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La mujer al frente de los 25 psicólogos que sanan la herida emocional abierta por la tragedia
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LOS EFECTOS DE LA DANA

La mujer al frente de los 25 psicólogos que sanan la herida emocional abierta por la tragedia

La teniente coronel María Pilar Bardera, jefa del Servicio de Psicología de la UME, coordina las "cuatro células" que cuidan la salud mental de las víctimas y los rescatistas, a los que acecha la llamada "fatiga por compasión"

Foto: La teniente coronel psicólogo María Pilar Bardera (a la derecha), junto a la capitán psicólogo Laura Romero de Ávila Rueda, en el centro de Coordinación y Gestión habilitado para la asistencia psicológica de los afectados y rescatistas. (Cedida)
La teniente coronel psicólogo María Pilar Bardera (a la derecha), junto a la capitán psicólogo Laura Romero de Ávila Rueda, en el centro de Coordinación y Gestión habilitado para la asistencia psicológica de los afectados y rescatistas. (Cedida)

La teniente coronel María Pilar Bardera lleva —en dos etapas distintas— casi diez años al frente del Servicio de Psicología de la Unidad Militar de Emergencia (UME). Estuvo en el terremoto que el año pasado asoló Turquía y en los dispositivos de atención por la pandemia de coronavirus. También formó parte de los especialistas que asistieron a los familiares de las víctimas del accidente intencionado del avión Germanwings 9525. Una amplia trayectoria en grandes catástrofes que le situó frente a frente de las heridas emocionales que puede generar un episodio trágico como el ocurrido en Valencia. Hace una semana que lidera al equipo de 25 psicólogos militares que se ha desplazado a la zona cero de la DANA para cuidar la salud mental de los afectados y los rescatistas que participan en las tareas de rescate y auxilio. "Todos cambiamos tras el 11-M y el covid y todos cambiaremos tras esto", sentencia.

Bardera, psicóloga de formación y toda una vida dedicada al Ejército, está especializada en la asistencia psicológica a víctimas de desastres de todo tipo, así como a los militares intervinientes en las labores de rescate. Explica que la bibliografía especializada determina que "las inundaciones son las catástrofes naturales que, a priori, dejan una menor huella traumática". Pero tras días trabajando en el epicentro de las riadas, asegura que esta máxima "no se va a cumplir en Valencia".

El grado del impacto de lo ocurrido depende de muchos factores –"desaparecidos, resiliencia de la población, daño psicosocial..."— que determinarán su "procesamiento" por parte de los afectados. La experta, en este punto, añade que la asimilación de desgracias de esta magnitud requiere un transitar por fases similar al proceso del duelo. "Se puede producir negación, ira… Emociones que tienen su función" en la sanación psicológica de una víctima.

Es complicado determinar en estos instantes las patologías mentales que puedan desarrollar las personas expuestas a una tragedia de esta dimensión, señala la teniente coronel, que incide en que "ningún caso es igual que otro". La experiencia, no obstante, señala a la posible aparición de "cuadros de alteración del estado de ánimo, depresión…".

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Las estadísticas sobre la atención que están prestando los 25 psicólogos militares —los que suman los de la UME y el Ejército— se están elaborando, pero por lo transmitido hasta el momento por los expertos a pie de calle se conoce la aparición de "crisis de ansiedad", "estrés agudo temporal" y un "malestar generalizado" que se detecta "incluso en los que van a ayudar". Porque la salud mental de los rescatistas o "intervinientes" es otro de los aspectos que cuidan durante su despliegue.

La jefa del Servicio de Psicología relata que las personas que están ayudando a las víctimas pueden desarrollar lo que se denomina "fatiga por compasión o desgaste por empatía". Se puede decir que es una variante del "efecto de las trincheras" o "fatiga de combate" que provoca en los soldados el estrés de tener que estar cada segundo preparados para la batalla.

"Las inundaciones son las catástrofes naturales que, a priori, dejan una menor huella traumática", pero esto "no se va a cumplir en Valencia"

"No hay plazos sobre su aparición, los síntomas surgen súbitamente y, en ese instante, hay que apartarse de la intervención", cuenta María Pilar Bardera, que agrega que el soldado, policía, bombero o voluntario tiene que "descansar, hidratarse y contar lo que ha pasado". "Debe tomar distancia", pero tampoco excesiva, porque "la frialdad —ante un hecho calamitoso— no es buena".

La reincorporación al servicio no tienen que producirse hasta que no estén bien al 100% y por eso la Unidad Militar de Emergencia realiza a sus efectivos una serie de evaluaciones psicológicas. "Cuando acabe esta intervención, se hará una a todo el mundo", adelanta la teniente coronel, que explica que en la UME existen tres fases de prevención de patologías mentales. La primaria, que es la que se hace al ingresar; secundaria, la que se lleva a cabo durante las actuaciones; y la terciaria, que es posterior y que desarrollan los grupos de seguimiento a los miembros a los que se les haya diagnosticado alguna patología.

La huella psicológica de este tipo de desastres, además de estar condicionada por factores externos, dependerá las circunstancias de cada persona. La literatura científica determina que puede ser mayor en menores y otras personas vulnerables que en los adultos, pero su intensidad dependerá de las características y circunstancias de cada caso. No es lo mismo que un pequeño ve su rutina alterada porque no puede ir al colegio, que haya perdido a su padre o a su madre o que su hogar esté destrozado. Algunos de los síntomas que permiten determinar el posible impacto en niños son la aparición de pesadillas recurrentes y un evidente estado de nerviosismo o inquietud.

"Cuatro células"

La asistencia psicológica para esta tragedia ha requerido el mayor despliegue de psicólogos militares realizado hasta el momento. Los 25 profesionales que se han desplazado a Valencia, entre los que se encuentran dos psiquiatras, han sido distribuidos en "cuatro células" para canalizar la atención.

La primera la forman dos equipos móviles compuestos por "dos o tres psicólogos" que se desplazan a todas las zonas donde hay intervinientes actuando. "Se seleccionan los puntos" que pueden ser especialmente complejos, como pueden ser sótanos o aparcamientos, en los que hay probabilidad de que pueda haber víctimas mortales. Su labor es estar al lado de los profesionales y de los familiares y allegados que puedan concentrarse en el lugar. "Es un momento de alto impacto emocional y les acompañamos durante el mismo", precisa Bardera, que agrega que —de esta forma— también consiguen que "los rescatadores puedan centrarse en su tarea".

placeholder Un joven voluntario haciendo un descanso en las labores de limpieza. (EFE)
Un joven voluntario haciendo un descanso en las labores de limpieza. (EFE)

El segundo grupo, formado por seis psicólogos y un psiquiatra, está al frente del centro de atención a familiares de fallecidos, que son asistidos tras una recogida de datos y triaje. También se ha creado un espacio de atención a intervinientes en el que se auxilia y realiza seguimiento de los rescatistas. "Hay que tener en cuenta que muchos de nuestros compañeros son de la zona y tienen a seres queridos afectados", apunta la experta, que destaca la importancia de las reuniones en las que "se implantan técnicas preventivas" para afrontar estas situaciones traumáticas.

La cuarta y última célula es la de Coordinación y Gestión. Está formada por dos psicólogas que se encargan del "recuento y organización de lo que se está haciendo", pues este despliegue ha supuesto una logística muy importante. "Hemos venido en tiempo récord, empezamos a trabajar como pudimos y hemos ido organizándolo" con el paso de los días, señala la responsable del Servicio de Psicología de la UME, antes de asegurar que está siendo una "experiencia muy interesante" que ayudará a aprender y mejorar.

"Me gustaría trasladar una cosa antes de finalizar", comenta la teniente coronel, quien envía el pésame a los afectados antes de hacerle una promesa: "Os vamos a acompañar, porque nos quedaremos el tiempo que sea necesario".

La teniente coronel María Pilar Bardera lleva —en dos etapas distintas— casi diez años al frente del Servicio de Psicología de la Unidad Militar de Emergencia (UME). Estuvo en el terremoto que el año pasado asoló Turquía y en los dispositivos de atención por la pandemia de coronavirus. También formó parte de los especialistas que asistieron a los familiares de las víctimas del accidente intencionado del avión Germanwings 9525. Una amplia trayectoria en grandes catástrofes que le situó frente a frente de las heridas emocionales que puede generar un episodio trágico como el ocurrido en Valencia. Hace una semana que lidera al equipo de 25 psicólogos militares que se ha desplazado a la zona cero de la DANA para cuidar la salud mental de los afectados y los rescatistas que participan en las tareas de rescate y auxilio. "Todos cambiamos tras el 11-M y el covid y todos cambiaremos tras esto", sentencia.

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