuasen por toda Europa.

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